La noche comenzaba a caer sobre el vasto horizonte cuando Irene se acercó a la ventana de su habitación en la torre del castillo. El cielo se teñía de un rojo profundo, y la ciudad en la distancia empezaba a encender sus luces, un contraste fascinante con el silencio que envolvía las tierras donde se alzaba su nuevo hogar. Todo parecía tranquilo, pero Irene podía sentir la perturbación en el aire. Había rumores de una cazadora, una que parecía estar cada vez más cerca.
A pesar de la paz que reinaba en el castillo, Irene no podía deshacerse de la sensación de que algo estaba por suceder. Caminaba por los corredores de piedra, su capa ondeando tras ella. A lo lejos, escuchaba las voces de sus compañeros vampiros, pero no les prestaba atención. Sus pensamientos estaban en otro lugar, en otro tiempo. Aunque su vida como Irene estaba envuelta en poder y seguridad, había momentos en que un vacío inexplicable se apoderaba de ella.
-¿Lista para la acción esta noche?-. La voz de Joy, su compañera y confidente, interrumpió sus pensamientos. La pelirroja, siempre despreocupada y con una sonrisa maliciosa, se apoyaba en el marco de la puerta, observándola con sus ojos brillantes.
Irene asintió, aunque en su interior algo no terminaba de encajar. No podía entender por qué, pero la cercanía de la cazadora la ponía nerviosa. No era miedo. No... era algo más.
-Escuché que la cazadora es diferente-, murmuró Joy, avanzando hacia ella. -Dicen que tiene una habilidad especial para rastrear, como si siempre estuviera un paso por delante de nosotros-. Su sonrisa se ensanchó, y sus colmillos relucieron bajo la luz tenue. -Será interesante ver si realmente es tan buena como dicen-.
Irene solo asintió nuevamente. Joy era fascinante a su manera, siempre ansiosa por la violencia, por la emoción de la caza. Pero Irene, aunque lo disfrutaba, sentía que esta noche sería distinta.
Unas horas después, cuando la ciudad quedó sumida en la oscuridad, ambas vampiras salieron en busca de su presa. Irene avanzaba con un propósito, mientras Joy saltaba de sombra en sombra, más juguetona que nunca. Se acercaron al corazón de la ciudad, donde la inquietud en el aire se volvió palpable.
Cuando lo vieron, el enfrentamiento fue inevitable. Los cazadores ya estaban allí, y entre ellos, destacaba una figura familiar. La cazadora. Seulgi.
Irene sintió un extraño tirón en su pecho al verla, una sensación que no podía identificar. Había algo en los ojos de la cazadora que la hacía sentir... incómoda. Pero antes de que pudiera procesar esa sensación, la pelea comenzó.
Seulgi se enfrentó primero a Yunho y no sabía si esa cazadora era o muy buena o muy estúpida como para enfrentarse al líder del clan, se llevó una gran sorpresa al verla moverse con tanta destreza y terminar hiriendo al vampiro en el brazo, pero Irene no tardó en intervenir, lanzándose hacia ella con una precisión letal. Cada golpe, cada movimiento, era una mezcla de furia y control. Sin embargo, a pesar de la ferocidad de la pelea, había algo en el rostro de la cazadora, una especie de reconocimiento, como si supiera algo que Irene no.
Irene movió su espada con elegancia, pero Seulgi la bloqueó, y sus ojos se encontraron. Por un breve segundo, Irene sintió que el mundo se detenía. ¿Por qué esos ojos la inquietaban tanto?
El combate continuó hasta que Irene logró arrinconar a Seulgi. La cazadora, aunque hábil, estaba claramente en desventaja. Irene la sujetó con fuerza contra la pared, lista para el golpe final. En ese instante, el rostro de Seulgi se llenó de algo más que rabia; había dolor, desesperación.
-Joohyun...-, la voz de Seulgi era apenas un susurro, -Joohyun, soy yo... Seulgi-.
La palabra resonó en la mente de Irene como un trueno. Joohyun. Ese nombre no significaba nada para ella... ¿o sí? Sin embargo, el instinto vampírico fue más fuerte. Sin pensarlo, inclinó su cabeza y hundió sus colmillos en el cuello de Seulgi.
La sangre caliente inundó su boca, y entonces, como si se abriera una puerta en su mente, las imágenes comenzaron a fluir. Primero, escenas de batallas pasadas, de cazadores y vampiros. Pero luego, vinieron otras memorias. Memorias más personales.
Vio una habitación cálida y acogedora, con dos jóvenes sentadas en una cama, compartiendo una risa suave. El cabello de la chica más alta caía sobre sus hombros mientras la más pequeña reía tímidamente. Irene reconoció sus propios labios en la memoria, sonriendo mientras el rostro de Seulgi se acercaba al suyo. Un beso suave. Dulce. Lleno de promesas no dichas.
La imagen cambió, y ahora se veía a sí misma corriendo entre las llamas. El calor del incendio, los gritos, el caos. Todo era confuso. Pero luego, Irene-Joohyun-se vio siendo arrastrada por manos frías, llevada entre las sombras mientras Seulgi gritaba su nombre, desesperada.
Seulgi la había buscado. Seulgi la había amado.
Irene soltó a la cazadora abruptamente, tambaleándose hacia atrás. Su mente era un torbellino de recuerdos. No podía comprender lo que estaba viendo. ¿Quién era ella realmente?
Antes de que pudiera procesar todo, sintió la mano de Joy en su brazo. -¡Vamos!- le gritó, arrastrándola lejos de Seulgi. Irene, aún en estado de shock, no opuso resistencia.
Corrieron juntas por las calles desiertas y el frío bosque hasta llegar al castillo. La sensación de poder habitual que Irene solía experimentar al regresar no estaba ahí. En su lugar, había confusión, duda... y un dolor que no comprendía.
Cuando finalmente llegaron, Joy intentó hablarle, pero Irene no dijo una palabra. Se encerró en su habitación, su mente reviviendo una y otra vez las imágenes que había visto en los recuerdos de Seulgi. El beso, el incendio, el dolor en los ojos de la cazadora.
¿Todo había sido una mentira?
Se dejó caer en la cama, con la vista fija en el techo de piedra. Durante años, había creído ser Irene, una vampira sin pasado, sin lazos con los humanos. Pero ahora, cada recuerdo que había visto en la sangre de Seulgi contradecía todo lo que le habían hecho creer.
Joohyun. Ese era su verdadero nombre. La persona que había sido. La amiga que había perdido, y la cazadora que ahora la estaba buscando.
Necesitaba respuestas. Necesitaba ver a Seulgi nuevamente. Pero, sobre todo, necesitaba saber quién era ella, realmente.
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Cenizas de un viejo amor
VampireTras escapar de los conflictos sociales y económicos de su país, una familia originaria de Asia Occidental encuentra refugio en el Reino Unido, buscando un futuro más próspero. Durante quince años, disfrutan de una vida tranquila, hasta que un fatíd...