Ya han pasado seis meses desde que renací en este mundo, y en este tiempo me he dedicado solo a una cosa: sentir el mana a mi alrededor. Al principio, todo fue extremadamente difícil. Cada pequeña partícula de mana que lograba captar me dejaba exhausto, obligándome a dormir más de lo que sería normal para un bebé.
Helena, mi madre en esta vida, había expresado su preocupación muchas veces. Ahora, sin Darek a su lado, su ansiedad se había vuelto más palpable.
—Drakzhar duerme tanto... y casi no llora —decía mientras me observaba con sus ojos llenos de amor y preocupación—. Nunca se queja, ni siquiera cuando tiene hambre o está incómodo.
Su voz temblaba. Desde que Darek partió para la guerra, sus palabras llevaban un peso mayor, como si cada pensamiento sobre mí la llenara de miedo e incertidumbre. La preocupación por su esposo en el frente y por mí aquí, solo aumentaba día a día.
No puedo evitar sentir un atisbo de culpa. No solo por la carga que le represento a Helena, sino por lo que estoy tratando de hacer en secreto. Cada vez que intento sentir el mana, mi cuerpo, todavía demasiado pequeño e inmaduro, se desborda de energía. Al principio, capturar mana era casi imposible. Ahora, con cada pequeño avance, el agotamiento resultante me empuja a largas siestas que apenas pueden compararse con las de un recién nacido.
Durante estos meses, pasé mucho tiempo pensando en la coincidencia de renacer con el mismo nombre que tuve en mi vida anterior. ¿Era obra del destino? ¿Una broma cósmica? Todavía no tenía respuestas, pero una cosa estaba clara: mi antigua vida como demonkin me había dado una ventaja, una comprensión innata de la magia, aunque en este cuerpo humano, controlarla era un desafío mucho mayor.
Entonces, un día, algo extraño ocurrió.
—¿Qué está pasando? —me pregunté, al sentir una perturbación dentro de mí.
Toda la magia que había acumulado comenzó a comportarse de manera errática. Una fuerza de atracción, desconocida hasta entonces, tiraba de la energía dentro de mi pequeño cuerpo. Era como si una tormenta estuviera a punto de desatarse.
—No... no ahora... —murmuré internamente, intentando controlar la energía que se acumulaba peligrosamente.
La sensación era familiar y a la vez distinta. En mi vida anterior, el mana fluía naturalmente hacia mí, pero ahora, cualquier intento de controlarlo solo hacía que la fuerza se volviera más inestable.
—No está funcionando... —pensé con desesperación—. ¡Esto es peor que antes!
La energía dentro de mí se agitaba como una bestia descontrolada, amenazando con romperme desde adentro. Fue entonces cuando algo hizo clic en mi mente.
—¡Eso es! —pensé—. Debo dejar que fluya, no forzarlo.
Con esta nueva comprensión, dejé de intentar contener la energía y, en su lugar, comencé a guiarla, permitiendo que fluyera hacia mis meridianos principales. Poco a poco, la tormenta de mana dentro de mí empezó a calmarse, pero la situación estaba lejos de ser controlada.
Helena estaba cerca, ajena al peligro que se desarrollaba a su alrededor. No podía permitirme perder el control. Con cada gramo de concentración que pude reunir, comencé a dirigir el mana hacia una esfera en mi abdomen, pero el proceso me llevó al límite.
—No... puedo fallar... —me repetí.
Después de horas de intenso esfuerzo, sentí que la energía empezaba a estabilizarse, pero antes de que pudiera respirar aliviado, una última ráfaga de mana descontrolada estalló fuera de mí.
Helena, quien estaba en la habitación, gritó de puro pánico.
—¡DRAKZHAR!
Mi pequeño cuerpo, incapaz de manejar tal cantidad de energía, comenzó a flotar lentamente sobre la cuna. La energía se agitaba a mi alrededor como una tormenta de relámpagos, descontrolada y caótica. Helena intentó correr hacia mí, pero una ráfaga de energía la hizo retroceder.
—¡Por favor, no! —gritó, mientras las lágrimas corrían por su rostro.
Toda la casa temblaba. La estructura misma de nuestro hogar crujía bajo la presión de la energía desatada. En ese momento, comprendí que la única manera de evitar una tragedia era soltar todo el mana que había estado acumulando.
Con una última exhalación, liberé la energía en una explosión devastadora.
La casa, las paredes, los muebles... todo fue destruido en un instante. La explosión levantó una nube de polvo y escombros, y el sonido fue ensordecedor. Helena fue lanzada hacia atrás, aterrizando a varios metros de distancia.
Cuando la nube de polvo se disipó, el silencio cayó sobre los restos de lo que había sido nuestro hogar. Helena, cubierta de polvo y con la mirada desorientada, buscó frenéticamente a su alrededor.
—Drakzhar... —susurró con una mezcla de horror y esperanza.
En medio de los escombros, mi cuerpo seguía flotando. La energía a mi alrededor comenzaba a calmarse, pero mis pequeños ojos se mantenían cerrados por el esfuerzo. Mis diminutos pies finalmente tocaron el suelo y, agotado, caí al suelo. La única razón por la que no había destruido más que la casa era porque, en el último segundo, había logrado redirigir parte de la energía.
Helena, con lágrimas en los ojos, corrió hacia mí, arrodillándose entre los escombros. Me levantó con cuidado y, a pesar de todo el caos, me abrazó con fuerza, sus lágrimas mojando mi pequeña cabeza.
—No sé qué eres, mi pequeño... —susurró con voz rota—, pero siempre serás mi hijo.
Me esforcé por mantenerme consciente, pero el agotamiento me venció, y lentamente me sumergí en la oscuridad, mientras el rostro angustiado de mi madre se desvanecía ante mí.
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Reencarnación de Drakzhar
FantasiVive con la desesperación de que aquel, quien mato a todos sus seres queridos reviva, y acabe como termino con su anterior mundo, para ello necesita ser más fuerte.. pero antes de eso ¡necesita crecer! renació como un bebé de la raza más débil de to...