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A cute, thoughtful boy
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Nunca había sido fanática de las flores. Para mí, siempre fueron algo bonito, pero efímero, como un gesto sencillo que se desvanecía en unos días. Sin embargo, todo cambió cuando lo conocí a él.
La primera vez que salimos fue algo casual. Un amigo en común nos presentó en una reunión pequeña, y aunque al principio me sentí un poco intimidada por su presencia, no pasó mucho tiempo antes de que nos encontráramos charlando. Su risa me resultó contagiosa, y sus ojos tenían una forma de ver el mundo que despertaba en mí una curiosidad extraña. Quizá fue ese brillo en su mirada lo que me hizo aceptar su invitación a salir.
El día de nuestra primera cita, me sorprendió. No porque me haya llevado a un lugar lujoso o porque la conversación fluyera como si nos conociéramos de toda la vida, sino por el ramo que sostenía en sus manos cuando llegó por mí. Eran hortensias blancas, simples pero hermosas, y lo primero que pensé fue: ¿Qué hago con esto?
—Son para ti —dijo, entregándomelas con una sonrisa torcida—. Me parecieron bonitas.
Me reí un poco, incómoda, porque no sabía qué responder. Era el típico detalle que una chica probablemente esperaría, pero para mí era algo fuera de lugar. No obstante, las acepté y traté de ocultar mi torpeza.
