Encuentro En La Entrada

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El viento helado de la mañana soplaba con fuerza, haciendo que las hojas secas revolotearan por el campus universitario. Aria se apresuraba por las calles adoquinadas, con la mochila colgando de un hombro y el cabello desordenado por la prisa. Había despertado tarde de nuevo, algo que ya se había vuelto una costumbre en las últimas semanas. Su mente no paraba de darle vueltas a los eventos recientes: la desaparición de su padre, los secretos que descubrió en su despacho y la inquietante sensación de que algo oscuro se cernía sobre su vida. Pero esa mañana no tenía tiempo para detenerse en sus pensamientos. Era su último año en la universidad y, aunque había perdido el interés en la carrera de derecho, debía mantener las apariencias.

Cuando cruzó la entrada de la universidad, el sonido de sus pasos apresurados resonaba en el vacío casi total del lugar. Los estudiantes solían evitar llegar tan temprano, pero para Aria era su única opción si quería compensar el tiempo perdido.

Justo cuando estaba a punto de pasar el umbral del campus, un murmullo a su izquierda la hizo detenerse en seco. Allí, apoyada contra una de las columnas de la entrada, estaba Liliana, la chica más popular de la universidad. Su larga cabellera rubia caía en cascada sobre sus hombros, perfectamente peinada, y llevaba puesto un atuendo impecable que la hacía destacar entre cualquier multitud. Era el tipo de chica que siempre parecía estar en control de todo, y su posición como modelo de una de las revistas más importantes solo acrecentaba su arrogancia.

Aria intentó pasar desapercibida, pero el inconfundible destello de burla en los ojos de Liliana la alcanzó antes de que pudiera siquiera dar otro paso.

—Mira quién ha llegado tarde, otra vez —dijo Liliana, con una sonrisa que no ocultaba la malicia en su voz—. ¿Te estás preparando para llegar tarde a la vida también, Aria? Porque parece que ni siquiera puedes manejar algo tan básico como un horario.

Aria se detuvo en seco, sintiendo cómo la irritación empezaba a bullir en su interior. No era la primera vez que Liliana se dirigía a ella de esa manera, y aunque por lo general prefería ignorarla, esa mañana, con todo lo que tenía en la cabeza, su paciencia estaba al límite.

—No me importa lo que pienses de mí, Liliana —respondió Aria con firmeza, sin girarse del todo, pero con la suficiente convicción en la voz para que la chica popular notara que no estaba de humor para sus juegos.

Liliana soltó una risa baja y dio un paso hacia ella, moviéndose como si fuera dueña del espacio. Había algo en la forma en que sus palabras eran afiladas, como cuchillas, pero siempre envueltas en una capa de falsa amabilidad que la hacía parecer intocable.

—Oh, querida Aria, no es lo que yo piense lo que debería preocuparte. Es lo que todos los demás piensan. Después de todo, no todos tienen el privilegio de vivir bajo la sombra de un abogado tan... importante, ¿verdad? —dijo, enfatizando la última palabra con un tono que claramente aludía a los rumores que circulaban sobre el padre de Aria.

Aria sintió cómo el color subía a sus mejillas, pero se obligó a mantener la calma. No podía permitir que Liliana la desestabilizara. Había oído esos rumores más veces de las que podía contar: que su padre no solo era un abogado respetado, sino que también tenía conexiones turbias con el bajo mundo. Eran rumores sin fundamento, pero la envidia y el resentimiento de algunos estudiantes se habían encargado de hacerlos crecer.

—Mis problemas familiares no son de tu incumbencia, Liliana. —Aria se giró completamente hacia ella, su mirada fija en la de la otra chica. No iba a dejar que la provocara más—. Y si me disculpas, tengo una clase a la que llegar.

Antes de que pudiera dar otro paso, Liliana se acercó aún más, invadiendo su espacio personal, con una mirada más afilada y calculadora. Algo en su semblante cambió, como si dejara caer la máscara de la chica sonriente y amable.

—Tienes razón, no me importa tu familia —dijo Liliana, susurrando con veneno—, pero no puedes escapar de la sombra de tu padre. Todos sabemos lo que dicen de él, y tarde o temprano, esa misma sombra caerá sobre ti. No importa cuántas veces intentes ocultarte, Aria, siempre serás la chica que vive en los márgenes.

Aria sintió una punzada de dolor en el pecho. Sabía que Liliana no tenía idea de lo que realmente estaba ocurriendo en su vida, pero esas palabras, ese peso sobre sus hombros... era algo que ya sentía profundamente. La verdad que había descubierto recientemente, sobre su familia y los pactos antiguos con ángeles y demonios, se cernía sobre ella como una nube oscura que nunca desaparecería.

Sin decir nada más, Aria apretó los labios, dio media vuelta y continuó su camino hacia el edificio principal. Podía sentir la mirada de Liliana clavada en su espalda, pero no iba a detenerse ni a darle la satisfacción de una reacción. Se concentró en cada paso que daba, en el sonido de sus zapatos golpeando el suelo, en el peso de su cuaderno dentro de su mochila, su único refugio, el único lugar donde aún podía ser ella misma.

Sin embargo, mientras se alejaba, el encuentro con Liliana dejó un sabor amargo en su boca. No era solo la humillación pública lo que la inquietaba. Había algo más en esa conversación, algo en el tono de Liliana que parecía insinuar que sabía más de lo que dejaba ver. Pero eso era imposible, ¿no? Nadie en la universidad, ni siquiera Liliana, podría conocer los secretos que Aria estaba empezando a descubrir sobre su propia familia. Y, aun así, esa sensación de ser observada, de estar bajo el escrutinio de fuerzas que no comprendía del todo, seguía presente.

Cuando finalmente entró en el edificio, el bullicio de los estudiantes y el eco de las conversaciones la rodearon, pero Aria seguía sumida en sus pensamientos. Las clases comenzaban, los profesores hablaban, pero todo era un murmullo distante para ella. El encuentro en la entrada había sido solo una muestra más del conflicto que estaba por venir, no solo con los demás, sino consigo misma y el legado que llevaba a cuestas.

Aria miró por la ventana mientras las palabras de los profesores se desvanecían. Sabía que, tarde o temprano, tendría que enfrentarse no solo a los rumores y las miradas de desprecio de personas como Liliana, sino a algo mucho más grande y peligroso. Lo que realmente la inquietaba era cómo iba a enfrentar el peso del legado que la perseguía, un legado que, por mucho que intentara evitar, parecía estar llamándola cada vez con más fuerza.

¿De quien me enamore?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora