Capítulo 9: La academia (2)

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A lo lejos, se alzaba una muralla imponente que rodeaba la ciudadela. Torres se elevaban alrededor de la fortificación, y en el centro destacaba un castillo monumental con techos puntiagudos que parecían rozar el cielo. Todo en la escena destilaba grandeza y misterio, como si el lugar mismo estuviera impregnado de un poder antiguo y desconocido.

Sin embargo, algo perturbador llamaba la atención. Desde la distancia, pude ver varios zeppelins acercándose, flotando ominosamente hacia la ciudad. La expresión en el rostro de Claus no me tranquilizaba; había algo serio sucediendo, algo que yo aún no comprendía del todo.

—Maestro... ¿qué está pasando...? —pregunté, pero antes de que pudiera terminar la frase, el aire a mi alrededor se tornó pesado. Una sed de sangre incontrolable me invadió, recorriendo todo mi ser en un instante. Esa oscura energía era de Claus, pero tan rápido como había llegado, desapareció sin dejar rastro, como si nunca hubiera estado allí.

Claus me observó en silencio antes de hablar, su voz esta cargada de una fría certeza.

—Drakzhar, es hora de tu primera lección de historia. Nuestro imperio se llama Nuevo Mundo, un imperio joven en comparación con otros, pero ya estamos en guerra con la mitad del continente —sus ojos se clavaron en los zeppelins, endureciéndose—. No te puedo decir si somos los buenos o los malos en esta historia, pero hay algo que debes entender: estamos en guerra.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escucharlo. No era el tipo de enseñanza que esperaba.

—Y esos zeppelins que ves —continuó— pertenecen al Imperio Creonti, nuestros enemigos más cercanos. Hoy, por desgracia para ti, pequeño alumno, experimentarás la guerra.

Sin previo aviso, Claus hizo un gesto con la mano, y el mundo a nuestro alrededor comenzó a distorsionarse. El paisaje se doblaba y se retorcía en formas imposibles, como si la realidad misma se fragmentara. En un parpadeo, estábamos en una sala cerrada. Alrededor de nosotros, cinco figuras se arrodillaban en silencio, sus cabezas inclinadas como si hubieran esperado la llegada del director.

Una de ellas, un hombre alto, de casi dos metros, con un elegante esmoquin negro, se levantó y caminó lentamente hacia Claus. Sus pasos resonaban con autoridad en el lugar.

—Claus... no creo que necesites explicaciones —dijo, lanzándome una mirada rápida antes de centrarse nuevamente en el director—. Danos tus órdenes.

Claus lo observó con calma antes de hablar.

—Activen todos los hechizos de defensa. Evacuen a los alumnos de los primeros cursos por los túneles subterráneos. Los de cuarto a sexto año deberán ser desplegados en las murallas. Que los profesores se preparen para el ataque. Y a partir de este momento, actúen por su cuenta. No esperen mis órdenes directas, preparen a los estudiantes y dispónganse para lo que venga.

—Como usted ordene —respondieron todos al unísono antes de desaparecer en un suspiro de magia, con excepción del hombre alto.

Claus se giró hacia él, pero esta vez su mirada era más suave.

—Xavier, quédate.

—¿Quién es este chico, Claus? —preguntó Xavier, mirándome detenidamente.

—Es mi nuevo discípulo, su nombre es Drakzhar —respondió Claus con tono neutral.

La mirada de Xavier cambió de la curiosidad al análisis. De pronto, una presión intensa cayó sobre mí, similar a la que había sentido al conocer a Claus, pero esta vez era diferente, más suave, más sutil, pero igualmente opresiva. Aun así, no me dejé doblegar. Mis músculos se tensaron, y lo miré fijamente, mi hostilidad creciendo.

—¿Qué crees que haces? —solté con voz fría, sin ocultar mi molestia.

Xavier sonrió, pero en sus ojos había una chispa de aprobación.

—Interesante, Claus. Resistió la presión que a otros alumnos de su edad les costaría siquiera respirar. —Me miró con genuino interés—. ¿Dónde lo encontraste?

Claus suspiró, frotándose las sienes con visible cansancio.

—Déjalo en paz, Xavier. Drakzhar iba a ser un nuevo alumno de la academia, pero... ocurrieron algunos accidentes en el camino, así que lo traje personalmente.

Xavier se encogió de hombros, aparentemente satisfecho con la respuesta.

—Está bien. Solo quería probarlo un poco. Después de todo, es tu primer discípulo —dijo con una sonrisa ladina, pero su semblante cambió de inmediato, adoptando una seriedad inquietante—. ¿Por qué crees que es ahora?

Claus frunció el ceño, mirando hacia la ventana.

—No lo sé... Es difícil predecir los movimientos de Creonti...

Antes de que pudiera terminar, una explosión resonó en el exterior, haciendo temblar los muros. Me acerqué rápidamente a la ventana, pero no podía ver más allá del humo espeso. Sin embargo, a través del humo, distinguí una barrera translúcida, cubierta de runas que brillaban débilmente. Era la defensa mágica de la academia.

—La barrera no durará mucho si siguen lanzando misiles —comentó Xavier, observando con detenimiento—. Necesitamos refuerzos de la capital o todos moriremos aquí. Conté al menos treinta zeppelins de guerra fuera.

Sus ojos se posaron sobre mí, con una pizca de curiosidad en su voz.

—¿No tienes miedo, niño?

Lo miré fijamente, sin comprender su pregunta.

¿Miedo de qué?

Xavier esbozó una sonrisa enigmática antes de sacudir la cabeza.

—Oh... de nada —murmuró, pero algo en su expresión me decía que había mucho más de lo que estaba dejando ver.

—Xavier, lleva a Drakzhar a los pasadizos subterráneos. Asegúrate de entregarlo a Nikolas y luego regresa —ordenó Claus, con su habitual calma y seguridad.

Antes de que Xavier pudiera moverse, di un paso adelante, mirándolo directo a los ojos.

—Maestro... no soy de las personas que se esconden de un combate —declaré con seriedad. Aunque ahora estaba en el cuerpo de un niño, el instinto de lucha seguía arraigado en lo profundo de mi ser.

Apenas terminé de hablar, Xavier se echó a reír. Era una risa cargada de burla, una que me hizo apretar los dientes de frustración.

—¡Jojojo! Mira a este valiente niño. Aunque quisieras ayudar, no podrías hacer nada ahora, pequeño. Mejor deja esto a los adultos —dijo, y con un simple gesto de sus dedos, sentí como una fuerza invisible me rodeaba, inmovilizándome por completo. Era como si algo más grande que yo me sujetara, impidiéndome siquiera moverme.

Claus se acercó lentamente, observándome con ojos reflexivos.

—Gracias, Xavier. Más adelante, Drakzhar, llegará tu momento, pero aún no es ahora —dijo mientras me daba dos suaves palmadas en la cabeza, un gesto que encendió una furia silenciosa en mi interior—. Voy a necesitar que ayudes a los otros niños a huir. ¿Puedes hacer eso?

Sentí mis tripas retorcerse. Ser tratado así, como un niño indefenso, era un golpe a mi orgullo. Yo había sido un guerrero experimentado, un combatiente en mil batallas... pero tenía que aceptar mi nueva realidad, por muy frustrante que fuera. Respiré profundamente, intentando contener la vergüenza que me quemaba por dentro.

—Sí, maestro... puedo hacerlo —respondí, con la voz algo apagada, luchando por mantener mi dignidad en medio de la situación.

Xavier sonrió de lado y se giró, haciéndome un gesto para que lo siguiera. A regañadientes, comencé a caminar detrás de él, sabiendo que, por ahora, mi papel en esta batalla sería diferente al que estaba acostumbrado. Pero en mi interior, juré que no pasaría mucho tiempo antes de que volviera a luchar. Mi momento llegaría.

Reencarnación de DrakzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora