Meses después, Miku había cumplido 6 años y la familia estaba ansiosa por la llegada del nuevo miembro. Ellen, cada día más cerca de dar a luz, notaba cómo Miku se emocionaba cada vez más, siempre hablándole a la barriga de su madre y preguntando cómo sería su hermanito.
Finalmente, el día llegó. Jesús y Ellen estaban en el hospital, mientras Miku se quedaba en casa con su abuelo Kanjuro, esperando con impaciencia la noticia. Pasaron algunas horas, y luego el teléfono sonó: el hermanito de Miku había nacido.
Cuando Jesús y Ellen volvieron a casa con el bebé, Miku los esperaba en la puerta, saltando de emoción. Jesús llevaba a su nuevo hijo en brazos, envuelto en una suave manta, mientras Ellen caminaba despacio a su lado, aún recuperándose pero con una sonrisa llena de amor.
—¡Mamá! ¡Papá! —gritó Miku, corriendo hacia ellos—. ¿Cómo está? ¿Ya puedo verlo?
Jesús se agachó para que Miku pudiera ver a su hermanito. El bebé parecía completamente normal, sin la cola de tiburón que Miku había heredado de su madre. Era un niño sano y tranquilo, con los ojos entreabiertos, observando el mundo por primera vez.
Miku lo miró con asombro, sus pequeños ojos llenos de ternura.
—¡Es tan pequeñito! —exclamó con suavidad, acercándose más.
—Sí, es tu hermanito —dijo Ellen con una sonrisa cansada pero feliz—. ¿Ya has pensado en un nombre para él?
Miku asintió con determinación. Había estado pensando en ello durante días.
—Quiero que se llame Ethan —dijo, su voz llena de confianza—. ¡Es un nombre genial!
Jesús y Ellen intercambiaron una mirada, sonriendo ante la decisión de su hija.
—Ethan es un nombre perfecto —dijo Jesús, acariciando la cabeza de Miku—. A partir de ahora, tú serás la mejor hermana mayor de Ethan.
Miku, emocionada, asintió vigorosamente. Se sentía orgullosa de ser hermana mayor y estaba decidida a proteger y cuidar a Ethan, tal como Ellen y Jesús siempre lo habían hecho con ella.
La familia, ahora completa con la llegada de Ethan, compartió ese momento de paz y amor, sabiendo que con cada paso que daban, su vínculo solo se hacía más fuerte. Días después del nacimiento de Ethan, Jesús volvió a su rutina de trabajo, tratando de equilibrar su vida familiar y profesional. Todo parecía estar en calma, hasta que un día, en la oficina, escuchó un rumor que circulaba entre los empleados: iban a tener una nueva jefa. La noticia no le preocupó mucho a Jesús, pero eso cambió cuando se dio cuenta de quién era la nueva persona a cargo.
Denise, una antigua compañera de clase de Jesús, había sido promovida a jefa de su departamento. En sus años de escuela, ella había estado obsesionada con Jesús, siempre buscando llamar su atención. Ahora, de vuelta en su vida, Jesús no podía evitar sentir cierta incomodidad, aunque trataba de mantener la profesionalidad.
En su primer día como jefa, Denise se acercó a saludar a Jesús con una sonrisa demasiado familiar.
—¡Jesús! ¡Qué coincidencia trabajar juntos de nuevo! —dijo con entusiasmo, colocando una mano en su hombro.
Jesús, sorprendido, solo asintió educadamente. —Sí, es bueno verte de nuevo, Denise.
Denise, sin embargo, no parecía dispuesta a mantener las cosas estrictamente profesionales. A lo largo del día, se mantuvo cerca de Jesús, haciéndole preguntas personales y buscando cualquier excusa para interactuar con él. A pesar de que Jesús no le prestaba demasiada atención, ella parecía decidida a recuperar el vínculo que alguna vez intentó forzar.
Al final del día, justo antes de salir, Denise se despidió de Jesús de una manera más cercana de lo habitual, dándole un abrazo breve pero incómodo. Sin que Jesús lo notara, una pequeña mancha de labial quedó en su camisa.
Jesús salió del trabajo y se dirigió a casa, sin darse cuenta del detalle. Mientras tanto, Francisco, su mejor amigo desde hace años, quien trabajaba en la cocina del edificio, vio la escena desde la distancia y notó inmediatamente la mancha.
Al llegar a casa, Ellen estaba en la cocina, meciendo a Ethan en sus brazos mientras Miku jugaba en la sala.
—¡Hola, amor! —dijo Jesús con una sonrisa mientras entraba—. ¿Cómo fue tu día?
Ellen lo miró con una sonrisa de bienvenida, pero su expresión cambió rápidamente al notar algo inusual en su camisa.
—¿Qué es eso en tu camisa? —preguntó Ellen, señalando la mancha de labial.
Jesús, desconcertado, miró hacia abajo y frunció el ceño. —¿Qué? ¿Cómo...?
Justo en ese momento, el teléfono de Jesús sonó. Era Francisco, quien le había enviado un mensaje: "¿Sabes que tienes una mancha de labial en tu camisa, verdad? Es de tu jefa."
Jesús tragó saliva y levantó la vista hacia Ellen, quien ya lo miraba con una mezcla de desconfianza y preocupación. Sabía que tenía que explicarlo rápido.
—Espera, Ellen, te juro que no me di cuenta. Es de mi nueva jefa, Denise... —comenzó a decir, pero la expresión de Ellen se tensó aún más al escuchar el nombre.
—¿Denise? ¿La misma Denise de la escuela? —preguntó Ellen, recordando las historias que Jesús le había contado sobre su compañera de clase obsesionada.
Jesús asintió, nervioso. —Sí, pero no es lo que parece. Solo me saludó, y honestamente ni siquiera noté lo del labial. No pasó nada más.
Ellen suspiró, sabiendo que Jesús no mentiría, pero no podía evitar sentirse molesta. —Espero que tengas cuidado con ella. No me gusta para nada lo que veo —dijo en tono serio, mientras Jesús asentía, entendiendo perfectamente.
—Lo sé. Lo siento, Ellen. No me di cuenta en absoluto, pero no te preocupes, no dejaré que pase nada raro —dijo Jesús, acercándose para darle un beso en la frente.
Ellen lo abrazó, todavía un poco inquieta pero dispuesta a confiar en él. Sabía que su relación con Jesús era fuerte, pero la presencia de Denise en su vida traía consigo una incómoda sombra del pasado.
Francisco, por otro lado, no tardaría en seguir con sus bromas, sabiendo que su amigo estaba metido en una situación incómoda con su nueva jefa.
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ELLEN JOE AMOR IMPOSIBLE ¿O NO? (historia no fiel al juego(
Novela JuvenilATENCION aquí no tomo en cuenta los acontecimientos del juego así que no se molesten