La luz era cegadora, abrumando mis sentidos con una intensidad que jamás había experimentado. Sentía una presión creciente en el pecho, una sensación de estar atrapado en un cuerpo que no reconocía. Intenté gritar, pero lo único que salió de mi garganta fue un llanto débil e incontrolable. El pánico me envolvía, era como si algo estuviera terriblemente mal. Intenté mover mis extremidades, pero eran frágiles, débiles. ¿Este cuerpo era mío? No. No podía serlo. Era demasiado pequeño, demasiado... indefenso.
De repente, unos brazos cálidos me alzaron con una suavidad desconocida. El tacto era reconfortante, pero no lo entendía. Entonces, una voz femenina, suave y apacible, llenó el aire.
—Shh... tranquilo, mi pequeño... mamá está aquí,— susurró con un tono tan cálido que, por un instante, el miedo que me consumía comenzó a disiparse.
Abrí los ojos, parpadeando ante la luz que me rodeaba. Frente a mí, una mujer de cabellos dorados me miraba con ojos azul claro, como un cielo despejado. Su mirada estaba llena de algo que nunca antes había recibido: amor, ternura. Era una sensación extraña, un remolino de emociones me invadió. ¿Quién era ella? ¿Por qué me miraba con tanto afecto?
—Darek, ven aquí. Nuestro hijo ha despertado,— llamó la mujer con una sonrisa tan luminosa que parecía llenar la habitación.
Escuché unos pasos firmes resonar en el suelo de madera, con un ritmo pausado y seguro. Un hombre alto, de constitución robusta, entró en la habitación. Vestía una armadura de cuero, y su semblante, serio y marcado por cicatrices, cambió cuando me miró. Su cabello castaño estaba corto y desordenado, y aunque su rostro era duro, algo en su mirada se suavizó al verme.
—¿Cómo está nuestro pequeño guerrero, Helena?— preguntó con una voz profunda, grave, que resonaba como un trueno lejano.
—Está bien, Darek,— respondió la mujer, cuyo nombre supe entonces era Helena. —Aunque parece que ha tenido un pequeño susto. Pero lo superará.—
El hombre se inclinó sobre mí, observándome con ojos oscuros y penetrantes. Había algo en su mirada que me resultaba vagamente familiar, una dureza que sólo alguien que ha visto la guerra podría entender. Sin embargo, su expresión se relajó cuando sonrió brevemente y su mano grande y callosa acarició mi cabeza con suavidad.
—Drakzhar,— dijo, pronunciando mi nombre con una firmeza que resonó en mi mente. —Un nombre para un verdadero guerrero.—
Sentí como si el mundo se desmoronara a mi alrededor. Drakzhar. Mi propio nombre. ¿Cómo era posible? ¿Era esto un juego cruel del destino? El mismo nombre, la misma sensación de ser atrapado por fuerzas que no podía controlar.
Los días que siguieron fueron extraños. Aunque mi cuerpo era el de un bebé, mi mente seguía siendo la de Drakzhar, el demonkin que había comandado ejércitos. Intentaba procesar mi nueva realidad, observando todo con una mezcla de fascinación y desconcierto. Helena era un ser de luz, siempre acariciando mi frente, susurrando canciones dulces que me arrullaban en un estado de calma. Su voz tenía algo especial, una suavidad mágica que me envolvía.
Darek, por otro lado, era una figura de poder silencioso. Su presencia llenaba la habitación, aunque no decía mucho. Me observaba con detenimiento, como si intentara desentrañar un misterio oculto en mi frágil cuerpo. Sus ojos oscuros revelaban una preocupación que parecía ocultar a Helena.
Una tarde, mientras el sol se filtraba por las ventanas, Darek entró con el ceño fruncido. Su figura llenó el umbral de la puerta.
—Helena,— dijo, su voz grave y algo tensa. —Me han llamado al frente. Debo partir al amanecer.—
Helena, que estaba sentada junto a mi cuna, me miraba con amor mientras acariciaba mi mejilla. Al escuchar las palabras de Darek, su sonrisa titubeó, pero solo por un segundo. Ella asintió, con los ojos llenos de una calma que parecía contradecir la noticia.
—Lo sabía,— murmuró. Se levantó con gracia, cruzando la habitación hasta él. —Siempre estamos preparados para esto, ¿no?— Le tomó la mano con delicadeza, su voz era tranquila pero cargada de una emoción profunda. —Sólo... vuelve a nosotros sano y salvo, ¿sí?
Darek la miró en silencio por un momento antes de inclinar la cabeza y besar su frente. Su respiración era pesada, como si estuviera procesando el peso de lo que estaba a punto de enfrentar.
—Te lo prometo,— dijo con una voz baja y firme. Se giró hacia mí, sus ojos recorrieron mi pequeña figura en la cuna. —No podría dejarte sola con este pequeño guerrero, después de todo.—
Helena sonrió, aunque sus ojos brillaban con una tristeza que intentaba ocultar.
Internamente, mi mente analizaba cada palabra. "Al frente"... ¿Estamos en guerra? La preocupación se aferró a mi pecho como un ancla. Este cuerpo era vulnerable, y no sabía nada de este mundo en el que había renacido. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí expuesto, indefenso. Ya no era el poderoso demonkin que había sido. Ahora, cualquier amenaza podría aniquilarme sin dificultad.
Con una sensación de urgencia, comencé a concentrar mi mente, reuniendo las motas de energía mágica que sentía a mi alrededor. Sabía que necesitaba poder, necesitaba la capacidad de protegerme en este cuerpo diminuto. Si no lo hacía, estaría jugando a los dados con mi destino.
La noche siguiente llegó con una rapidez inquietante. Darek, completamente armado y listo para partir, se encontraba en la puerta de la casa. El silencio en la habitación era pesado, cada respiración parecía amplificar el peso de la despedida.
—Por favor, Darek... cuídate,— dijo Helena, su voz quebrada por las emociones que había estado intentando contener. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras se acercaba para abrazarlo. —No podría soportar perderte... no ahora.—
Darek la rodeó con sus brazos fuertes, pero su mirada era distante, fija en algo más allá de la puerta. Sabía que el deber lo llamaba, pero la batalla interna en su pecho era evidente. Se inclinó para besarla suavemente en los labios, susurrando palabras que solo ella pudo escuchar.
Luego se agachó hasta quedar frente a mi cuna. Sus manos rudas, acostumbradas a blandir espadas, me acariciaron la frente con una ternura sorprendente. Me observó, sus ojos serios, pero llenos de una promesa silenciosa.
—Volveré,— murmuró, con una firmeza que parecía más una declaración para sí mismo que para nosotros.
Helena asintió, limpiándose las lágrimas y forzando una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Vuelve a casa, Darek... te estaremos esperando.
Con un último vistazo, Darek salió por la puerta, y el sonido de sus pasos se desvaneció en la distancia. La noche era profunda y el silencio que dejó tras de sí era abrumador.
Helena me tomó en brazos, su respiración temblaba mientras intentaba calmarse. Acarició mi mejilla suavemente, como buscando consuelo en mi pequeña presencia.
—Todo estará bien,— susurró, aunque su voz se quebraba. —Volverá... siempre vuelve.
Pero en el fondo de mi ser, sabía que el mundo en el que había renacido era uno de incertidumbre y peligro.
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Reencarnación de Drakzhar
FantasyVive con la desesperación de que aquel, quien mato a todos sus seres queridos reviva, y acabe como termino con su anterior mundo, para ello necesita ser más fuerte.. pero antes de eso ¡necesita crecer! renació como un bebé de la raza más débil de to...