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El lunes por la mañana, Luna se despertó con una sensación de incertidumbre. Los ecos de la conversación con sus hermanos seguían rondando en su mente, especialmente las palabras de César y Cristhian. Aunque Carlos había demostrado estar de su lado, la realidad era que aún tenía que convivir con la tensión que los otros dos imponían sobre ella. Sentía como si una parte de la casa estuviera siempre en guerra con su libertad.

Se levantó con lentitud y, después de una rápida ducha, bajó a desayunar. Para su sorpresa, Cristhian ya estaba en la cocina, como si la estuviera esperando. Sus ojos oscuros y penetrantes la observaron mientras se servía un café.

-Necesitamos hablar-, dijo, su tono firme como de costumbre.

Luna apretó los labios. Sabía que este momento llegaría, pero eso no hacía que fuera más fácil.

-Está bien-,respondió ella, tomando asiento frente a él.

-Quiero que entiendas que lo que estamos haciendo es por ti-, comenzó Cristhian, sin rodeos. -César y yo no somos tus enemigos. Todo lo contrario. Queremos que tomes buenas decisiones y que no te metas en situaciones de las que no puedas salir-.

Luna lo miró fijamente, intentando no perder la calma. -Lo sé, Cristhian. Pero también tienes que entender que no puedes controlar cada aspecto de mi vida. No soy una niña, ya no-.

Cristhian soltó un suspiro, claramente frustrado por su respuesta. -Luna, siempre serás nuestra hermana pequeña, eso no va a cambiar. No puedo evitar preocuparme por ti. No se trata solo de que estés saliendo con Gabito, es todo el comportamiento que has tenido últimamente. Parece que te estás alejando de nosotros-.

Luna se enderezó, notando la acusación implícita en sus palabras. -No me estoy alejando de ustedes. Solo estoy tratando de encontrar mi propio camino. No quiero ser la chica que siempre está bajo la sombra de sus hermanos mayores-.

-Es que no estás lista para caminar sola todavía-, interrumpió César, entrando en la cocina con la misma mirada crítica que había tenido durante días. -Todavía no entiendes lo que está en juego. Nosotros ya hemos pasado por lo que estás pasando, y sabemos lo que puede salir mal-.

Luna sintió una oleada de frustración. -¡No se trata de que no esté lista! Se trata de que necesito la oportunidad de aprender por mí misma. Ustedes no pueden vivir mi vida por mí-.

César cruzó los brazos, claramente no convencido. -Luna, lo que no entiendes es que no se trata solo de ti. Cuando te equivocas, nos afecta a todos. Si algo te pasa, ¿quién crees que va a estar ahí para recogerte? Nosotros. Y no siempre podemos salvarte-.

Las palabras de César fueron duras, pero también ciertas. Luna lo sabía, pero eso no hacía que la situación fuera más justa. Siempre había estado bajo su cuidado, siempre protegida. Pero eso también significaba que nunca había tenido la oportunidad de tomar decisiones por sí misma, ni de enfrentar las consecuencias de esas decisiones.

-Si algo me pasa, lo enfrentaré-, dijo Luna con voz baja pero decidida. -Eso es lo que significa crecer. Entiendo que quieren protegerme, pero si no me dejan vivir mi vida, nunca sabré cómo manejarla-.

César y Cristhian intercambiaron una mirada, pero ninguno de los dos parecía dispuesto a ceder.

Carlos, quien había estado escuchando desde la puerta, finalmente intervino. -Ya basta-, dijo con calma. -Esto no va a ningún lado. Ustedes no pueden obligarla a seguir sus reglas para siempre-.

César lo miró con incredulidad. -¿Tú también estás de acuerdo con esto? ¿Dejar que ella se meta en problemas y esperar que todo salga bien?-

-Eso no es lo que estoy diciendo-, replicó Carlos. -Lo que digo es que, tarde o temprano, todos necesitamos hacer nuestras propias elecciones, aunque sean las equivocadas. No podemos protegerla de la vida para siempre-.

Luna sintió un alivio momentáneo al escuchar las palabras de Carlos. Su apoyo significaba mucho, especialmente cuando los otros dos parecían tan intransigentes.

Cristhian, sin embargo, no estaba convencido. -Es fácil decirlo cuando no eres tú el que está al frente de todo. Pero cuando las cosas se complican, seremos nosotros los que tengamos que lidiar con las consecuencias-.

Luna se levantó de la mesa, incapaz de soportar más la tensión. -Me alegra que te preocupes por mí, Cristhian, pero no voy a dejar que me sigan controlando. Voy a tomar mis propias decisiones, y si cometo errores, los enfrentaré. Pero quiero que sepan que no lo hago por desafiarles. Lo hago porque es lo que necesito-.

Sin esperar una respuesta, se dirigió a la puerta. Sentía su corazón latiendo con fuerza, pero al mismo tiempo, una determinación nueva le llenaba el pecho. No podía seguir viviendo bajo la sombra de sus hermanos para siempre. Era hora de tomar las riendas de su propia vida, aunque eso significara romper algunas barreras en el camino.

Cuando salió de la casa, el aire fresco de la mañana la golpeó con suavidad, y Luna sintió que había dado otro paso hacia su libertad. Sabía que el camino no sería fácil, y que César y Cristhian seguirían oponiéndose a su independencia. Pero, al menos, Carlos estaba de su lado. Y eso le daba la fuerza que necesitaba para seguir adelante.

El día apenas comenzaba, y con él, las decisiones que la llevarían a ser la persona que quería ser.

El Lado Oscuro De Ellos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora