Bajo La Luz Del Rio

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Después del incómodo encuentro en la cafetería, Aria y Ren decidieron cambiar de escenario. Sabían que necesitaban desconectar por completo y disfrutar de un día libre para recuperar fuerzas. Sin decirlo en voz alta, ambos querían olvidarse, aunque fuera solo por unas horas, de los misterios, secretos y peligros que los rodeaban.

—¿Qué te parece si vamos al cine? —sugirió Ren, mientras caminaban por las bulliciosas calles del centro de la ciudad.

Aria, todavía un poco nerviosa tras lo ocurrido con Liliana, asintió con una sonrisa. La idea de sentarse en una sala oscura y dejarse llevar por una película le resultaba más que atractiva. Era el escape perfecto, al menos por un rato.

Entraron a un cine pequeño pero acogedor, y eligieron una película de aventuras que parecía ser lo suficientemente ligera para relajarse. Mientras las luces se apagaban y la pantalla comenzaba a iluminarse, Aria se sintió tranquila por primera vez en mucho tiempo. A su lado, Ren parecía igualmente inmerso en la historia. No había necesidad de hablar; el simple hecho de estar juntos, compartiendo ese espacio, era suficiente.

A lo largo de la película, ambos se reían y comentaban algunas escenas, como si fueran dos amigos de toda la vida. Y en medio de esa tranquilidad, Aria notó que su corazón latía con un ritmo diferente. Estar al lado de Ren, compartir esos pequeños momentos cotidianos, la hacía sentirse cada vez más cercana a él.

Cuando la película terminó, decidieron seguir disfrutando del día.

—¿Y si vamos al parque de diversiones? —propuso Ren, con una chispa de emoción en sus ojos. Aria, que normalmente era más reservada, aceptó la idea con entusiasmo.

El parque de diversiones estaba lleno de luces, música y risas. Subieron a la montaña rusa, donde Aria gritó de emoción, sintiendo cómo sus preocupaciones se desvanecían en cada giro vertiginoso. Luego se detuvieron en un puesto de algodón de azúcar, donde Ren compró un enorme algodón que compartieron mientras caminaban por los senderos iluminados.

Conforme avanzaba la tarde, Aria comenzó a darse cuenta de algo. Mientras veía a Ren reír y bromear, un sentimiento cálido empezó a crecer dentro de ella. No era simplemente gratitud o amistad. Había algo más, algo que la asustaba y emocionaba al mismo tiempo. Pero justo cuando comenzaba a aceptar esa realidad, recordó su prioridad: encontrar a su padre y descubrir la verdad detrás del equilibrio del mundo. Sus sentimientos por Ren tendrían que esperar. Había demasiadas preguntas sin respuesta, y su prioridad seguía siendo resolver el misterio de su familia.

Mientras caminaban por el parque, Aria miró a Ren y, con una sonrisa tímida, le preguntó:

—Cuéntame más sobre ti, Ren. Hemos pasado tanto tiempo juntos, pero siento que apenas sé nada sobre tu vida.

Ren, que solía ser reservado cuando se trataba de hablar de sí mismo, se tensó ligeramente. Bajó la mirada por un instante antes de responder.

—No hay mucho que contar, en realidad —respondió con una sonrisa ligera, pero distante.

Aria percibió que esa puerta estaba cerrada por el momento. Aunque sentía curiosidad por Ren y su vida, respetaba sus límites. Sabía que todos tenían secretos, y ella no era la excepción. Así que simplemente asintió y no insistió más.

Continuaron caminando hasta llegar a un parque más tranquilo, bordeado por árboles de cerezos en flor. La suave brisa nocturna movía los pétalos de las flores, que caían lentamente, creando una atmósfera mágica. Delante de ellos, el río brillaba bajo la luz de la luna, reflejando el resplandor de las estrellas. El momento era perfecto, y ambos lo sabían.

—Es hermoso —susurró Aria, observando cómo las luces del parque se reflejaban en el agua.

Ren asintió en silencio, sus pensamientos ocupados por algo más. Desde hacía unos minutos, sentía que alguien los observaba. Sus sentidos, afinados por su naturaleza híbrida de ángel y demonio, lo alertaban de una presencia cercana.

—Aria, espérame aquí —dijo de repente, con un tono serio que hizo que Aria lo mirara con curiosidad—. Iré a buscar algo de beber. No tardaré.

—Está bien —asintió Aria, sin hacer preguntas, confiando en él.

Ren se alejó rápidamente, sus ojos escaneando el área hasta que encontró lo que buscaba. Y ahí estaba, escondido entre las sombras de los árboles, su hermano menor, Seo Jun. El joven tenía una sonrisa burlona en el rostro, disfrutando de la situación como si fuera un espectáculo solo para él.

—Vaya, Ren —dijo Seo Jun con un tono sarcástico mientras daba un paso hacia adelante—. ¿Qué estás haciendo paseando con una humana? Eso no es muy propio de ti, ¿no crees?

Ren apretó la mandíbula, molesto por la presencia de su hermano. Seo Jun siempre había sido un problema, siempre en la sombra, observando y juzgando.

—No es asunto tuyo —respondió Ren, manteniendo la calma mientras se acercaba a él.

Seo Jun se rió con desprecio, cruzándose de brazos.

—Oh, claro que lo es. Eres mi hermano mayor, después de todo. Y es interesante ver cómo el gran Ren, mitad ángel, mitad demonio, está jugando a ser un humano ordinario con una chica frágil como esa. ¿Qué harás cuando ella descubra lo que realmente eres?

Ren miró a Seo Jun con dureza. Sabía que su hermano disfrutaba provocándolo, pero no tenía tiempo para sus juegos.

—Lo que haga o no haga no tiene nada que ver contigo —replicó Ren, controlando su tono—. ¿Por qué estás aquí, Seo Jun?

Seo Jun se encogió de hombros, como si fuera lo más natural del mundo.

—Solo estaba de paso. Pero es curioso verte así. Pareces más... humano cada vez que estás con ella. ¿Es eso lo que quieres? ¿Olvidarte de lo que eres, de tu verdadero poder?

Ren suspiró, sabiendo que no valía la pena seguir discutiendo. No iba a darle el gusto de responder a sus provocaciones.

—Deberías irte —le advirtió Ren—. No quiero que causes problemas.

Seo Jun lo miró por un largo momento antes de esbozar una sonrisa astuta.

—No te preocupes, hermano. No causaré problemas... hoy. Pero me pregunto cuánto tiempo más podrás mantener tu pequeño secreto oculto. Y si la chica lo descubrirá por sí misma o si tendré que ayudarla a verlo.

Con esas palabras, Seo Jun se desvaneció en las sombras, dejando a Ren con un nudo en el estómago. Su hermano siempre había sido impredecible, pero sabía que la amenaza no era vacía. Tenía que tener cuidado, no solo por él, sino también por Aria.

Ren regresó junto a Aria, que lo esperaba bajo los árboles de cerezos. Cuando la vio, sonriendo suavemente bajo la luz de la luna, sus preocupaciones se desvanecieron por un momento.

—¿Todo bien? —preguntó Aria, alzando una ceja.

—Sí, todo bien —respondió Ren con una sonrisa.

Aunque había peligros acechando en las sombras, en ese instante, junto a Aria, el mundo parecía estar en paz. Pero en el fondo, ambos sabían que esa paz era temporal. Las preguntas sin respuesta seguían ahí, y el equilibrio del mundo aún pendía de un hilo.

¿De quien me enamore?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora