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༘˚⋆𐙚｡⋆𖦹.✧˚
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El día que Feli llegó a su nueva escuela, sintió como si el aire estuviera cargado de tensión. Cada esquina parecía hostil, cada mirada que recibía era una sentencia de juicio silencioso. Esta no era la primera vez que se cambiaba de colegio, pero el miedo a no encajar seguía vivo en ella. Respiró hondo mientras abría su casillero y sacaba los libros que necesitaba. De repente, unas risas rompieron el silencio a su alrededor, y aunque no podía asegurarlo, sentía que iban dirigidas a ella. Bajó la cabeza, intentando ignorarlas, pero el calor en sus mejillas delataba su incomodidad.
Antes de que pudiera procesar su nerviosismo, una voz la sacó de sus pensamientos:
—Tú eres la nueva, ¿no?
Feli levantó la vista lentamente y se encontró con una figura que parecía dominar el pasillo sin esfuerzo. Iza, con su cabello oscuro y ojos penetrantes, se acercó con una confianza arrolladora. Su chaqueta de cuero ajustada realzaba su figura, y había algo en su andar que emanaba poder. Feli había oído hablar de ella; la chica mala, la que todos admiraban y temían.
—Eh... sí, soy Feli —respondió, intentando ocultar el temblor en su voz.
Iza sonrió, pero no fue una sonrisa amigable. Era más bien burlona, como si supiera algo que Feli no. La tensión en el aire era palpable, y Feli no podía decidir si la presencia de Iza la intimidaba o la fascinaba. Quizás ambas.
—Interesante —dijo Iza, evaluándola con la mirada—. No pareces ser como las demás.
Feli sintió que su corazón latía más rápido. Había algo en la forma en que Iza la miraba, una mezcla de desafío y curiosidad que la dejaba inquieta.
—Gracias... —balbuceó, sin saber si debía sentirse halagada o preocupada.
—Nos vemos por ahí, nena —dijo Iza antes de guiñarle un ojo y alejarse, dejando a Feli paralizada, preguntándose qué acababa de pasar.
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A partir de ese día, la presencia de Iza se volvió constante en la vida de Feli. Siempre estaba cerca, en los pasillos, la cafetería o incluso en clases. Al principio, eran solo miradas furtivas y sonrisas rápidas, pero con el tiempo, esas interacciones se intensificaron.
Un día, mientras Feli estaba sentada sola en la cafetería, Iza se acercó con su bandeja de comida y se sentó frente a ella sin pedir permiso.
—¿Qué estás estudiando? —preguntó Iza, tomando un sorbo de su refresco mientras la miraba con interés.
