XIV

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No era como si no sintiera nada, me había recuperado un poco, sentía más sensibilidad en mis piernas, en estos 5 días A-Cheng solía darme masajes hasta el punto de sentir cada toque. Había tocado sus manos y sabía que no eran como se sentía, se sentían suaves como las de un bebe.

Al comienzo me sentí avergonzado de que me tocara, pero después de sentir aquel toque tan candente comencé a relajarme y a pedirlo yo.

En tercer día me convenció de recostarme sobre la cama, viendo la televisión, no importaba que viera, me enojé, pero el insistió que era para mi mejoría, terminé aceptando y sé que fue la mejor decisión de mi vida.

Al principio me hacía cosquillas, porque no recuerdo que alguien me tocara de aquella manera, pero después creo que mi memoria muscular hizo recordar algo importante, comenzó con mis muslos, no intentando tocar ninguna parte intima, pero era como si lo hacía a propósito, era una crema, donde masajeaba suavemente, pensé que iba a ser agresivo, pero no fue así.

Bajó por mis pantorrillas, hasta llegar a mis pies y volver a subir. Era inevitable que mi miembro despertara. Siempre he sabido que era sensible. Nunca pensé que quizás mi cuerpo recordaba el suyo, mi cuerpo lo quería, aunque mi mente no.

Me tapé para que no notara nada. Pero fue inútil, era mi esposo, aunque no me gustara, sonrió ante eso, conociéndome más que bien.

—Puedo ayudarte con eso...

—¡No! — lo fulminé con la mirada. — ¡sal un rato...!

—¿Por qué te tapas? Ya te conozco hasta el alma... — eso ultimo lo dijo en susurro, acercándose a mí de manera seductora, lo empujó avergonzado, sabia que mis mejillas estaban rojas. Era mi esposo y seguramente tuve muchas de estas conversaciones, pero ahora no era más que un desconocido.

—Prometo no mirar... — dijo mientras acercaba sus manos, yo le di un manotazo.

—¡No voy a dejar que me toques allí!

—¿Por qué no? ¿te da miedo de que te guste? — odiaba que hablara tan bajo, eso me daba escalofríos que provocaban una corriente eléctrica de placer. Mi miembro gritaba por atención, pero me sentía avergonzado, Mi cuerpo quería, recordaba esas sensaciones perfectamente pero mi mente no y me provocaba incomodidad. ¿a quién debería de hacerle caso?

A-Cheng no me hizo caso, cerrando los ojos y metiendo sus manos debajo de la sabana donde estaba tapado.

—¡No! — intenté empujarlo, pero en esos momentos fue un roble. Tocó mi miembro con delicadeza para tomarlo y comenzar a masajear de manera lenta.

No pude empujarlo de nuevo, se sentía tan bien.

Me tumbé en la cama, sus movimientos eran constantes y justos por lo que no pude hacer nada más que morderme los labios mientras lo sentía.

Poco a poco comenzó a moverlo un poco más rápido, un poco más rápido, hasta que finalmente me corrí en sus manos.

El muy desvergonzado me enseñó sus dedos llenos de semen.

—No miré nada... — me dijo y yo le arrojé una almohada. Pero ambos sonreímos.

—¿Entonces la fisioterapia si ayuda con el sexo?

—¿Qué? — A-Cheng no entendía a lo que me refería, lo que acababa de decir me hizo avergonzarme.

—¿A-Ying no quería serlo porque podía ayudar para el sexo? — A-Cheng sonrió.

—De hecho, sabes los puntos estratégicos para eso... el no mintió... — me acerqué a él como pude, rodeando su cuello con los brazos y dándole un beso tranquilo.

No sé porque lo hice, no supe si mi cuerpo lo recordaba, o si yo era quien quería hacerlo, lo único que supe es que se sintió bien. Pegamos la frente sintiendo la respiración del otro.

—Durmamos juntos esta noche... — le dije en susurro como que no habíamos dormido juntos los anteriores 3 días.

—Después de lo que voy hacer no te va gustar... este fue el primer masaje, faltan 2 y de hecho los otros si van a doler... — me advirtió mientras rodeaba mi cintura con los brazos.

Me regañaba mentalmente por pensar que no podría gustarme y que era un vago, ¡Que alguien me de una cachetada! de hecho, no era tan malo, podría enamorarme de nuevo de él y de sus múltiples facetas.

Esa noche volvió a hacerme otro masaje, colocándome boca abajo y comenzando a tocarme de nuevo, volví a sentir lo mismo, pero después eso se hizo un verdadero sufrimiento porque comenzó a apretarme. El calor que sentía se convirtió en sufrimiento.

—¡Te odio! ¡dormías adonde... sea que dormiste...! — le dije frunciendo el ceño, todavía no había terminado.

—Te dije que cambiarias de opinión...

—¡Cállate mal esposo! — le grité, pero de hecho no pensaba eso, en solo esos 5 días noté es el esposo que cualquiera desearía.

—Esta bien, me voy... si quieres algo solo... — me levanté como pude para rodear su torso con los brazos. No quería que se fuera, solo es que el cuerpo me dolía pero así era la fisioterapia.

—No te vayas... — me tragué mi orgullo y le susurré.

—Esta bien, pero tienes que darme una disculpa primero... — levanté la vista.

—Lo siento...  — se acercó a mi para tomarme de las mejillas y darme un beso en la frente.

—Disculpa aceptada...

¡¡Su Currículo solo tiene 100 páginas!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora