Capítulo XI

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Nicolás, echado en la cama con una revista entre las manos, veía a su amiga dar vueltas por la habitación hecha un manojo de nervios y no sabía muy bien cómo calmarla.

Ella le había repetido más de una vez que no pasaba nada, que la situación con el doctor Valencia estaba solucionada, pero él no le creía. No se necesitaba de un cerebro privilegiado como el suyo para darse cuenta de que la decisión de dejar de colaborar con el manejo de Ecomoda estaba directamente relacionada a lo que sea que hubieran hablado en privado.

Betty no había querido darle detalles y le había asegurado que todo estaba bien, porque las cosas volverían a la normalidad. Él, que la conocía perfectamente, fingió que le creía. Sabía que eso era algo de lo que ella misma estaba intentando convencerse.

Pero aunque no tuviera mucha experiencia en ese ámbito, Nicolás no era tonto. Durante el rato que estuvieron en la reunión se había percatado de lo mucho que esos dos no se miraban. Era casi gracioso el esfuerzo tan obvio que habían hecho. Si ella tenía que decirle algo, lo hacía mirando un papel. Si el que tenía que hablarle era él, se frotaba el mentón con dos dedos y miraba hacia un punto indefinido de la habitación, como interactuando con un público invisible.

Nicolás los entendía. Él también había tenido que evitar a Patty después de que se acostaran, pero la situación era diferente. Que él supiera, el doctor Valencia no le debía a Betty cinco millones de pesos.

Bueno, aunque ella sí que le debía a él una empresa...

El caso era que no acababa de entender el problema. Eran dos adultos sin pareja y no tenían porqué darle explicaciones a nadie. Que sí, que era verdad que lo de la tal Marcela complicaba las cosas y que tener al cretino de Armando Mendoza dando vueltas por ahí tampoco ayudaba, pero a Nicolás le caía bien Valencia porque era listo y porque la hacía reír.

- Mire Betty, ¿por qué no lo llama, habla con él y se queda más tranquila? Si sigue dando vueltas por la habitación a esta velocidad, va a acabar dejando una marca como de coche de carreras y su papá la va a regañar, ¿oyó?

La respuesta de su amiga fue mirarlo con una mezcla de enfado y duda.

- ¿Y llamarlo como para qué, Nicolás? ¿En qué me ayuda eso a mí? Ahora mismo tengo muchas otras cosas en qué pensar, ¿qué más me da lo que haga el doctor Valencia? - Betty se encogió de hombros y siguió hablando más para sí misma que para él -. De pronto ahora que no nos va a vigilar podemos concentrarnos mejor en los siguientes planes para Ecomoda.

- A mí no me pareció que nos estuviera vigilando - murmuró entre dientes, poniéndose de pie. No quería contrariarla para que no le lanzara un peluche por la cabeza -. En todo caso, tiene que reconocer que su presencia ha sido muy útil. Quién diría que un funcionario de gobierno podía ser competente, ¿no?

- Yo no niego que fuera útil, Nicolás, ¿pero ya qué? Precisamente porque es un funcionario del gobierno me parece obvio que deje de estarse paseando por Ecomoda para dedicarse a su trabajo.

- Paseándose por su despacho, querrá decir... - No había podido evitarlo. Soltó una risotada cuando su amiga le lanzó a Beto el Muppet a la cara -. ¡Qué violencia, qué violencia! Le estoy diciendo que hable con él por su propio bien. Tiene apenas unos días antes de que vuelvan los ejecutivos, ¿no cree que sería mejor tenerlo de su lado otra vez?

Ella reaccionó a esas palabras como si acabara de abrir los ojos a una realidad inesperada.

- Pero no ha dejado de estar de nuestro lado, ¿no? Dijo que estábamos haciendo bien nuestro trabajo.

Nicolás no contestó. En su lugar, se encogió de hombros e hizo una mueca torciendo un poco la boca. No quería presionarla porque sabía que después de todo lo que había vivido con el miserable de Armando Mendoza era lógico que estuviera casi blindada a estos temas, pero tampoco podía permitir que su amiga se perdiera la oportunidad de ser feliz. Incluso aunque le insistiera en que no había nada más entre ella y el doctor.

En el reflejo de sus ojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora