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Mía estaba en el pequeño café donde tantas veces había pasado las tardes con Feli. Afuera, la lluvia golpeaba suavemente las ventanas, cada gota parecía marcar un momento que deseaba revivir. Frente a ella, un café se enfriaba lentamente mientras miraba el collar que Feli le había regalado años atrás, el único recuerdo físico que le quedaba de su relación.
Eran jóvenes cuando se conocieron, apenas un par de adolescentes tratando de encontrar su lugar en el mundo. Mía, con su espíritu libre y su pasión por la música, había llevado a Feli a un mundo lleno de emociones intensas. Juntas compartieron todo: los días soleados en la playa, las noches de conciertos clandestinos, las discusiones acaloradas y los silencios cómodos de quienes se conocen a la perfección. Sin embargo, su historia también estuvo marcada por malentendidos, decisiones impulsivas y el peso de las expectativas de quienes las rodeaban.
Mía cerró los ojos y dejó que su mente rebobinara el tiempo, como si pudiera retroceder y revivir aquellos momentos. Recordó la primera vez que tomó la mano de Feli, la calidez que la invadió al sentir que, por fin, había encontrado a alguien que la comprendía. Recordó también su primera pelea, las palabras hirientes que se dijeron, y cómo, con el corazón roto, dejó el apartamento mientras Feli la miraba con ojos llenos de lágrimas y dolor. Fue un adiós no planeado, pero que ambas sabían que sería difícil de reparar.
Habían pasado dos años desde ese día. Mía se había lanzado a su carrera musical con la esperanza de enterrar los recuerdos, de olvidar la mirada de Feli mientras se alejaba. Cada concierto, cada éxito, cada aplauso la hacía sentir más sola. Porque en medio de todo su éxito, lo único que realmente deseaba era a Feli, y cada canción que escribía era un eco de lo que había perdido.
Una tarde, mientras revisaba las redes sociales, vio un mensaje inesperado: "Feli asistirá a tu próximo concierto en la ciudad." Mía sintió cómo su corazón se detenía por un segundo. Todo el aire pareció desaparecer de la habitación. ¿Feli, después de todo ese tiempo? Las manos de Mía temblaban mientras sostenía su teléfono. Sabía que debía ignorarlo, que abrir esa puerta solo le traería más dolor. Pero la tentación de verla de nuevo, aunque solo fuera una última vez, era demasiado fuerte.
La noche del concierto, el lugar estaba abarrotado. Mía se preparaba detrás del escenario, rodeada de su equipo. Su mente, sin embargo, estaba en otra parte. Repasaba una y otra vez los recuerdos de Feli: la manera en que se reía, cómo se mordía el labio inferior cuando estaba nerviosa, el brillo en sus ojos cuando hablaban sobre sus sueños. Cerró los ojos y respiró hondo. Esta noche iba a ser diferente.