Mi corazón tiembla, y en este momento solo tengo un pensamiento: necesito ver a mi hijo, saber que está a salvo. Si una escena tan horrible ocurrió aquí... podría estar sucediendo en todas partes. Tomo una bocanada de aire, y con una fuerza que no sé de dónde proviene, logro levantarme. Al hacerlo, dejo una marca en el barro, y noto que mi vestido, antes blanco, ahora es apenas un trapo sucio, cubierto de lodo y manchado de miedo.
Me acerco a Galdor con cautela, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad por su estado. Mis ojos recorren su figura, buscando alguna señal de herida.
—Galdor... ¿estás bien? —pregunto, intentando que mi voz no suene tan temblorosa.
Él asiente con su habitual calma, aunque sus ojos parecen distantes, como si también estuviera procesando el horror que nos rodea.
—No te preocupes, Helena. No eran tan fuertes —me dice con una serenidad que me reconforta, aunque me cuesta creerlo en medio de tanta devastación—. Esto... la ciudad... —Su voz se apaga mientras sus ojos recorren la destrucción, buscando palabras que, al igual que yo, no parece encontrar.
Contengo el aire, como si al hacerlo pudiera despertar de esta pesadilla. Miro alrededor, la escena casi irreal, y la voz me tiembla cuando hablo de nuevo.
—No sé quién habrá causado esto, pero... —miro de nuevo hacia la ciudad en ruinas y siento un nudo en el estómago—, este lugar ya no es seguro, Galdor. Tengo que encontrar a mi hijo. La academia... debe ser un lugar relativamente seguro, ¿verdad?
Galdor desvía la mirada hacia el horizonte, su ceño fruncido como si evaluara todas las amenazas ocultas. Finalmente, asiente.
—La academia debería estar protegida... pero es difícil saber hasta qué punto —admite, su voz baja y seria—. No estás sola en esto, Helena. Vamos juntos, encontraremos a Drakzhar.
Sus palabras me devuelven un poco de esperanza. Inmediatamente, nos ponemos en marcha. Avanzamos a través del campo, dejando la escena devastada atrás, sin atrevernos a mirar atrás.
Empezamos a caminar por el sendero principal, adentrándonos en el bosque. El silencio entre nosotros es sepulcral, pesado como un réquiem por los muertos. Cada paso sobre la tierra húmeda parece resonar en la quietud del lugar, como si hasta el bosque guardara luto por las almas perdidas en la masacre. Después de caminar un par de horas, Galdor se detiene, y ambos decidimos hacer una breve pausa. Nos sentamos sobre un tronco caído, exhaustos y llenos de preguntas.
Respiro hondo, intentando sacudir la imagen de los cuerpos, pero la frustración me vence.
—¿Cuál sería la razón para matar a tanta gente inocente? —pregunto, con la voz cargada de impotencia.
Galdor toma aire, y su mirada se endurece mientras me responde.
—Es un símbolo. A veces, los símbolos son más importantes que las personas para quienes buscan poder. Querían que no quedara nadie, nosotros incluidos. —Suspira y se sienta junto a mí—. Algo noté en aquellos que nos perseguían. Llevaban un tatuaje... —Baja la mirada al suelo y toma una rama, dibujando en el barro un símbolo—. En mis años de mercenario aprendí a reconocerlo; es el emblema del Gremio de Asesinos del Vial.
Lo observo dibujar la figura: una serpiente enroscada y rodeada por una corona de alambre.
—¿Quiénes son ellos? ¿Por qué querrían matarnos? —pregunto, aún intentando comprender lo que este símbolo representa.
—Son mercenarios, asesinos a sueldo —responde con calma, aunque la dureza en sus ojos no disminuye—. Gente que hace cualquier cosa por dinero. —Deja caer la rama, mirando el símbolo en el suelo como si fuera una amenaza viva—. No sé por qué nosotros, Helena, pero este tipo de trabajos solo los aceptan si el precio es alto.
Observo el dibujo y mi mente vuelve a la imagen de la ciudad en llamas.
—¿Crees que ellos también fueron los que incendiaron la ciudad?
Galdor niega lentamente, su mirada pensativa.
—No creo que hayan sido ellos solos. No tienen la capacidad ni los recursos para algo tan grande. Alguien más debió ayudarles... alguien con influencia y poder.
Ambos nos quedamos en silencio, las sombras del bosque moviéndose con el viento, como si fueran espectros atentos a nuestra conversación. La idea de un poder mayor detrás de la masacre hace que un escalofrío me recorra la espalda. Galdor se levanta del tronco y me ofrece una mano para seguir.
—Será mejor que no nos quedemos mucho tiempo aquí. Cada minuto cuenta, y Drakzhar nos necesita.
Caminamos durante cinco horas sin descanso, hasta que finalmente, en el horizonte, apareció una sombra. Mis ojos se fijaron en la silueta de un carruaje abandonado a un lado del camino, el mismo que había llevado a Drakzhar. Sentí cómo mi corazón latía con fuerza descontrolada, y una ansiedad indescriptible me impulsó a correr hacia él. Al llegar, mis manos temblorosas se aferraron a las puertas y mi mirada desesperada recorrió cada rincón. Allí, en el asiento del conductor, yacía el cuerpo del chofer, su cabeza inclinada en un ángulo antinatural. La herida que marcaba su frente era una clara señal de su violento final.
Un sollozo escapó de mis labios, y mi cuerpo comenzó a temblar al imaginar lo que podría haber ocurrido. Sin embargo, al no encontrar a Drakzhar dentro del carruaje, un leve suspiro de alivio me recorrió. Me giré para ver a Galdor, quien, con una mirada seria y profunda concentración, observaba cuidadosamente las huellas y el entorno.
—Aquí hay algo extraño —murmuró, acariciándose la barba mientras señalaba una marca bien definida en la madera del carruaje—. Parece que Drakzhar saltó hacia el bosque en algún momento. Mira, aquí está la huella de su pie... Pero no está solo. Al instante en que saltó, empezaron a seguirlo —continuó, indicando una serie de pisadas que rodeaban el lugar—. Sin embargo, si el conductor estaba muerto desde antes, ¿por qué no hay señales de una pelea en el carruaje? Esto significa que fue un ataque rápido y calculado.
Su análisis era frío y meticuloso, y en ese momento, mi mente comenzó a comprender la crudeza de lo que estábamos enfrentando. Miré hacia el bosque, siguiendo la dirección que las huellas nos indicaban, y sin dudarlo, nos adentramos en la espesura. El ambiente estaba cargado de tensión, cada sombra parecía esconder un posible peligro, y el eco de nuestras pisadas rompía la quietud de un lugar que se sentía ominoso.
Treinta minutos después, el camino nos llevó hasta un claro, donde la visión me heló la sangre. En el suelo, yacía el cuerpo de un hombre, con un tatuaje en el brazo, el símbolo de una serpiente enrollada en alambres: el emblema de los asesinos del Gremio del Vial. Me acerqué, temblando, observando la brutalidad de la herida en su cabeza. Galdor examinaba cada detalle con su expresión gélida y calculadora. No tardamos en encontrar un segundo cuerpo, luego un tercero, todos con el mismo tatuaje y todos abatidos con una precisión letal.
—A este le cortaron la cabeza sin que pudiera ofrecer mucha resistencia —observó Galdor, su voz tan fría como el filo de una espada—. Quien los eliminó tiene experiencia en asesinatos y no dudó en acabar con ellos.
Mis pensamientos eran un torbellino de preguntas y miedos. ¿Era posible que Drakzhar hubiera estado aquí? ¿Podría haberse defendido o habría alguien protegiéndolo? La idea era tan perturbadora como esperanzadora, y al mismo tiempo, me llenaba de incertidumbre.
—¿Crees que Drakzhar...? —Intenté decirlo, pero las palabras se atoraron en mi garganta, incapaces de expresar el temor que me embargaba.
—No podemos saberlo aún, Helena —respondió Galdor, desviando su mirada del último cadáver para mirarme directamente—. Pero si Drakzhar sigue en peligro, debemos movernos rápido. No ganamos nada vagando por el bosque sin rumbo fijo. Claus en la academia es nuestra mejor oportunidad. Con su ayuda, podremos encontrarlo antes de que sea demasiado tarde.
Tragué saliva y respiré hondo, dejando que su determinación me fortaleciera. Miré una última vez las huellas, los cuerpos y el camino que se perdía en el bosque, antes de seguir a Galdor con paso firme. Cada zancada era un paso más hacia el final de esta pesadilla, y cada latido de mi corazón resonaba con el único deseo de encontrar a mi hijo sano y salvo.
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Reencarnación de Drakzhar
FantasiaVive con la desesperación de que aquel, quien mato a todos sus seres queridos reviva, y acabe como termino con su anterior mundo, para ello necesita ser más fuerte.. pero antes de eso ¡necesita crecer! renació como un bebé de la raza más débil de to...