—Ha...—
Un suspiro entrecortado escapa de mis labios, tan débil que hasta yo dudo si sigo respirando. Mis puños, apretados con una fuerza que rompe mi propia piel, gotean sangre. No parecen mis manos, sino garras ensangrentadas, tan deformes como la ira que siento dentro. Mi cuerpo tiembla, convulsiona, pero mi mirada... mi mirada permanece fija hacia adelante, hacia él.
A mi alrededor... los cuerpos. Sus cuerpos. Mis amigos, mi familia, aquellos que confiaron en mí, yaciendo inmóviles, fríos, destrozados. Todos ellos, muertos. Por mi culpa. Me prometí protegerlos, salvarlos, pero al final... lo único que queda es la muerte. Aparte de él.
Allí está, sentado en su maldito trono.
—¿De qué sirvió todo esto? —me pregunto en silencio mientras lo contemplo. Aquel... monstruo. Todo este derramamiento de sangre, todas las vidas sacrificadas, y apenas conseguimos herirlo. El Sin Nombre, el rey de la nada, sigue sentado. Su cuerpo destrozado, atravesado por espadas, con un brazo amputado y un agujero grotesco en su cuello, pero... aún está ahí. Sin temblores, sin sufrimiento.
Él... él fue el principio del fin. Desde el día en que apareció, marcó el destino de todo lo que conocíamos.
—Drakzhar, ¿te arrepientes? —su voz, fría como una tumba vacía, rompe el silencio. Me paraliza.
—Cállate y solo muere —escupo, sintiendo cómo la sangre burbujea en mi boca, cada palabra tan dolorosa como el aire que entra en mis pulmones destrozados.
—Estuve tan cerca... pero al final... tú... y toda tu raza lograron lo imposible —dice, entre jadeos llenos de sangre—. Deberías sentirte orgulloso.
¿Orgullo? Orgullo... ese maldito... Mi furia estalla, haciéndome perder la razón por un segundo.
—¡Maldito hijo de puta! ¿Cómo podría sentir orgullo de esto? —grito con tanta fuerza que mi voz resuena en los restos de lo que alguna vez fue nuestro hogar. Mis manos tiemblan, mi cuerpo parece romperse bajo el peso del dolor, y siento que mi cabello, todo de mí, cambia con cada segundo que pasa.
—Yo, el rey de la nada, aquel destinado a gobernar un reino vacío, declaro a tu raza... la más desafortunada y la más fuerte... —continúa. Su arrogancia, su maldita arrogancia, perfora mi alma. No puedo soportarlo más.
Apoyándome en lo que me queda de pierna, me levanto. A pesar de haber perdido un brazo, una pierna, y tener uno de mis propios cuernos clavado en mi abdomen, avanzo hacia él. Paso a paso. Lento, pero firme. Lo voy a matar, lo voy a destrozar como él destruyó todo lo que yo amaba.
—Qué desdicha la mía... solo un poco más y habría logrado convertirme en alguien distinto... —susurra, en lo que parecen sus últimos momentos.
Ya no puedo escuchar sus palabras. Mi visión se nubla de furia y dolor. Mi cuerpo está al borde del colapso, pero mis pasos no se detienen. No puedo detenerme. No ahora. No después de todo lo que he perdido. Mi respiración es pesada, como si cada inhalación me quemara por dentro.
—Recuérdame, Drakzhar... yo, Abel, rey de la nada, el que no pudo convertirse en el Sin Nombre, estoy... orgulloso... —dice con su último aliento, con sus ojos vacíos finalmente cerrándose.
Abel. Por fin, tengo un nombre para el monstruo. Mi magia, debilitada, sigue viva, ardiendo como mi odio. Con la poca fuerza que me queda, conjuro una cuchilla de pura energía y la clavo en su corazón. Su último corazón.
Lo aplasto, lo destrozo, hasta que no queda más que polvo. Lo veo morir, y por un instante... solo un instante... el silencio me envuelve. Pero no hay paz. Nunca habrá paz.
Caigo de rodillas junto al cadáver de Abel, mis lágrimas mezclándose con la sangre que aún brota de mis heridas. No puedo dejar de llorar. Todo ha terminado, pero... ¿realmente valió la pena?
—¿Por esto...? ¿Por este cuerpo...? —susurro entre sollozos, mirando las ruinas a mi alrededor. Mi familia... mis amigos... todos muertos... por este maldito cuerpo.
El dolor en mi pecho es insoportable. Todo lo que queda dentro de mí es una mezcla de furia y vacío. La sangre de mis seres queridos aún cubre mis manos, sus rostros muertos se graban en mi memoria para siempre. Me inclino sobre el cadáver de Abel, el bastardo que destruyó mi vida, y las lágrimas caen sobre su piel muerta.
—Mi mamá, mi papá... todos están muertos... mi maestro... —mi voz se rompe, y ya no puedo contenerlo más. Todo dentro de mí se derrumba.
— ¡AAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! —El grito sale de lo más profundo de mi ser, desgarrando el aire a mi alrededor, haciendo que la tierra bajo mis pies tiemble y se agriete. Siento como si mi alma entera se desgarrara, y con ese último grito, todo acaba.
Me desplomo junto a los cuerpos de aquellos por los que luché, por los que perdí todo. Y mientras cierro los ojos, agotado, roto... exhalo mi último suspiro.
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Reencarnación de Drakzhar
FantasyVive con la desesperación de que aquel, quien mato a todos sus seres queridos reviva, y acabe como termino con su anterior mundo, para ello necesita ser más fuerte.. pero antes de eso ¡necesita crecer! renació como un bebé de la raza más débil de to...