Capítulo 18: Un Adiós Silencioso

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El rumor corría como pólvora entre los pasillos oscuros y góticos del castillo. Los susurros decían que el plan contra los cazadores había tenido un éxito parcial: una cazadora había sido gravemente herida, con pocas o nulas posibilidades de sobrevivir. Aunque no se conocían los detalles exactos, Irene sintió cómo su corazón muerto se aceleraba. ¿Y si esa cazadora era Seulgi? La simple idea la atormentaba.

Irene, que hasta ese momento había mantenido la calma para no levantar sospechas, sintió un vacío profundo invadir su pecho. Si Seulgi moría por no haberla advertido a tiempo, el remordimiento la consumiría para siempre. No podía permitirse eso. Debía irse.

Con la determinación firme de dejar el clan, Irene se encerró en su cuarto y comenzó a escribir una carta. Las palabras fluían pesadas, como si el peso de su decisión cargara cada letra.

"Yunho,
He decidido dejar el clan. Esta vida de nobleza y poder ya no me pertenece. No espero que lo entiendas ni que me perdones. Solo pido que no me busques.
Irene."

Evitó mencionar su relación con Seulgi o sus verdaderas razones. Sabía que cualquier indicio pondría en peligro la vida de su amada, y eso era algo que jamás podría perdonarse.

Colocó la carta en el despacho de Yunho, y antes de partir, tomó su pluma una vez más. Sabía que no podría irse sin despedirse de quienes más le importaban, aunque solo fuera a través de las palabras.

La carta a Jimin fue breve pero sentida:

"Jimin,
Sé que te he fallado y que este adiós parece cobarde, pero debo seguir mi propio camino. Perdóname. Cuídate.
Con cariño, Irene."

Finalmente, se sentó para escribir la carta más difícil de todas, la dirigida a Joy. Joy había sido su amiga y confidente desde el principio, siempre estaba allí con sus palabras irreverentes, su compañía incondicional. Aunque no podía contarle todo, sentía que debía despedirse de alguna forma.

"Joy,
Gracias por todo. Por tu compañía, por tus bromas que me sacaban una sonrisa en mis días más oscuros. Lamento no poder quedarme, pero hay algo que debo hacer, algo que está más allá de lo que puedo explicar. Confío en que entenderás algún día. Perdóname si alguna vez te lastimé.
Tu amiga siempre, Irene."

Con las cartas dejadas en sus lugares respectivos, Irene comenzó a recoger sus pocas pertenencias. Mientras preparaba su huida, no podía evitar preguntarse si extrañaría el castillo. Mentiría si dijera que echaría de menos los lujos y las comodidades, pues ahora comprendía que nada de eso tenía valor si no podía compartir su vida con Seulgi. La inmortalidad no tenía sentido sin alguien que le diera calidez.

Con el corazón pesado pero una determinación inquebrantable, Irene abandonó el castillo. Lo hacía con la firme intención de correr a los brazos de su amada, de salvarla, de asegurarse de que Seulgi estuviera viva y a salvo.

Y así, en la quietud de la noche, Irene dejó atrás su vida inmortal de lujos y nobleza, para buscar algo mucho más valioso: el amor verdadero.

Cenizas de un viejo amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora