Caminos Entre Cruzados

2 0 0
                                    

Los días siguientes al primer encuentro entre Aria y Ren fueron una mezcla de descubrimientos y misterios. Ambos sabían que su principal objetivo era desentrañar los secretos que rodeaban a la familia de Aria y las conexiones que parecían unirlos con los pactos de los tres mundos, pero con cada nuevo lugar que visitaban, cada archivo que investigaban, una amistad genuina comenzó a florecer entre ellos.

Su primer destino juntos fue la antigua biblioteca de la ciudad, un lugar casi olvidado, donde se decía que se conservaban registros de antiguas alianzas entre ángeles, demonios y humanos. La biblioteca era un edificio majestuoso, de piedra antigua, cubierto de musgo y enredaderas, con grandes ventanales de cristal que filtraban la luz del sol, dándole un aire místico. Aria no pudo evitar sentirse pequeña frente a la imponente estructura mientras subía los escalones, pero Ren, caminando a su lado, parecía tener una calma que la tranquilizaba.

—Aquí podríamos encontrar algo útil —dijo Ren, abriendo la puerta pesada de la entrada. Su voz resonaba en el interior vacío de la biblioteca.

—No puedo creer que este lugar siga en pie —comentó Aria, maravillada mientras recorría con la vista las estanterías polvorientas llenas de libros antiguos.

Ren esbozó una sonrisa mientras caminaba junto a ella.

—A veces los lugares más olvidados guardan los secretos más valiosos. Lo he aprendido en esta línea de trabajo.

Pasaron horas explorando el interior de la biblioteca. Ren, con su conocimiento de lenguas antiguas, desentrañaba los textos más complejos mientras Aria se dedicaba a revisar los documentos que mencionaban pactos y acuerdos relacionados con su familia. Aunque estaban concentrados en la investigación, era inevitable que comenzaran a hablar de cosas más personales entre cada descubrimiento.

En una de esas pausas, mientras estaban sentados en una larga mesa de madera en el centro de la biblioteca, rodeados de libros abiertos, Aria miró a Ren, quien estaba completamente absorto en un texto.

—¿Siempre has estado en la agencia? —preguntó, intentando conocerlo mejor.

Ren levantó la vista de los documentos, sus ojos verdes brillando bajo la luz tenue de las lámparas antiguas.

—Desde que tengo memoria. Fui adoptado por el Director Lee cuando era muy pequeño. Mis padres... bueno, nunca los conocí.

Aria notó la breve pausa en su voz, un destello de vulnerabilidad que no había visto antes en él. Sintió una conexión al compartir esa sensación de pérdida.

—Mi madre falleció hace cinco años —dijo Aria suavemente—. Era escritora. Me hubiera gustado que me viera seguir su legado, pero... todo se desmoronó con su muerte y la desaparición de mi padre.

Ren la miró, y en ese instante hubo un entendimiento silencioso entre ambos, como si compartieran un dolor común que solo ellos podían comprender.

—Es difícil perder a quienes amamos —respondió Ren, su voz suave—. Pero también es eso lo que nos impulsa a seguir adelante, a encontrar respuestas.

Ese fue el primer momento en que Aria sintió algo más que simple camaradería hacia Ren. Era una conexión profunda, nacida de la empatía y del entendimiento compartido de un mundo que había sido injusto con ellos. Sin embargo, ninguno de los dos mencionó lo que comenzaban a sentir. Ambos sabían que su enfoque debía estar en la investigación.

A lo largo de los días siguientes, sus destinos los llevaron a otros lugares clave: un archivo en una iglesia abandonada que alguna vez fue el centro de las reuniones entre ángeles y demonios; un almacén antiguo donde solían hacerse intercambios secretos entre los mundos. Con cada sitio que visitaban, cada rincón oscuro que exploraban, su relación se hacía más fuerte. Trabajaban en perfecta sincronía, complementando las habilidades del otro sin necesidad de muchas palabras.

Un día, tras horas de trabajo agotador, decidieron tomarse un descanso en un pequeño café escondido en una esquina de la ciudad, lejos del bullicio y las tensiones que los rodeaban. Era uno de esos lugares acogedores, con paredes cubiertas de madera oscura y el aroma a café recién molido llenando el aire. Aria miró a Ren mientras sostenía su taza de té, sintiéndose extrañamente cómoda con él, como si fuera alguien que había conocido toda su vida.

—¿Alguna vez te has preguntado qué harías si no estuvieras en la agencia? —preguntó de repente, queriendo saber más sobre la vida de Ren.

Ren se quedó en silencio un momento, reflexionando, antes de responder.

—A veces lo pienso. Pero nunca he tenido una vida fuera de esto. No sé si sabría cómo vivir de otra manera. —Hizo una pausa y luego añadió con una sonrisa traviesa—. ¿Y tú? ¿Qué harías si no estuvieras metida en todo este misterio?

Aria sonrió ante su pregunta. Ya lo había pensado muchas veces.

—Siempre quise ser escritora, como mi madre. Pero luego todo cambió y me vi atrapada en este caos. Aún así, escribir sigue siendo lo que realmente deseo hacer.

Ren asintió, mirándola con una expresión de respeto.

—Tal vez lo consigas. Aunque el mundo esté en caos, no significa que no puedas encontrar tu propio camino.

Aria lo miró, y en ese momento sintió algo más profundo surgir en su pecho. Era extraño cómo, en medio de todo el caos y el peligro, había encontrado en Ren a alguien que no solo la comprendía, sino que también la apoyaba de una manera que nadie más había hecho. Sin embargo, aunque esos sentimientos comenzaban a aflorar, ambos se mantenían enfocados en la investigación.

Los días pasaron y la investigación continuó. Visitaban diferentes puntos de la ciudad, siempre buscando pistas, siempre descubriendo fragmentos de la verdad. Entre largas caminatas bajo cielos nublados, conversaciones profundas y risas inesperadas, su amistad crecía más con cada día que pasaba. Pero junto a esa amistad, algo más comenzaba a surgir: miradas que duraban un poco más de lo necesario, sonrisas que eran más cálidas de lo que debían ser, y un roce accidental de manos que dejaba una sensación eléctrica en el aire.

Una tarde, después de haber descubierto un manuscrito clave en una vieja librería, ambos se detuvieron frente al río que atravesaba la ciudad. El sol comenzaba a ponerse, bañando el agua en tonos anaranjados y dorados. Estaban en silencio, simplemente disfrutando de la tranquilidad del momento.

—A veces me pregunto si alguna vez encontraremos todas las respuestas —dijo Aria, rompiendo el silencio.

Ren la miró, con una expresión suave en su rostro.

—Tal vez. Pero lo que importa es que no estamos solos en la búsqueda.

Aria lo miró, y por un instante, el mundo a su alrededor pareció detenerse. Sentía su corazón latir con fuerza, y aunque las palabras no fueron dichas en voz alta, ambos sabían que algo más profundo estaba naciendo entre ellos.

Sin embargo, ese sentimiento quedaba en un segundo plano, oculto entre los silencios y los gestos, mientras seguían adelante con su investigación. Pero ambos sabían, en lo más profundo de sus corazones, que el tiempo que pasaban juntos estaba tejiendo algo más fuerte que una simple amistad. Era solo cuestión de tiempo antes de que ambos se dieran cuenta de la verdadera naturaleza de lo que estaba floreciendo entre ellos.

¿De quien me enamore?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora