Confesiones y Batallas

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El eco suave del monitor de la enfermería marcaba el ritmo de la respiración de Aria. Aún inconsciente, descansaba en una cama blanca, su rostro pálido pero sereno. Ren estaba sentado a su lado, en completo silencio, observando cada pequeño movimiento que ella hacía. Sentía un peso en el pecho que no podía ignorar. La nota que había encontrado en su mano le había revelado una verdad que no podía desentender. Guardó la nota en su chaqueta, sin intención de mostrársela a nadie, al menos no todavía.

Sabía que alguien estaba detrás de todo esto, alguien que jugaba con sus destinos, y Ren tenía una idea bastante clara de quién era. Pero antes de enfrentarse a él, no podía dejar de pensar en Aria, tendida e indefensa. No podía soportar verla en ese estado, y sentía una creciente necesidad de protegerla a toda costa.

—Lo siento, Aria —susurró Ren con la voz temblorosa, inclinándose hacia ella—. No quería que te involucraras en esto. No quería que mi mundo se mezclara con el tuyo, pero ahora parece inevitable.

Ren se quedó en silencio por un momento, tomando su mano con suavidad. Este era el momento de abrirse, de decir lo que había guardado durante tanto tiempo. Quizás Aria no pudiera escucharlo en ese estado, pero necesitaba desahogar su corazón, aunque ella no pudiera responder.

—Toda mi vida, he estado dividido —comenzó Ren, su voz baja pero clara—. Mitad demonio, mitad ángel. Nunca he sido completamente aceptado por ninguno de los dos lados. Mi propio hermano... Seo Jun... siempre ha despreciado lo que soy. Para él, soy una abominación. Y mi padre, un ser poderoso entre los demonios, nunca vio en mí más que una herramienta que podría usar para sus fines.

Ren apretó ligeramente la mano de Aria, su mirada fija en el suelo mientras hablaba.

—Cuando te conocí, todo cambió. Nunca pensé que me importaría alguien como tú. Pero ahora... no puedo imaginar este mundo sin ti. No sé cómo ocurrió, pero siento algo que nunca antes había sentido. Y sé que debo protegerte, cueste lo que cueste. —Sus ojos se llenaron de una mezcla de tristeza y determinación—. Aunque eso signifique enfrentar a mi propio hermano... y a mi padre.

Le dio un suave apretón a su mano, su corazón latiendo más rápido de lo habitual. Sabía lo que debía hacer. Se levantó de la silla, dándole una última mirada a Aria, quien seguía sumida en su profundo sueño. Salió de la habitación, con una sola cosa en mente: encontrar a Seo Jun.

Sabía exactamente dónde buscar. Seo Jun tenía sus lugares habituales, rincones oscuros de la ciudad donde el peligro y el caos reinaban. Ren visitó primero un antro oscuro en las afueras, un lugar lleno de criaturas sombrías y apostadores, pero no encontró a su hermano. Luego fue a las salas de apuestas, donde Seo Jun solía pasar el tiempo, pero tampoco estaba allí.

Finalmente, llegó a un pequeño bar, uno que su hermano frecuentaba en sus peores días. Al entrar, vio a Seo Jun al fondo, riendo y bebiendo como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo. Los ojos de Ren se estrecharon, y una furia contenida comenzó a arder en su pecho.

Seo Jun levantó la mirada y, al ver a su hermano, sonrió con burla.

—Mira quién ha llegado —dijo Seo Jun con tono sarcástico, levantando su vaso—. El bastardo dividido entre ángel y demonio. ¿Qué te trae por aquí, hermano? ¿Vienes a disfrutar de una bebida o a sermonearme?

Ren se acercó con pasos firmes, sin quitarle la mirada de encima.

—¿Qué hiciste, Seo Jun? —preguntó Ren, su voz baja pero llena de peligro—. Sé que fuiste tú quien dejó esa nota. No te atrevas a mentirme. Esta vez, no me importa lo que seas. Si sigues jugando con Aria, te arrepentirás.

Seo Jun lo miró con una sonrisa burlona, bebiendo lentamente de su vaso antes de responder.

—¿La nota? Oh, claro, hermano. Fui yo. ¿De verdad pensaste que no te estaba observando? Desde el momento en que vi a esa humana contigo, supe que tenías una debilidad. Sabes lo que eso significa, ¿verdad? —Seo Jun se inclinó hacia adelante, sus ojos oscuros llenos de malicia—. Nuestro padre lo sabe todo. Yo mismo se lo conté.

Ren sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no dejó que eso se reflejara en su rostro. Mantuvo su compostura mientras su hermano continuaba.

—Sí, hermano —dijo Seo Jun con una risa—, nuestro padre sabe que esa humana está ligada a algo mucho más grande. Y cuando llegue el momento, él se encargará de que todo salga como está previsto. Esa chica es solo un peón en este juego. Y tú... bueno, siempre has sido un tonto sentimental. Creer que puedes protegerla, es patético.

Ren, sin poder contener más su furia, lo empujó con fuerza, haciendo que Seo Jun tropezara y casi cayera de su silla.

—¡No permitiré que le hagan daño! —gritó Ren, acercándose con los puños cerrados—. ¡Si tienes algo que ver con esto, lo resolveré ahora mismo!

Seo Jun se enderezó, sonriendo aún más. Sin previo aviso, desenvainó un puñal oscuro y se abalanzó hacia Ren. Los dos hermanos comenzaron a luchar con una ferocidad nunca antes vista. Sus poderes demoníacos chocaron, haciendo que el pequeño bar temblara bajo la intensidad del combate. Golpes rápidos, destellos de energía oscura y movimientos rápidos llenaron el espacio.

Ren, con una fuerza contenida por la rabia y la preocupación por Aria, golpeó a su hermano con todas sus fuerzas, derribándolo al suelo. Seo Jun, sangrando y jadeando, lo miró con una mezcla de odio y admiración.

—Siempre has sido más fuerte... —murmuró Seo Jun, mientras intentaba levantarse del suelo.

Ren, con la respiración agitada, lo observó desde arriba, sus ojos llenos de determinación.

—Ve y dile a nuestro padre que no le temo. No voy a dejar que Aria sufra por su ambición. Y si intentas hacerle daño otra vez, serás tú quien se arrepienta.

Seo Jun, aún herido, dejó escapar una carcajada.

—Veremos, hermano. Veremos cuánto puedes protegerla cuando llegue el momento.

Ren lo dejó allí, tendido en el suelo, sin molestarse en mirar atrás. Sabía que la batalla aún no había terminado, pero una cosa era segura: no dejaría que nadie le hiciera daño a Aria. No mientras él estuviera cerca.

¿De quien me enamore?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora