Una Pausa En La Tormenta

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Después de semanas inmersos en la investigación, recorriendo archivos antiguos y lugares olvidados, Aria y Ren se encontraban agotados. Habían llegado a un punto muerto en su búsqueda de información sobre los tres gobernantes. Los documentos que habían encontrado ofrecían pistas fragmentadas, pero no lograban unir las piezas de un rompecabezas que parecía más grande de lo que cualquiera de ellos había anticipado.

El Director Lee, consciente de la frustración que ambos sentían, los llamó a su despacho.

—Han trabajado duro —dijo el Director, su voz serena—. Pero creo que necesitan un descanso. A veces, un respiro puede ser lo que necesitan para ver las cosas con claridad. Tómense el día libre.

Ren intercambió una mirada con Aria. Ninguno de los dos quería detenerse, pero sabían que necesitaban tiempo para recargar energías. Aceptaron la oferta del Director con agradecimiento, y tras salir de la agencia, se dispusieron a aprovechar su inesperado día libre.

—¿Qué te parece si vamos a almorzar a algún lugar? —sugirió Ren, con una sonrisa amigable—. Podríamos relajarnos un poco antes de volver a sumergirnos en toda esta locura.

Aria sonrió, agradecida por la oportunidad de distraerse un poco de los misterios que los envolvían. Estar con Ren le resultaba cada vez más cómodo, una mezcla de seguridad y calidez que la hacía sentir bien, incluso en medio del caos.

—Suena bien —respondió ella—. Hay una cafetería en el centro comercial que siempre he querido probar, pero nunca he tenido tiempo.

Ren asintió, contento de acompañarla, y pronto ambos caminaron hacia el centro comercial. El sol estaba alto en el cielo, iluminando las calles de la ciudad humana mientras las sombras de las dudas y peligros que los rodeaban parecían, por un momento, desvanecerse.

El centro comercial estaba lleno de gente, familias caminando entre las tiendas, risas y voces que llenaban el aire. Al entrar en la cafetería popular de la que Aria había hablado, el aroma a café recién hecho y a dulces los envolvió. Era un lugar acogedor, con mesas de madera oscura y ventanales amplios que permitían ver el bullicio de la ciudad exterior.

—Este lugar es agradable —comentó Ren mientras tomaban asiento en una mesa cerca de una de las ventanas. Aria asintió, mirando a su alrededor.

La conversación entre ambos fluía con naturalidad. Ren hablaba de algunas de sus experiencias en la agencia, y Aria, por primera vez en mucho tiempo, sentía que podía relajarse. Entre risas y sonrisas, ambos se permitieron olvidar, aunque fuera por un momento, la gravedad de la misión que compartían.

—No sabía que eras tan gracioso —dijo Aria entre risas, después de que Ren contara una anécdota sobre uno de los casos más extraños que había investigado.

—No lo soy —respondió Ren, con una sonrisa juguetona—. Es solo que tu risa es contagiosa.

Aria se ruborizó un poco, sintiéndose avergonzada, pero a la vez feliz por la conexión que estaban creando. El ambiente entre ellos era increíblemente relajado, una burbuja de calma en medio de sus agitadas vidas.

Sin embargo, esa paz se rompió de repente cuando Aria, mientras bebía su té, notó una figura familiar en la barra de la cafetería. Su corazón se detuvo un segundo cuando sus ojos se cruzaron con los de Liliana.

Liliana, con su cabello perfectamente peinado y su actitud arrogante, la miraba con una sonrisa burlona. Era la chica más popular de la universidad, una modelo famosa que siempre había despreciado a Aria por su actitud reservada. Y ahora, Liliana la miraba como si estuviera saboreando el momento.

Aria sintió cómo su estómago se tensaba. Había tenido tantos enfrentamientos con Liliana en el pasado que solo verla le provocaba nervios. Intentó apartar la vista y continuar con la conversación con Ren, pero las palabras comenzaron a desvanecerse en su boca. Su respiración se aceleró, y el leve temblor en sus manos no pasó desapercibido para Ren.

—¿Estás bien? —preguntó él, con una mirada preocupada.

Antes de que Aria pudiera responder, Liliana se acercó a su mesa, con una sonrisa maliciosa pintada en su rostro. La tensión en el aire era palpable, y Aria sintió que el pánico se apoderaba de ella.

—Vaya, vaya, miren quién está aquí —dijo Liliana, con su tono mordaz—. Aria, la niña solitaria de la universidad. Qué sorpresa verte aquí. —Miró de reojo a Ren y luego volvió a fijar sus ojos en Aria—. ¿Has conseguido un amigo finalmente? O... ¿es algo más?

Aria sintió el calor subirle al rostro, pero no de vergüenza, sino de ira. Quería gritarle a Liliana que se fuera, que la dejara en paz, pero las palabras no salían. Liliana continuó, disfrutando de cada segundo.

—Es curioso —dijo, con una sonrisa cínica—. Siempre pensé que nadie se acercaba a ti porque todos sabían lo que realmente eres. La hija del abogado que se enriquece con negocios sucios. Debe ser difícil vivir con eso, ¿no? Aunque claro, ahora parece que te las has arreglado para encontrar compañía... aunque dudo que dure mucho cuando él se entere de la verdad.

Las palabras de Liliana golpearon a Aria como un puñal. El aire parecía escaparse de sus pulmones, y la humillación la inundó. No podía soportarlo más. Sin decir una palabra, se levantó de la mesa de repente y salió corriendo de la cafetería, las lágrimas amenazando con brotar de sus ojos.

Ren, sorprendido por la rapidez con la que Aria se levantó, no tardó en reaccionar. Miró a Liliana, su expresión endureciéndose.

—¿Qué demonios te pasa? —le espetó antes de correr tras Aria, sin darle a Liliana la oportunidad de responder.

Aria corría por el centro comercial, esquivando a las personas, mientras las lágrimas comenzaban a rodar por su rostro. Se sentía humillada, vulnerable, como si todo su mundo estuviera desmoronándose. Las palabras de Liliana, que recordaban las sospechas y rumores sobre su padre, la golpeaban una y otra vez en su mente. Sabía que Ren la había visto correr, y ahora lo único que quería era desaparecer.

Finalmente, salió del centro comercial y se detuvo en un callejón tranquilo, donde el bullicio de la ciudad era apenas un murmullo distante. Apoyó la espalda contra una pared y dejó que las lágrimas cayeran.

No pasó mucho tiempo antes de que Ren la alcanzara. Al verla así, sintió un nudo en el estómago. Caminó lentamente hacia ella, sin decir nada al principio, permitiéndole espacio para respirar. Cuando estuvo a su lado, se inclinó un poco para mirarla a los ojos.

—Aria —dijo suavemente—. No tienes que escuchar lo que dice Liliana. No tiene ni idea de lo que estás pasando. Es solo... cruel.

Aria secó sus lágrimas con el dorso de la mano, sin mirarlo.

—Lo peor es que... algo de lo que dijo es verdad —admitió en un susurro—. No sé qué está pasando con mi padre. No sé qué secretos está ocultando mi familia. Y todos los rumores... a veces siento que no tengo idea de quién soy.

Ren guardó silencio por un momento, pero luego dio un paso más cerca.

—Tal vez no conozcas todas las respuestas ahora, pero no tienes que enfrentarlo sola. Estoy aquí, y vamos a descubrir la verdad, juntos. —Su voz era suave, pero firme, como si nada en el mundo pudiera cambiar esa promesa.

Aria levantó la mirada, encontrándose con los ojos de Ren. Había una sinceridad en su expresión que la hizo sentirse un poco más segura, menos perdida. Él no la estaba juzgando, y por primera vez en mucho tiempo, no se sentía sola.

Ren esbozó una pequeña sonrisa.

—Además —añadió con un tono más ligero—, no puedes dejar que alguien como Liliana tenga tanto poder sobre ti. Eres mucho más fuerte de lo que ella cree.

Aria soltó una pequeña risa entre lágrimas, aliviada por el cambio en el tono. Ren siempre sabía cómo hacerla sentir mejor, incluso en los momentos más oscuros.

—Gracias, Ren —dijo ella finalmente, tomando aire y tratando de calmarse.

Ren le ofreció su mano.

—¿Vamos a casa?

Aria asintió, aceptando la mano de Ren. Mientras caminaban juntos de regreso, sentía que, aunque el día había sido difícil, su amistad con Ren se hacía más fuerte con cada paso que daban. Y, tal vez, solo tal vez, esos sentimientos que empezaban a crecer entre ambos podrían convertirse en algo más en el futuro.

¿De quien me enamore?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora