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Luna se despertó antes del amanecer, como le ocurría cada vez que sus hermanos estaban en la casa. La ansiedad era una compañera constante, una que se sentía aún más pesada en la tranquilidad de las primeras horas del día. Se levantó en silencio, asegurándose de no hacer ruido para no despertarlos. Las tablas del suelo crujieron bajo sus pies, pero ella sabía exactamente dónde pisar para evitar los puntos más ruidosos.

Se dirigió a la cocina, donde la luz del sol saliendo iluminaba el espacio. Se preparó una taza de café, agradeciendo el calor de la taza en sus manos. Mientras bebía, miró por la ventana, observando cómo el cielo comenzaba a aclararse lentamente. Afuera, el mundo parecía estar en calma, como si la naturaleza conspirara para darle un respiro de la tensión que sentía en su interior.

El sonido de un mensaje en su teléfono rompió el silencio. Luna lo sacó de su bolsillo y vio que era un mensaje de texto de su mejor amigo Ramón. -¿Cómo estás?- decía, seguido de un emoji preocupado. Ramón era la única persona en su vida que sabía, al menos en parte, cómo era su relación con los tres hermanos. Aunque nunca había compartido todos los detalles, Ramón la conocía perfectamente y entendía que algo no estaba bien.

Luna dudó antes de responder. No quería preocuparlo, pero también sabía que mentirle no serviría de nada. -Estoy bien, solo cansada-,  escribió, aunque ambos sabían que la respuesta no era del todo honesta.

-¿Quieres hablar más tarde?- respondió Ramón casi al instante. Luna sonrió débilmente ante la insistencia de su amigo. Siempre estaba allí para ella, dispuesto a escuchar, incluso cuando luna no podía poner en palabras lo que realmente estaba pasando.

-Tal vez. Te aviso después-, respondió, antes de dejar el teléfono sobre la mesa. Respiró hondo, tratando de calmar el torbellino de pensamientos en su mente.

Esa mañana, luna decidió salir a correr. Había adoptado esta rutina hacía unos meses, como una forma de liberar algo de la tensión que se acumulaba en su cuerpo. No era una corredora rápida, pero le gustaba el ritmo constante de sus pasos, el sonido de su respiración sincronizada con el movimiento. La hacía sentir en control, aunque fuera por un breve momento.

El parque estaba casi vacío a esa hora. Solo algunas personas paseaban a sus perros o corrían en silencio, absortas en sus propios mundos. Luna se concentro en como darle la noticia a sus hermanos pues hace ya unos meses salia con alguien pero con el miedo del que diran de sus hermanos lo ha mantenido completamente oculto, y sabia que ya era momento de decirlo, ademas intentaba dejar que sus pensamientos de como se sentia en se disiparan, pero como siempre, carlos, cesar y Cristhian estaban ahí, en el fondo de su mente, una sombra persistente que no podía sacudirse.

Se encontró recordando cómo era su relación cuando eran niños. Sus hermanos mayores habían sido su héroes, los hermanos a los que ella adoraba y viceversa. Siempre estaban dispuestos a jugar con ella, a protegerla de cualquier peligro, real o imaginario. Pero cuando sus padres murieron en aquel accidente, algo cambió. Los tres hermanos se volvieron más críticos, más controladores, tal vez era su forma de sacar dolor que sentían dentro pero luna comenzó a sentir que cualquier error, por pequeño que fuera, desataba la ira de los tres.

Su relación se había convertido en una cuerda floja, y luna se encontraba constantemente tratando de mantener el equilibrio. Sabía que había algo profundamente erróneo en la dinámica entre ellos, pero no sabía cómo romper el ciclo. Era más fácil fingir que todo estaba bien, que su vida era normal, que sus hermanos no ejercía un poder destructivo sobre ella.

Después de correr, luna se sintió un poco mejor, más clara de mente. Cuando regresó a casa, encontró a los tres hermanos en la cocina, con la computadora portátil abierta en la mesa, viendo el contenidode esta. Ellos apenas levantaron la vista cuando ella entró.

-Salí a correr-, dijo luna, más para llenar el silencio que por cualquier otra razón.

-¿Y por qué no avisaste?- respondió Cristhian, conbsu tono acusador. Luna se tensó al instante.

-No quise molestar. Los vi cansados anoche-, explicó, intentando sonar casual, pero sintiendo la presión en su pecho.

La miraron por un largo momento, evaluando su respuesta. Finalmente, asintieron, volviendo a concentrarse en la pantalla. -Deberías haberme avisado. No es seguro que salgas sola tan temprano.- dijo esta vez cesar.

Luna reprimió el impulso de suspirar. Sabía que no debía discutir, pero a veces la frustración la abrumaba. -Lo siento, la próxima vez les diré-, dijo, sabiendo que esa era la única respuesta aceptable.

El resto de la mañana transcurrió en un silencio tenso. Luna intentó concentrarse en sus propias tareas, pero siempre estaba pendiente de sus hermanos, esperando cualquier señal de disgusto que pudiera desencadenar una discusión. Ese era su día a día: la constante vigilancia, la adaptación a los cambios de humor de sus hermanos, el sacrificio de su propia paz para mantenerlos satisfechos.

Esa tarde, cuando finalmente salieron para una reunión de trabajo, luna dejó escapar un suspiro de alivio. La casa se sentía diferente sin ellos, menos opresiva. Decidió llamar a Ramón, sabiendo que necesitaba hablar con alguien que la entendiera.

-¿Cómo estás, de verdad?- preguntó el chico, con su voz suave pero llena de preocupación.

Luna dudó por un momento antes de responder. -Cansada-, admitió. -A veces siento que no puedo más, que esto nunca va a cambiar.-.

Ramón  guardó silencio por un momento, permitiendo que sus palabras flotaran en el aire. -luna, sabes que siempre estoy aquí para ti, ¿verdad? Si alguna vez necesitas salir de esa situación, si necesitas ayuda, solo dímelo. No tienes que hacerlo sola-.

Luna sintió una punzada de emoción en su pecho. -Gracias, ramon-, dijo con sinceridad. -Lo sé, y te lo agradezco más de lo que puedes imaginar. Solo... no es tan fácil. Son mis hermanos, y a pesar de todo, no puedo imaginarme la vida sin ellos.-

Ramón suspiró al otro lado de la línea. -Entiendo, pero también mereces ser feliz, luna. No dejes que ellos te haga olvidar eso.- dijo seguido de otro suspiro, -y les dirás de gabito?-, pregunto seriamente su amigo, -ya lo pensé y lo haré-,  dijo luna, -bueno, mucha suerte con eso, me avisa como te fue-.

Después de colgar, luna se quedó en la cocina, mirando por la ventana. Sabía que ramón tenía razón, pero también sabía que la decisión de cambiar su vida no era algo que pudiera tomar a la ligera. Había demasiados años de dependencia, de culpa, de amor y de dolor entrelazados. Pero mientras el sol se ocultaba en el horizonte, luna sintió que no siempre tenia que ser asi y debia cambiar, empezando con mañana mismo hablar con ellos sobre el chico con quien esta saliendo.

El Lado Oscuro De EllosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora