Capítulo 17

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Con ese cuchillo, ¿qué pudo o podría estar haciendo Josh?

¿Será que de él me advertía el señor Walters?


La casa estaba inmersa en una calma inquietante cuando llegué. Cada rincón parecía envolverme en un silencio tan denso que casi podía sentirlo pesando en mis hombros. Me detuve en la entrada, observando la oscuridad del pasillo, y respiré hondo tratando de disipar la sensación de paranoia que aún me envolvía. 

Todo lo que vi y sentí en el instituto seguía rondándome como una niebla que se rehusaba a disiparse.

En mi mente las palabras del profesor y el rostro sombrío de Josh con ese raro objeto se alternaban en un carrusel de pensamientos.



Cerré la puerta con cuidado, como si temiera romper el frágil equilibrio de aquella tarde. Me dirigí hacia la cocina, donde un tenue aroma a especias me indicaba la presencia de Emma.

Al entrar, la vi junto al fogón revolviendo algo en una olla mientras tarareaba suavemente una melodía. Llevaba el cabello recogido en un moño mal hecho y el rostro medio enrojecido y sudado, lo más probable por el calor del fuego; eso ocasionaba que varios mechones estuvieran pegados en su frente, dándole un aire muy parecido a mamá cuando estaba aquí dentro.

Levantó la vista y me sonrió al verme entrar, aunque su mirada reflejaba un atisbo de cansancio.

—¡Ah, llegaste! Justo a tiempo para comer. Esto está... uff, rico. 

Su tono buscaba ser animado, pero algo en su mirada parecía ya estar anticipando mi incomodidad.

—Sí... no me di cuenta de la hora —miré el reloj colgando en la pared—, ya van a ser las cuatro —murmuré, intentando sonar despreocupada mientras colgaba mi mochila en la silla más cercana.

Ella continuó cocinando, pero sus ojos verdes no dejaron de analizarme de reojo. Su instinto de analizar todo completamente parecía captar cada detalle de mi estado, algo que siempre me hacía sentir a la vez reconfortada y expuesta. Tomó una cuchara, probó el guiso y luego me lanzó una mirada evaluadora.

—¿Todo bien en el instituto? —preguntó con un tono que, aunque parecía casual, dejaba ver cierta inquietud, como si hubiera percibido algo en mí que no lograba ocultar.

Asentí, esforzándome en componer una expresión relajada.

—Sí, todo en orden. Lo de siempre en un lugar lleno de clases y chicos sin cabeza para atenderlas.

Intenté sonar convincente mientras me sentaba en una de las sillas de la mesa, pero el peso de mis pensamientos parecía traicionarme. Mi prima dejó la cuchara a un lado y se apoyó contra la encimera, mirándome con una mezcla de escepticismo y preocupación.

—¿En serio? Porque tienes una cara que dice lo contrario. Pareces estar como en otro mundo.

Mordí mi labio, sintiendo que mis palabras se enredaban. Había algo en su mirada que me empujaba a abrirme, a dejar caer esa fachada de normalidad que estaba intentando sostener, porque era Em; confiaba totalmente en ella.

Pero la idea de contarle sobre el pasillo vacío, sobre la sombra de Josh con un cuchillo y la advertencia críptica del profesor Walters se sentía abrumadora. Y más porque ni yo misma comprendía nada de eso.

Además, me daba miedo liar a Emma a todo lo raro que sucedía en mi vida. Lo raro, raro de peligroso. No quería.

Así que respiré hondo y desvié la mirada, buscando las palabras correctas para liar una mentira convincente.

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