Entrometido!
— Te ves, terrible...
— enserió, ¿tan mal me veo?, Espero que un poco de maquillaje pueda arreglar esto — dijo Draco, tocándose el rostro y sintiendo los lugares donde le ardía.
— ¿Te maquillas?
— Pues sí, tú también lo haces, no te quejes — respondió Draco con una leve sonrisa.
El metalero y el bufón se dirigieron al hogar de Chester. Aunque Draco no quería regresar aún, su acompañante insistió. Ya era muy tarde y no quería involucrarlo en más problemas.
Sin más, Draco ingresó al establecimiento y Chester le ofreció entrar. Dudó un poco, no quería que lo vieran en ese estado, pero no tuvo otra opción ante la insistencia de Chester.
— Tienes suerte, Mandy y Berry ya deberían estar durmiendo. Puedes quedarte en mi habitación.
— No, no, ¿cómo crees? No quiero ser una molestia — dijo Draco, avergonzado.
— Para nada, eres mi tilín. Mi casa es tu casa.
— En este caso, ¿no sería la de Mandy?
— Ahh, bueno, tal vez — Chester rió y luego fue a buscar un botiquín. Sacó alcohol, algodón y algunas vendas.
— ¿Amm, sabes de esto? — dijo Draco, algo asustado, alejándose un poco.
— No, pero puedo probar — respondió Chester, sonriendo.
Draco suspiró, cansado, y aceptó. Mientras Chester le ayudaba con sus heridas y hablaba sin descanso, Draco solo podía pensar preocupado. ¿Y si Poco tuviera que elegir? ¿Se iría inmediatamente a los brazos del jodido chico con peinado de pájaro?
Resopló frustrado, llamando la atención de Chester.
— ¿Tas bien, bro?
— No, no dejo de pensar en lo que me dijo.
— ¿Que no olvidaría tu cara?
— Eso no, lo otro.
— Aaa, sobre Poquito?
— Sí, eso.
— Nahhh, tú eres más guapo, bueno, antes de la paliza que te dio — dijo Chester riendo.
— ¿Lo sigo siendo?
— Sigues igual de hermoso. Si Poco no te quiere, yo sí, guapo — bromeó Chester, acercándose un poco más.
— Bien, ya entendí, gracias — dijo Draco, mientras se levantaba de su sitio.
— Bueno, ¿ya quieres ir a mi cuarto? — le dijo Chester, señalando con la cabeza.
— Sí, muero de sueño...
— Entonces, andando — dijo Chester, tomando la muñeca de Draco y guiándolo con una sonrisa en el rostro.
Ambos subieron las escaleras en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Al llegar a la habitación, Chester abrió la puerta y encendió la luz, revelando una habitación decorada de tonos pasteles y velas como tapiz en su pared, y sin contar diversos objetos con brillantina.
— No te preocupes por el desorden — dijo Chester, avergonzado. — Siéntete como en casa.
Draco asintió y se dejó caer en la cama, sintiendo cómo el cansancio lo invadía. Chester se sentó a su lado, observándolo con una mezcla de preocupación y cariño.
— Descansa, amigo. Mañana será otro día — dijo Chester, apagando la luz y acomodándose en el otro lado de la cama.
Draco cerró los ojos, tratando de dejar de lado los pensamientos sobre...bueno eso.