Años después de haber recuperado la confianza y la cercanía con Ellen, Jesús se sentía más seguro que nunca de sus sentimientos. Esa noche sería especial. Había tomado una decisión importante: le propondría matrimonio a Ellen, sellando con un compromiso el vínculo que habían recuperado tras años de separación.
Esa tarde, antes de salir, sus padres lo llamaron al salón.
—Jesús, tenemos que hablar contigo —dijo su madre, con una seriedad inusual.
Jesús los miró, sospechando que no sería una conversación agradable.
—¿De qué se trata? —preguntó, ya sintiendo el malestar crecer en su pecho.
—No queremos que sigas viendo a Ellen —intervino su padre con firmeza—. Ella no es como nosotros. Es... diferente. No es normal. Es un monstruo, Jesús.
Las palabras lo golpearon como una piedra en el pecho. Sabía que su familia siempre había sido reservada respecto a Ellen, pero jamás había esperado escuchar algo tan duro.
—¡No pueden hablar así de ella! —exclamó Jesús, su voz llena de indignación—. Ellen es mucho más que lo que ustedes piensan. Es fuerte, es noble... ¡Y la amo!
—No puedes enamorarte de alguien como ella. Nunca será parte de nuestra familia —agregó su madre, con una mirada dura y preocupada—. Si sigues con ella, estarás solo.
Jesús los miró, incrédulo ante la crueldad de sus palabras. Tomó una decisión en ese mismo momento.
—Si estar con Ellen significa perderlos, entonces me iré. No puedo aceptar que la juzguen por lo que es y no por quién es. No la abandonaré.
Sin esperar más, salió de la casa sin mirar atrás, con su corazón firme pero herido. Mientras caminaba hacia la casa de Kanjuro, las palabras de sus padres seguían resonando en su mente, pero estaba decidido. Sabía que Ellen era única, y eso era lo que más amaba de ella.
Cuando llegó a la casa de Kanjuro, tocó la puerta y fue recibido por el viejo pescador con su habitual sonrisa cálida.
—Jesús, bienvenido otra vez. Ellen te está esperando —dijo Kanjuro, haciendo un gesto para que entrara.
Jesús entró y caminó hacia la sala, donde Ellen estaba de pie, vestida con un kimono sencillo pero hermoso. Al verlo, su rostro se iluminó.
—¡Jesús! —exclamó Ellen, corriendo hacia él—. Me alegra que hayas venido.
Jesús sonrió, pero había algo en sus ojos que Ellen no tardó en notar.
—¿Qué pasa? —preguntó, su expresión volviéndose seria.
—Mis padres... —dijo Jesús, haciendo una pausa para buscar las palabras—. No quieren que esté contigo. Dijeron que eres un monstruo.
Ellen bajó la mirada, herida, pero no sorprendida. Había sentido el rechazo de otros antes. Sin embargo, Jesús levantó su mano, tomando la de ella con suavidad.
—Pero yo no pienso lo mismo. Eres todo lo que quiero, Ellen. Y esta noche vine a demostrarte cuánto te amo.
—Quedate conmigo está noche. Dijo Ellen ya que sabia que Jesús no podría ir a ningún otro lugar
—segura?. Dijo Jesús nervioso ya que quería proponer matrimonio esa noche
_si estoy segura vamos a mi cuarto es muy tarde. Dijo Ellen
"En el cuarto de ellen Jesus sintió que su cama era muy diferente a la de el ya que la de Ellen era mucho más suave a diferencia de la cama vieja que el usaba y Ellen se acostó a su lado"
—jamas te dejaría ellen, te abandone por años y no quisiera volver a perderte, mi vida está contigo y mi hogar también
—ellen lo miro con ternura y le dijo "yo también te amo y lo sabes Pero no sé cómo afrontaras a tus padres"
—no te preocupes por eso Ellen
"Esa noche hubo algo más de lo que ambos pudieron imaginar y fue una noche especial dónde ambos se dejaron llevar por los sentimientos y la pasión que tenían el uno al otro y literal una cosa llevo a la otra ya saben que paso no se hagan weyes. Al día siguiente Jesus despertó al lado de Ellen quien estaba cambiándose para el día y Jesús decidió hacer la declaración que tenía que hacer,
— Ellen ayer tenía algo que decirte sobre una promesa que te hice cuando eramos niños y se que sabes a qué me refiero
Ellen lo miró, sorprendida por la intensidad de sus palabras. Jesús soltó su mano un momento y se arrodilló ante ella, sacando un pequeño anillo de su bolsillo. El brillo plateado del anillo reflejaba las luces cálidas de la sala.
—Ellen Joe —dijo Jesús, con la voz firme pero cargada de emoción—. Después de todo lo que hemos pasado, después de los años separados y el dolor... quiero que estés conmigo para siempre. ¿Te casarías conmigo?
Ellen se quedó sin palabras, sus ojos llenos de lágrimas. La sorpresa y la felicidad la invadieron al mismo tiempo, haciendo que su corazón latiera con fuerza. Lentamente, asintió.
—¡Sí! —exclamó ella, lanzándose a los brazos de Jesús—. ¡Sí, Jesús, quiero casarme contigo!
Los dos se abrazaron, dejando atrás los rencores, las heridas y los prejuicios. En ese momento, nada más importaba.
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ELLEN JOE AMOR IMPOSIBLE ¿O NO? (historia no fiel al juego(
Подростковая литератураATENCION aquí no tomo en cuenta los acontecimientos del juego así que no se molesten