Luna regresó a casa con un nudo en el estómago. Sabía que la confrontación con César y Cristhian era inevitable, pero no estaba preparada para que fuera tan pronto. No podía seguir evitando la tensión que se había acumulado en la casa. Sus hermanos no habían bajado la guardia desde la última discusión, y estaba segura de que cualquier intento de razonar con ellos sería en vano. Aun así, tenía que intentarlo.
Al entrar por la puerta, el silencio en la casa era abrumador. Sabía que ellos estaban allí, esperando. No tuvo que buscar mucho. César y Cristhian estaban en la sala, conversando en voz baja. Cuando la vieron, ambos se levantaron como si la situación hubiera sido planeada.
-Luna- dijo Cristhian, cruzando los brazos. -Tenemos que hablar-.
Luna respiró hondo, preparándose para lo que sabía que sería una batalla. -Yo también tengo algo que decir-, respondió, mirando a ambos con firmeza. Quería dejar claro desde el principio que no iba a ceder.
-Nosotros primero-,.intervino César, su tono autoritario como siempre. -Estamos preocupados por ti, y no podemos seguir permitiendo que tomes decisiones que no son las correctas. Esto tiene que parar-.
Luna apretó los puños. Ya había escuchado esas palabras antes, pero la forma en que las decían, como si su vida fuera un proyecto que ellos podían controlar, la enfurecía. -No pueden seguir controlándome de esta manera. No soy una niña-.
-Para ti no lo eres, pero para nosotros sí-, replicó Cristhian con frialdad. -Y como tus hermanos, tenemos el derecho y la responsabilidad de asegurarnos de que no te metas en problemas-.
César se adelantó, apoyando las manos en la mesa frente a él. -Has estado actuando de forma irresponsable, Luna. Y eso no va a seguir pasando mientras vivas bajo este techo-.
-¿Irresponsable?- Luna se echó a reír, pero no era una risa genuina, sino una mezcla de frustración y resignación. -Lo que ustedes llaman irresponsabilidad es solo vivir mi vida. Quiero salir con mis amigos, quiero tener espacio para mí. ¡Ni siquiera confían en que puedo tomar una decisión sin que me vigilen como si fuera a cometer un crimen!-
-Lo que tú llamas libertad es peligroso-, dijo Cristhian, su voz tan dura como una roca. -No nos vamos a quedar de brazos cruzados mientras te expones a situaciones que no puedes manejar. No es solo por ti, es por todos nosotros. Si te pasa algo, no será solo tu problema, será el de todos-.
-Eso es lo que no entienden- gritó Luna, sintiendo que su paciencia se agotaba. -Quiero ser responsable de mis propias decisiones. Si me caigo, me levanto. No tienen que estar ahí para recogerme cada vez-.
César la miró con una mezcla de decepción y firmeza. -Luna, esto no es negociable. Mientras vivas aquí, vas a seguir nuestras reglas. No puedes andar por ahí haciendo lo que quieras. Somos una familia, y como tal, hay límites-.
Luna sentía que cada palabra de ellos era como una barrera, un muro que no podía atravesar. Era inútil tratar de hacerlos entender. Su preocupación se había convertido en control, y no importaba lo que dijera, ellos no estaban dispuestos a escucharla.
-Entonces, ¿cuáles son esos límites?- preguntó ella, con un tono desafiante. Sabía que no había vuelta atrás. Si ellos no iban a cambiar, al menos quería saber a qué se enfrentaba.
-Primero-, dijo César, retomando el control de la conversación, -no vas a salir sin nuestro permiso. Si quieres ver a tus amigos, vamos a saber exactamente dónde estás y con quién. Y en cuanto a Gabito…-
-¿Qué pasa con Gabito?- interrumpió Luna, temiendo lo que vendría.
-No nos gusta-, dijo Cristhian, directo como siempre. -Y no vamos a permitir que sigas viéndolo de la manera en que lo has estado haciendo. Si quieres seguir saliendo con él, tendrá que ser en términos que nosotros aprobemos-.
Luna sintió como si le hubieran dado una bofetada. -¿Qué? ¿Ahora también van a decidir con quién puedo o no estar?-
-Estamos decidiendo lo que es mejor para ti-, contestó César, sin dejar espacio para dudas. -Y Gabito no es lo mejor. No estamos diciendo que no puedas verlo, pero hay límites. Ya no vas a estar con él cada fin de semana, ni hasta tarde. Si no puedes aceptar eso, habrá consecuencias-.
La palabra "consecuencias" retumbó en la cabeza de Luna. Sabía que sus hermanos no estaban bromeando. Aunque Carlos había estado de su lado en ocasiones, no siempre estaba ahí para defenderla. Y ahora, enfrentaba una pared de rigidez que no parecía tener grietas.
-Y si no sigo sus reglas, ¿qué van a hacer?- preguntó Luna, cruzando los brazos y desafiándolos abiertamente.
-Si no sigues las reglas, te enfrentarás a las consecuencias-, dijo Cristhian, sin pestañear. -No tendrás la misma libertad en esta casa. No habrá salidas sin supervisión. No habrá acceso a tu teléfono o cualquier otra cosa que te permita seguir escapando de nuestra autoridad-.
-¿Están escuchándose a sí mismos?- replicó Luna, incrédula. -¿De verdad creen que pueden controlarme de esa manera?-
César, con su mirada severa, respondió: -No es una cuestión de control, es una cuestión de responsabilidad. Si quieres vivir aquí, vas a seguir las reglas. Y si no, bueno, siempre puedes encontrar otro lugar donde vivir. Pero mientras estés aquí, nosotros somos los responsables de ti-.
Luna sintió como si el aire en la habitación se volviera denso, difícil de respirar. Sabía que no podría ganar esa batalla en ese momento. No podía enfrentarlos y esperar que cambiaran de opinión de inmediato. Eran demasiado inquebrantables en su visión de lo que era "mejor" para ella.
-Esto es ridículo-, murmuró Luna, incapaz de contener su frustración. -No soy su prisionera-.
-Y no lo eres-, dijo César. -Pero eres nuestra hermana, y mientras vivas bajo este techo, seguimos siendo responsables de ti-.
Sin más palabras, Luna se levantó y salió de la sala. Sentía una mezcla de rabia y desesperación. Sus hermanos no entendían, y probablemente nunca lo harían. Para ellos, siempre sería la pequeña Luna que necesitaba protección, sin importar lo mucho que creciera o lo capaz que fuera.
Subió a su habitación, cerrando la puerta con fuerza detrás de ella. Se sentó en la cama, sintiendo una presión en su pecho que no podía aliviar. Sabía que las cosas no cambiarían a menos que tomara medidas drásticas. Y aunque no sabía exactamente qué hacer, una cosa estaba clara: no podía seguir viviendo así, bajo las reglas y el control de sus hermanos.
Miró su teléfono y pensó en Gabito. ¿Qué pensaría él de todo esto? ¿Entendería lo que estaba pasando? O, peor aún, ¿también él comenzaría a dudar de ella por culpa de las presiones de César y Cristhian?
Luna se recostó en su cama, mirando al techo, mientras un torbellino de pensamientos giraba en su mente. Sabía que tendría que tomar una decisión pronto, pero esa decisión la asustaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.
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El Lado Oscuro De Ellos
FanfictionEl lado oscuro de ellos Luna siempre había admirado a sus hermanos mayores, Carlos, Cristhian y cesar. Creció creyendo que ellos eran sus protectores, sus guías y sus modelos a seguir. Pero, a medida que los años pasan, luna comienza a darse cuenta...