Los años pasaron rápidamente, y Ellen y Jesús, que ahora tenían doce años, seguían siendo inseparables. A lo largo de esos años, Jesús siempre había estado a su lado, protegiéndola y defendiéndola de quienes la molestaban por su apariencia diferente. Se habían vuelto los mejores amigos, compartiendo secretos, risas y aventuras, pero para Ellen, esos sentimientos habían comenzado a transformarse en algo más profundo.
Una tarde tranquila, ambos estaban en el parque, sentados en la sombra de un gran árbol. Ellen tenía sus libros abiertos, intentando estudiar, pero su mente estaba en otra parte. Miraba de reojo a Jesús, que estaba concentrado en escribir algo en su cuaderno. El viento soplaba suavemente, y el ambiente era perfecto, casi como si el mundo hubiera decidido darle a Ellen el coraje que necesitaba.
Tomando aire profundamente, Ellen cerró su libro y miró a Jesús.
-"Jesús, hay algo que quiero decirte," -dijo, sintiendo cómo su corazón latía más rápido.
Jesús levantó la vista de su cuaderno, notando la seriedad en su voz.
-"¿Qué pasa, Ellen?" -preguntó con curiosidad, dejando su cuaderno a un lado.
Ellen dudó un momento, pero sabía que no podía seguir guardando lo que sentía. Había sido su mejor amigo durante años, siempre estaba ahí para ella, y en su corazón, sabía que lo quería más que como un simple amigo.
-"Jesús, yo... creo que te quiero," -dijo finalmente, las palabras saliendo más rápido de lo que había planeado-. "Y no solo como un amigo. Me he dado cuenta de que siento algo más por ti."
Jesús se quedó en silencio por un momento, sorprendido por la confesión. No esperaba que Ellen dijera algo así. Había sentido durante algún tiempo que Ellen era especial para él, pero no había pensado en esos términos aún. Bajó la mirada, pensando en lo que debía decir.
-"Ellen..." -comenzó Jesús, escogiendo sus palabras con cuidado-. "Tú eres mi mejor amiga, y siempre lo serás, pero... no estoy listo para pensar en esas cosas aún. No sé si puedo corresponder a lo que sientes, al menos no ahora."
Ellen sintió un pequeño nudo en el estómago, pero no se dejó vencer. Había esperado que Jesús no estuviera listo, pero eso no cambiaba lo que sentía.
-"Está bien, Jesús," -dijo ella con una sonrisa tranquila, aunque algo triste-. "No tienes que sentir lo mismo ahora. Pero prométeme una cosa."
Jesús la miró, intrigado.
-"¿Qué cosa?"
-"Prométeme que, cuando seamos mayores, te casarás conmigo," -dijo Ellen, con una mezcla de seriedad y esperanza en sus ojos.
Jesús se quedó en silencio por un momento. Era una promesa grande, pero viendo la sinceridad en los ojos de Ellen, no pudo evitar sonreír. Sabía lo importante que era para ella, y aunque no sabía lo que depararía el futuro, tampoco quería perderla.
-"Está bien," -dijo finalmente, extendiendo su mano hacia ella-. "Te lo prometo, Ellen. Cuando seamos mayores, si aún lo quieres, me casaré contigo."
Ellen sonrió con alivio, tomando la mano de Jesús para sellar su promesa. Aunque no sabía lo que el futuro les traería, en ese momento, con esa promesa, se sintió más cercana a él que nunca.
Esa tarde, Jesús regresó a casa después de su promesa con Ellen, pero al entrar, escuchó a sus padres hablando en la cocina. Se detuvo en seco al oír palabras que lo llenaron de confusión: "mudanza", "México", "comenzar de nuevo". Sintió un nudo en el estómago y, con el corazón acelerado, se acercó un poco más para escuchar mejor.
-"Ya está todo listo," -dijo su madre con voz tranquila-. "Nos mudamos a México la próxima semana. Jesús empezará la escuela allá."
-"Es lo mejor para la familia," -agregó su padre.
Jesús sintió que el mundo se le venía abajo. Su primera reacción fue querer salir corriendo para contarle a Ellen, pero en ese mismo instante, sus padres lo vieron desde la cocina.
-"Jesús, cariño," -dijo su madre al verlo-. "Tenemos que hablar contigo."
Con el rostro serio, su padre lo miró fijamente.
-"Nos vamos a mudar a México. Es una oportunidad importante para todos nosotros, y necesitamos que empieces a empacar tus cosas."
Jesús sintió cómo sus palabras lo golpeaban como una avalancha. No podía irse, no sin despedirse de Ellen. Recordó la promesa que le había hecho esa misma tarde y supo que tenía que verla, explicarle todo. Se adelantó unos pasos hacia la puerta, decidido a ir a su casa para contarle, pero su madre lo detuvo.
-"No puedes ir ahora," -dijo firmemente-. "Es tarde, y mañana tienes mucho que hacer. No hay tiempo para despedidas."
-"Pero mamá, tengo que decirle algo a Ellen, ¡ella no sabe que me voy!" -protestó Jesús desesperado.
Su padre suspiró y negó con la cabeza.
-"No puedes. Mañana tenemos que empacar todo y prepararnos. Es mejor que lo dejes así, hijo."
El corazón de Jesús se hundió. No podía creer lo que estaba pasando. ¿Cómo podía irse sin decirle nada a Ellen? Ella no tenía teléfono, ni una forma de contactarla. Si se iba sin despedirse, Ellen no sabría qué pasó. Además, ¿qué pasaría con su promesa?
Sintió un nudo en la garganta y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, pero sabía que no podía hacer nada. Sus padres estaban firmes en su decisión. Jesús se dio la vuelta lentamente y se dirigió a su habitación, con el corazón pesado y la mente llena de preguntas. Mientras se recostaba en su cama esa noche, todo lo que podía pensar era en Ellen, en la promesa que le había hecho, y en cómo, tal vez, nunca tendría la oportunidad de cumplirla.
Jesús cerró los ojos, sintiendo la desesperanza llenar su pecho, mientras una sola lágrima caía por su rostro.
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ELLEN JOE AMOR IMPOSIBLE ¿O NO? (historia no fiel al juego(
Novela JuvenilATENCION aquí no tomo en cuenta los acontecimientos del juego así que no se molesten