capítulo 14.

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Era un nuevo y brillante día en el siempre vibrante Star Park. El sol ya estaba alto en el cielo, bañando todo el lugar con una cálida luz dorada que hacía que las atracciones relucieran como gemas. Los visitantes llegaban a raudales, emocionados por todas las aventuras y espectáculos que el parque les ofrecía. Algunos ya se marchaban, cansados pero satisfechos, mientras otros recién comenzaban su jornada de diversión.

Los sonidos de risas, gritos de emoción y música se mezclaban en el aire, creando una sinfonía caótica pero alegre que definía el ambiente de Star Park. Brawlers de todas partes se habían reunido para entretener a los visitantes de todas las edades.

Stu y Janet, con sus acrobacias aéreas, volaban por el aire, sus movimientos sincronizados a la perfección mientras realizaban piruetas y trucos sobre sus vehículos. Los espectadores aplaudían y gritaban de asombro cada vez que realizaban una maniobra audaz, mientras el propio Stu lanzaba uno de sus característicos chistes sarcásticos entre cada acrobacia.

A lo lejos, Poco y su banda llenaban el aire con música vibrante, animada, y lo que parecía una pelea amistosa entre los miembros del grupo se había convertido en un espectáculo improvisado para los visitantes. El sonido de las guitarras resonaba mientras Poco, con su sombrero siempre a la vista, lideraba la banda con un carisma magnético, cantando y riendo con su público.

En otra zona del parque, Bea y Rosa se encontraban en su jardín, mostrando a los visitantes las flores más exóticas y curiosas. Con la ayuda de Sprout, guiaban a las familias y niños a través de coloridos senderos llenos de plantas, mientras explicaban las propiedades de cada una. Rosa, siempre tan apasionada por la botánica, hablaba con emoción, mientras Bea, más reservada pero igualmente entusiasta, mostraba con orgullo los logros de su trabajo en el jardín.

El parque estaba lleno de vida, pero como en todo lugar grande y lleno de movimiento, había problemas tras bambalinas.

En una oficina oculta dentro de una de las estructuras del parque, un hombre de baja estatura, con el rostro en sombras, escuchaba pacientemente mientras uno de sus subordinados le traía malas noticias.

—¡Señor! —dijo el subordinado, claramente nervioso, limpiándose el sudor de la frente—. Tenemos un problema con las gemas… perdimos al equipo minero, no han sido vistos esta mañana...

El hombre se giró lentamente en su silla, cubriéndose el rostro con una mano enguantada, su postura relajada, pero su tono era todo menos calmado.

—¿Qué quieres decir con que los perdiste? —preguntó, con una voz baja y amenazante que hizo que el subordinado retrocediera un paso.

—No… no sabemos dónde están, señor. — El hombre tartamudeaba, claramente asustado—. Parecía que iban a seguir con su trabajo esta mañana, pero... no hay rastro de ellos.

El hombre de baja estatura soltó un suspiro pesado y largo, como si estuviera cansado de escuchar excusas inútiles.

—Pues no dejes que se descubra la minería, —dijo, con una nota de exasperación en su voz, levantando la mirada y mostrando apenas el destello de sus ojos fríos—. Tan difícil es mantener todo esto en secreto…

—¡Por supuesto, señor! No-no hay problema... — El subordinado asintió rápidamente, su cara completamente blanca de miedo, antes de salir apresuradamente de la habitación, cerrando la puerta tras de sí con manos temblorosas.

Mientras tanto, afuera del restaurante cercano al centro del parque, Draco y Melody caminaban juntos, sumidos en una conversación relajada pero crucial.

—¿A dónde vamos? —preguntó Draco, rompiendo el silencio que había entre ellos. Había algo de curiosidad en su tono, aunque también una sombra de preocupación. Sabía que Melody tenía un plan, pero no estaba seguro de cuál era exactamente.

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