Capítulo 3: un nuevo comienzo (2)

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Abrí los ojos lentamente, aún sintiendo los estragos del caos que había provocado antes de perder el conocimiento. La habitación en la que me encontraba era extraña para mí, más rústica, distinta de lo que solía ser mi hogar... el hogar que destruí. Sentí una punzada de culpa y resignación.

-Vaya desastre... -murmuré para mí mismo, sabiendo que nada de lo que había pasado podía revertirse.

El recuerdo de los últimos eventos llegó a mi mente con claridad: un "Despertar del Mana". Durante meses, el mana se había acumulado dentro de mi cuerpo, creciendo en densidad hasta que alcanzó su límite y colapsó, formando una esfera de energía pura. El mana impuro fue expulsado de mi ser con una violencia que no había anticipado, destruyendo todo a mi alrededor.

-Es el mismo principio que el Frenesí de Mana... pero al revés -reflexioné.

En mi mundo anterior, el Frenesí de Mana era una muerte segura. Una vez que los meridianos se desestabilizaban, el mana absorbido sobrecargaba el cuerpo, lo que conducía a una explosión interna, arrasando con todo. Era el destino de muchos que intentaban alcanzar un nuevo nivel sin la preparación adecuada.

Pero esta vez, era diferente. Sabía que había alcanzado el primer nivel de mana, aunque en este mundo aquello apenas me convertía en un aprendiz. Una sonrisa amarga cruzó mis labios al recordar mi vida pasada. Allí, todos los demonkin nacían con el primer nivel de mana ya desbloqueado, y a mi edad ya era un mago de quinto círculo. Qué diferente era este nuevo mundo, tan débil...

La puerta de la habitación se abrió en ese momento, sacándome de mis pensamientos. Mi madre, Helena, entró con una expresión de alivio y preocupación. Al acercarse, su rostro se suavizó al verme despierto.

-Oh, cariño, qué susto me diste... -dijo con ternura, acercándose para sentarse junto a mí-. No sabes lo preocupada que estaba. Has causado un verdadero desastre.

No había reproche en su voz, solo una mezcla de amor y resignación. Me observó detenidamente, y luego acarició mi mejilla con delicadeza. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, como si contuviera una avalancha de emociones.

-Vamos a quedarnos en la casa de un viejo amigo -continuó, su voz temblorosa pero decidida-. Él es un mago, y nos ayudará a entender lo que te está pasando.

Me quedé en silencio, observando cómo las lágrimas caían lentamente por su rostro. En mi vida anterior, emociones como esta no existían. Mi madre, en aquel entonces, me veneraba por mi poder, como todos los demonkin. Pero aquí... esto era diferente. La preocupación, el amor genuino... no sabía cómo responder a eso.

Los días siguientes fueron un borrón de acontecimientos hasta que finalmente llegamos a la casa de Galdor, el mago del que mi madre había hablado. La casa, llena de artefactos antiguos y libros de magia, tenía un aire de sabiduría y poder acumulado. Galdor era un hombre alto, con una barba gris que caía hasta su pecho y unos ojos que parecían penetrar más allá de la piel, como si pudiera leer mis pensamientos con solo mirarme.

Desde el primer momento, supe que no sería fácil engañarlo. Había disciplina y severidad en su mirada, pero también una extraña comprensión. Como si pudiera ver el verdadero alcance de mi poder.

-Así que este es el chico del que tanto me has hablado, Helena -dijo Galdor, mientras dibujaba símbolos en el aire con un leve gesto de sus manos-. Es vital que aprenda a controlar su poder antes de que ocurra otro incidente.

-Lo sé -respondió mi madre, claramente nerviosa-. Por eso confío en ti, Galdor. Cuídalo, por favor.

Galdor no respondió de inmediato, y tras unos segundos de silencio, se volvió hacia mí. Con un simple movimiento de su mano, creó esferas de luz flotantes que giraron a mi alrededor, una de ellas con un brillo rojo intenso, otra con un azul profundo.

Reencarnación de DrakzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora