Semanas antesMarcela lo miraba enfadada, con el ceño fruncido y los labios apretados. Era la misma expresión que ponía cuando tenía cinco años y se había cansado de que la molestara, escondiéndole sus muñecas en distintas partes de la casa.
Por eso, aunque la que le estaba haciendo el reclamo era la mujer y no la niña, Daniel no podía evitar sonreír con el recuerdo.
— No pongas esa cara — le pidió —, sabes que es una decisión puramente financiera, es una forma de asegurar la competitividad...
— Mira, a mí no me cuentes la historia que ya se encargó de eso Beatriz — lo interrumpió, levantando una mano con autoridad —. ¿Y qué cara quieres que te ponga, Daniel? Ya era difícil entender que hubieras dejado que esa mujer se metiera en mi territorio, con mis puntos de venta. ¿Y ahora me entero de que no solo la dejaste, sino que fue tu idea?
— Era una propuesta sumamente coherente que tanto ella como el vicepresidente financiero ya habían considerado. Supongo que no quisieron hacerlo hasta ahora para evitar precisamente esto — levantó ambas manos, como señalando la situación.
No le gustaba tener que darle explicaciones y llevaba mal discutir con ella.— ¡Ah, no, pues, tan querida la doctora! ¡Tan atenta! ¿Por qué no le regalas tus acciones mientras estoy en Palm Beach? ¡Como ahora son tan amigos...!
Daniel cerró los ojos un momento. A veces se olvidaba de lo difícil que era hacerle entender ciertas cosas.
— Ni soy su amigo ni pienso serlo, Marcela, por favor. ¿De dónde sacas esas cosas? Simplemente estamos trabajando juntos porque tenemos un objetivo en común, que es sacar a Ecomoda de la situación en la que está y que ella deje de ser la presidenta cuanto antes.
— Pues que no se te olvide ese objetivo, Daniel — Marcela lo apuntaba con un gesto acusador —, porque últimamente la defiendes demasiado.
— ¿De qué estás hablando? — le respondió, indignado. Le molestaba profundamente cuando en una discusión ella pasaba de un tema a otro como si todo fuera parte de lo mismo.
— ¿Fuiste tú el que la semana pasada me dijo que dejara de poner problemas con el tema de los asesores de imagen o me he confundido de hermano? ¿Y no regañaste a Patricia porque la pillaste hablando mal de ella? ¡Si hasta hiciste callar a Armando cuando la interrumpió en el último comité!
Daniel parpadeó un par de veces. Dicho de aquella manera, sí podía dar la impresión de que la había estado defendiendo.
Él sabía que no era así, por supuesto. Se limitaba a ser un hombre que actuaba según consideraba que era justo y razonable. Y si Beatriz Pinzón estaba haciendo las cosas bien con Ecomoda esta vez, él no veía la necesidad de fingir lo contrario.
— Siempre lo hago callar, porque Armando es un imbécil — reconoció con tranquilidad—. Y permíteme recordarte que fue él el que tomó las decisiones que nos han traído hasta aquí.
Marcela golpeó la mesa con las dos manos, indignada.— ¿Ves? ¡Ya la estás defendiendo otra vez!
Daniel se puso de pie. La discusión había llegado demasiado lejos.
— Mira, Marcela, no le veo el sentido a tu reclamo. No sé qué es lo que te molesta, ¿que saque tiempo de mi propio trabajo para venir aquí a intentar salvar lo poco que queda, lo poco que nos dejó tu novio?— Su tono era duro, afilado; sus palabras, calculadas —. Estás ciega y no quieres ver la realidad. Armando es un niño inmaduro que jugó a ser presidente y nos dejó en la ruina. ¿Por qué no lo aceptas de una vez? — Marcela lo miraba con furia contenida, pero él no se detuvo —. Yo tengo muy claro que Beatriz Pinzón no es una persona de confianza, sé que mintió y manipuló los números, no creas ni por un segundo que me he olvidado de eso. Pero también fue ella la que entregó a Armando y al payaso de Mario y la que lleva todo este tiempo tomando decisiones objetivamente inteligentes para la empresa.
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En el reflejo de sus ojos
Hayran KurguBeatriz Pinzón y Daniel Valencia son enemigos naturales. Por principio y por su historia, se detestan. Pero cuanto más tiempo pasan juntos, más difícil se vuelve el recordarlo.