— ¿Entonces qué, Betty? ¿Cómo le fue anoche? — preguntó Nicolás mientras se abrochaba el cinturón de seguridad —. Mire que yo renuncié a los deliciosos sabores de la cocina de doña Julia por usted, así que no me vaya a decir que mi sacrificio fue en vano.
Betty no estaba del todo preparada para esa conversación, pero sabía que no podía dejar a su amigo sin respuestas.
— No se preocupe, que ya está todo arreglado.
— ¿Cómo así? — Presionó el muchacho, intrigado —. ¡Cuente, cuente! No se olvide de que fui su cómplice ante su papá, me merezco los detalles, ¿no?
— Pues... hablamos y le dije que lo quiero en Ecomoda — explicó, consciente de que no podía darle esos detalles que él esperaba.
Por mucho que confiara en Nicolás, se moriría de vergüenza si tenía que contarle que ella y el doctor Valencia se habían besado como un par de adolescentes en aquel bar. Y ni hablar de todo lo que había pasado después. Sentía el calor subir a sus mejillas solo de pensarlo.
— ¿Y él aceptó? ¿Va a trabajar como ejecutivo o piensa seguir como consultor? — Estaba claro que su amigo no iba a dejar el tema. El trayecto hasta Ecomoda iba a ser muy largo.
— Bueno, eso no llegamos a discutirlo — confesó, manteniendo deliberadamente la vista en la carretera.
— ¿Cómo así? ¿No me dijo que se quedó hasta tarde con él? — Nicolás había aprovechado un semáforo en rojo para girarse a mirarla.
— Sí, pero... no hablamos mucho — Betty sintió cómo le ardía la cara cuando Nicolás soltó una especie de chillido y aplaudió —. ¡Ay, cállese! ¡No sea bobo o le va a tocar irse caminando! — amenazó.
— ¡Qué genio, Betty, qué genio! Usted se ha vuelto linda, pero eso sí no le ha cambiado, ¿no? — Se quejó el muchacho, que no dejaba de reírse —. ¡Cuidado no me vaya a tratar así al doctor Valencia, que se queda sin novio!
— ¿Cuál novio? ¡Eso no es así! Entre él y yo no pasa nada romántico, es otra cosa — explicó, aunque no tenía muy claro qué era exactamente esa otra cosa —. Es más bien... físico.
Nicolás estalló en una carcajada y empezó a soltar un sinfín de tonterías. Betty estaba avergonzada, pero tenía que reconocer que a pesar de todo estaba feliz de poder compartir un momento así con su amigo. Por primera vez le hablaba de su vida privada porque quería sentirse acompañada y porque era divertido y no porque la tragedia la hubiera dejado muerta en vida.
Era un buen cambio.
Pero, si era honesta consigo misma, su historia con Daniel Valencia era en general un buen cambio.
Para empezar, porque todo se sentía orgánico y genuino. La noche anterior, después de haberse besado, Betty le había sugerido con timidez que pidieran la cuenta. No había hecho falta nada más para que él, con la seguridad de quien sabe lo que quiere, decidiera que era mejor ir en el carro de Betty al apartamento, porque el suyo podía buscarlo el chofer por la mañana.
El resto había sido cómodo, simple y apasionado. La tomó de la mano de camino al parqueadero y le regaló una sonrisa cómplice cuando tuvieron que frenar su deseo porque un vecino se había metido con ellos al ascensor y los miraba con el ceño fruncido.
Después se dedicó a disfrutar de ella como si no hubiera otra cosa en el mundo que pudiera ocupar sus pensamientos que no fuera tocarla, besarla, morderla y acariciarla.
Aunque Betty no quería pensar en eso, era inevitable comparar la situación con la que había vivido con don Armando. Recordaba todas las veces que él le había escatimado besos o lo difícil que había sido lograr que se acostara con ella. Claro, ahora sabía que eso no era solo porque fuera una mujer fea, sino porque él era un mentiroso que estaba usando su ingenuidad para manipularla. Todavía le dolía recordar lo enamorada que había estado y lo ciega que había sido a la realidad.
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En el reflejo de sus ojos
FanfictionBeatriz Pinzón y Daniel Valencia son enemigos naturales. Por principio y por su historia, se detestan. Pero cuanto más tiempo pasan juntos, más difícil se vuelve el recordarlo.