[Un encuentro de medianoche].
Habían noches solitarias en donde los corazones se estancaban en el vacio que una ausencia causaba, en donde entre sueños los recuerdos se reunían hasta volverse deseos incontenibles e imposibles de alcanzar, es por eso que esas eran las noches que Zoro más detestaba, no por él, sino por la manera en que afectaban a su pequeña niña.
Después de la muerte de Kuina las cosas se habían vuelto complicadas en todos los aspectos, pero existían algunos momentos en que las cosas eran mucho más complicadas de sobrellevar, en especial durante las noches solitarias, en donde nuevamente el moustro que su ausencia había dejado atormentaba a Kora en los que ella misma dictaba como malos sueños, en donde algunas imágenes nítidas de su madre venían a su subconsciente para recordarle eso que tanto añoraba hasta sacarle lágrimas de profunda depresión, a pesar de que no la recordaba claramente, marcándole en su alma ese sentimiento de vacio que constantemente sentía desde que no la veía.
Se levantaba durante las noches entre lamentos que desgarraban el corazón de su padre, porque era plenamente consiente que no era él quién Kora deseaba que la consolará, es por eso, que por más que tratará no podía calmarla, sólo esperaba, cargándola entre sus brazos mientras la pagaba a su pecho, que volviera a quedarse dormida después de que sus ojos se cansarán de tanto lagrimar, con su propio ojo incapaz de derramar más lágrimas, pues todo lo que deseaba es que Kuina descansará en paz, pero era evidente que no estaba haciendo un buen trabajo como padre.
Y se maldecía infinitamente por no cumplir correctamente con su papel de padre, porque a pesar de siempre intentar darle todo a su hija, Kora siempre estaba inconsolable.
No sabía que tan de madrugada era, pero sentía a todo su cuerpo acalambrado después de tanto mecerse con Kora en brazos, recorriendo la habitación de esa manera, pero la pequeña castaña aún se lamentaba entre hipidos que sacudían su pecho, aferrándose a la camisa de su padre, con el nombre de su madre saliendo de su boca sin cesar, desgastando cada vez más la paz de Zoro.
Mañana su turno empezaba desde las 5:00 a.m hasta las 6 p.m, también sería el último día que Vivi podría cuidarle a Kora, pues pronto se regresaría a su país natal, por lo tanto, no era de más decir que el estrés comenzaba a acumularse cada vez más en sus hombros, tanto que incluso su cuello comenzaba a dolerle de tanta tensión, pero no podía doblegarse, porque su hija lo necesitaba más que nunca, así que, aunque sintiera que sus piernas te tambaleaban debido al cansancio de tanto permanecer de pie durante el día, solo le tomaba un respiro recomponerse. Eso es lo que pasa cuando eres padre, no puedes ablandarte, porque más que lo necesites.
--Está bien, Kora, estoy aquí --susurraba lentamente en un intentó de apaciguar las incertidumbres de la castaña, con arrullos constantes siguiéndole el paso--. Duermete, mi niña, todo estará bien.
Pero no lo estaría, él mismo lo sabía, porque incluso para él era complicado dormir, porque sabía que al despertar, la tortura nuevamente seguiría.
Su ojo escocía, a causa del llanto retenido, pero le era imposible dejar salir las lágrimas, pues sentía que no tenían más para ofrecer, es por eso que se sentía aún más como la mierda, porque, ¿cómo demonios era incapaz de llorar cuando al amor de su vida había muerto, dejándolo completamente solo?. No lo sabía, pero nada se sentía bien igualmente.
Kuina, te lo ruego, ayúdame... Rogó internamente, cerrando los ojos con impotencia, porque simplemente Kora no dejaba de llorar, agotándole con cada lágrima derramada la alegría.
Fue en ese momento que las palabras de cierta persona rubia llegaron a su mente de manera repentina, como una estrella fugaz,
sacándolo de su estupor cuando fue consiente de sus propias intenciones."Siempre puede recurrir a mi cuando sea necesario, estaré más que feliz de ayudar", esas fueron sus palabras la última vez que lo vió en esa cafetería, pero no sabía si todavía seguían vigentes.
Era noche, seguramente ese rubio estaría profundamente dormido, pero cuando se trataba de Kora, ese chico llegaba a su mente, porque era evidente que se agradaban mutuamente, pero seguía sin sentirse seguro de molestarlo, tal vez, esto no era algo que el cocinero deseaba.
Pero su pequeña estaba tan inconsolable que lo volvía incapaz de seguir cuestionándose cualquier cosa que llegará a su mente, por lo tanto, rápidamente, después de arropar a la castaña con su manta rosa, salió de su apartamento dirigiéndose inmediatamente a la puerta que sabía que era la del rubio, en donde, cuando finalmente llegó, se quedo estático frente a esta, cuestionándose nuevamente si era prudente o no hacerlo.
Kora se removió inquieta entre sus brazos, opacando su vergüenza, así que, sin atreverse a pensar mucho más toco la puerta firmemente con su mano derecha, mientras que con la otra seguía sosteniendo a la castaña contra su pecho, esperando impacientemente ser recibido.
Tocó un par de veces la puerta, sin recibir respuesta, desesperándolo cada vez más por la situación en la que se encontraba, pero aún más por la vergüenza que le ocasionaba tener que recurrir de esa manera tan repentina a ese chico que acaba de conocer pero que sin duda rondaba su mente constantemente. Justamente, después de rendirse, la puerta fue finalmente abierta por el rubio, antes de que Zoro se diera la vuelta para marcharse.
--Marimo, ¿que haces aquí? --preguntó el rubio, totalmente sorprendido.
Zoro miro avergonzado en su dirección, encontrándose con el rostro soñoliento del contrario que le devolvía la mirada con preocupación, para que después de unos segundos sus ojos azules finalmente cayeran en la pequeña entre sus brazos.
--Oi, ¿todo esta bien con Kora? --cuestionó nuevamente, acercándose para intentar ver atraves de la manta que cubría su cuerpo--. ¿Por qué esta llorando?
--Y-yo lo siento, no sé a donde más ir --soltó Zoro en voz baja, apartando la mirada del rostro del otro antes de que viera la desesperación en su ojo--. Kora no puede dormir, no sé que más hacer, lo siento.
--Está bien, entra --ordenó rápidamente, sosteniendo la puerta abierta para que le fuera más fácil adentrarse a su apartamento, siguiéndolo después, cerrando la puerta cuando ambos estuvieron dentro--. ¿Quieres... Dejar que la tome en brazos?
Zoro dudó un poco, pero cuando el rubio le dirigió una pequeña sonrisa sincera, dejó que finalmente alguien más cargara a su hija, sintiendo como todo el estrés se alejaba lentamente de su sistema cuando sus manos quedaron libres de estirarse, pues las tenía acalambradas a causa del peso de la castaña.
El rubio rápidamente cargó a Kora entre sus brazos, pegándola a su pecho con confianza, mientras arrullos tranquilos escapan de sus labios, tan cariñosos que Zoro se vio incapaz de apartar la mirada un solo segundo de la escena, con su corazón repiqueteando dolorosamente dentro de su pecho cuando la castaña dejó de sollozar inmediatamente después de caer en cuenta de la presencia del otro hombre.
--Sany --murmuró la pequeña, con un puchero formándose en sus labios.
--Está bien, Kora, ahora todo esta bien, ¿si? --concluyó el rubio con paciencia, dejando que la niña escondiera su rostro en sus pectorales, adormecida cada vez más por los sonidos adormilados que el cocinero le dedicaba.
Y a pesar de que las palabras no eran dirigidas a el, Zoro realmente creyó en lo que el rubio de cejas raras decía, porque sentía que esta noche todo estaría bien.
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Prometi que volvería y aquí estoy.
Cortito porque si lo juntaba con el otro capítulo quedaría como una biblia, entonces nos vemos pronto.
IF.
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"El deseo de la pequeña Kora" [ZoSan]
Fanfiction"Sanji no solía ser una persona imprudente, solía pensar antes de actuar, previniendo de esa forma las consecuencias de sus acciones, pero ahora, en la cama de un completo desconocido, no podía evitar pensar lo contrario". _________ O en donde la pe...