Días después de la mudanza, Ellen y Kanjuro llegaron a su nueva casa en las afueras de una ciudad costera en México. La casa, ubicada cerca del mar, era pequeña pero acogedora, con una vista que recordaba ligeramente a su hogar en Japón, aunque todo lo demás parecía tan distinto.
Ellen, de pie en la puerta, miraba alrededor con una expresión de desinterés. El aire olía a sal, y el sonido de las olas rompiendo en la orilla le daba una sensación de nostalgia, pero todo lo demás le resultaba ajeno. Las calles eran diferentes, el idioma que escuchaba a su alrededor no era familiar, y la gente, aunque amable, no parecía compartir la misma energía que la de su país natal.
—"¿Qué te parece, Ellen?" —preguntó Kanjuro mientras descargaba las últimas cajas del camión. "Tiene su encanto, ¿no?"
Ellen se encogió de hombros.
—"Supongo" —respondió con voz apática—. "Es diferente. Eso es todo."
Kanjuro sonrió, sabiendo que su hija necesitaría tiempo para adaptarse. Al fin y al cabo, un cambio así no era fácil, sobre todo para alguien como Ellen, que no solía mostrar mucho entusiasmo últimamente.
—"Bueno, ¿por qué no damos una vuelta por el barrio? Tal vez encuentres algo que te guste."
Sin muchas ganas, Ellen aceptó. Mientras caminaban por las calles cercanas, notó la arquitectura diferente, los colores vibrantes de las casas y las tiendas locales, aunque nada de eso la impresionaba. Al menos, no hasta que pasaron frente a una tienda de dulces.
—"¿Qué es eso?" —preguntó Ellen, sus ojos brillando por primera vez en días al ver los estantes llenos de dulces coloridos y exóticos.
Kanjuro rió al notar su reacción.
—"Es una tienda de dulces mexicanos. ¿Quieres entrar y ver?"
Ellen asintió rápidamente, y por primera vez desde que llegaron, mostró una pizca de entusiasmo. Al entrar, sus ojos se llenaron de curiosidad al ver los dulces que nunca antes había visto. Los colores, los aromas, y las texturas eran completamente diferentes a los dulces japoneses.
—"Estos son increíbles" —murmuró, tomando uno de los dulces en sus manos, observándolo como si fuera una obra de arte.
Kanjuro la observaba desde el otro lado de la tienda, contento de ver a su hija interesarse por algo, aunque fuera un pequeño paso. Quizás México no era tan malo después de todo, pensó.
Después de comprar algunos dulces, Ellen salió de la tienda con una bolsa llena, comiendo uno de sus nuevos descubrimientos mientras caminaban de vuelta a casa.
—"Supongo que no todo es tan terrible aquí" —dijo Ellen en voz baja, aunque lo suficientemente fuerte para que su padre la escuchara.
Kanjuro sonrió, aliviado de ver que su hija empezaba a encontrar pequeños momentos de alegría en su nueva vida.
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ELLEN JOE AMOR IMPOSIBLE ¿O NO? (historia no fiel al juego(
Teen FictionATENCION aquí no tomo en cuenta los acontecimientos del juego así que no se molesten