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Feli e Iza se conocieron cuando apenas eran unas adolescentes. La chispa fue instantánea, como si el destino hubiera tejido cuidadosamente sus caminos para que se encontraran. Durante años fueron inseparables, construyendo una relación que parecía indestructible. Pero como a veces ocurre, la vida y sus circunstancias comenzaron a generar tensiones. Al principio, eran pequeñas discusiones, detalles que pasaban desapercibidos. Pero con el tiempo, esos detalles se convirtieron en algo más, hasta que las diferencias entre ellas crecieron tanto que, finalmente, decidieron terminar.
Aquella última discusión fue como el rompimiento de una represa. Ninguna quería ceder y ambas terminaron diciéndose palabras que, aunque hirientes, parecían necesarias.
—Lo nuestro ya no tiene sentido, Feli —dijo Iza, con los ojos llenos de frustración, mientras mantenía los brazos cruzados, casi como un escudo.
Feli, con los ojos cargados de lágrimas contenidas, asintió, pero su voz temblaba con un dolor que no lograba esconder del todo.
—Tal vez sea mejor así. Te deseo lo mejor, Iza.—Yo también, Feli. Lo mejor —respondió Iza con frialdad, aunque su pecho ardía.
Las palabras quedaron suspendidas en el aire, casi como una promesa vacía. Aunque ambas deseaban lo mejor para la otra, la verdad era mucho más amarga. En el fondo, se deseaban lo peor. Ninguna quería admitir que la idea de ver a la otra feliz con alguien más era insoportable.
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Pasaron los meses. Feli se sumergió en su trabajo, tratando de olvidar a Iza, mientras que Iza se dedicó a su música, intentando seguir adelante. Ambas fingían ante sus amigos que estaban bien, que la separación había sido lo mejor. Pero cada vez que escuchaban el nombre de la otra, un nudo de resentimiento y dolor les apretaba el pecho.
Feli evitaba los lugares que solían frecuentar juntas. No quería toparse con Iza, no estaba lista para verla. Mientras tanto, Iza hacía lo mismo, a pesar de que a veces revisaba las redes sociales de Feli, buscando algún indicio de que ella estaba sufriendo o, peor aún, de que había seguido adelante.
Una noche, el destino decidió jugarles una broma cruel. Feli fue a un bar con sus amigas, tratando de distraerse. Se estaba riendo de una broma que le habían contado, cuando, al girar la cabeza, vio a Iza entrar al lugar. La sonrisa de Feli se desvaneció de inmediato, y el malestar la invadió al ver que Iza no estaba sola. Caminaba de la mano de otra chica, riendo, aparentemente despreocupada.