Después de la escuela, Jesús decidió despejarse un poco caminando por el centro de la ciudad, justo en el Zócalo. Su mente seguía dándole vueltas a lo que había ocurrido con Ellen. Sabía que la situación no iba a arreglarse de la noche a la mañana, pero tenía que encontrar una manera de mejorar las cosas entre ellos. Mientras caminaba, sumido en sus pensamientos, algo lo sacó de su ensimismamiento.
A lo lejos, vio a su amigo Francisco, pero lo que llamó la atención de Jesús no fue solo verlo, sino el hecho de que Francisco estaba junto a un carrito de helados Bonice. El logo del pingüino sonriente y los colores llamativos lo hicieron detenerse por un momento, confundido. ¿Qué estaba haciendo Francisco con un carrito de helados?
Curioso, Jesús se acercó y lo saludó.
-"¿Qué onda, Francisco? ¿Qué haces con ese carrito de Bonice?"
Francisco, con toda la naturalidad del mundo, le respondió mientras organizaba unos helados en la parte superior del carrito.
-"¿No ves, wey? Estoy vendiendo mi boñais."
Jesús quedo confunfifo sorprendido por la pronunciación.
-"¿Boñais? ¿No se supone que se pronuncia Bonice?"
Francisco lo miró de reojo, medio en broma y medio serio.
-"Mira, yo soy el que vende, así que le puedo decir como quiera. Si quiero decirle 'boñais', así se queda."
Jesús no pudo evitar sonreir esta vez. La actitud despreocupada de Francisco siempre lograba hacerle olvidar sus problemas, al menos por un momento. Pero después de esa breve distracción, Francisco notó que su amigo no estaba del todo bien.
-"Oye, ¿qué haces aquí? No pareces estar de buen humor."
Jesús suspiró y se sentó en un banco cercano, invitando a Francisco a acompañarlo. Entre mordiscos de un helado, Jesús comenzó a contarle todo lo que había pasado esa tarde con Ellen. Le explicó cómo había intentado hablar con ella, cómo ella lo había reconocido y cómo todo terminó con Ellen llorando y golpeándolo por haberla abandonado sin decir nada.
Francisco, con la misma calma que usaba para vender sus "boñais", lo escuchó atentamente.
-"Pues sí, wey, la neta te lo merecías. La morra tiene todo el derecho de estar enojada. No es fácil que alguien desaparezca así de tu vida."
Jesús asintió, sabiendo que su amigo tenía razón.
-"Lo sé, pero... no sé cómo arreglar esto. Ella está muy dolida, y yo... yo solo quiero que las cosas vuelvan a ser como antes."
Francisco se quedó pensativo por un momento, mordiendo su helado. Luego, le dio un leve golpe en el hombro a Jesús.
-"Mira, wey, lo único que puedes hacer es demostrarle que estás aquí para quedarte. Las palabras no son suficientes. Tienes que ganarte su confianza otra vez, poco a poco. Y, mientras tanto, puedes invitarla a un 'boñais'. Nada arregla las cosas como un buen helado."
Jesús sonrió ante el consejo, sabiendo que, aunque sonara ridículo, tenía algo de razón. Las cosas con Ellen no se solucionarían de inmediato, pero si podía mostrarle que estaba dispuesto a recuperar su amistad, tal vez todo mejoraría con el tiempo.
-"Gracias, Francisco," -dijo Jesús, levantándose del banco-. "Tienes razón. Y sí, tal vez un 'boñais' no estaría mal."
Ambos rieron y Jesús, sintiéndose un poco más aliviado, decidió que daría lo mejor de sí para recuperar a Ellen, su vieja amiga.
Jesus la ver a su amigo vendiendo Bonice:
Mientras Jesús y Francisco seguían platicando, notaron que un viejo estaba pegando volantes en los árboles cercanos con cinta adhesiva. En los papeles se leía el anuncio de la apertura de un nuevo café cerca del mar. Sin pensarlo mucho, Francisco salió corriendo hacia el anciano con expresión de molestia.
-"¡Oiga, oiga! ¡Este es mi territorio viejito culero! Yo vendo mis boñais aquí, no puede venir a pegar volantes así por así, ¡va a ahuyentar a mis clientes!"
El viejo, sin inmutarse demasiado, siguió con su tarea de pegar los volantes, ignorando la indignación de Francisco. Sin embargo, algo en la forma de moverse del hombre le pareció familiar a Jesús. Se quedó observando al anciano detenidamente, tratando de recordar por qué le resultaba tan conocido.
Cuando el hombre finalmente se dio la vuelta para responderle a Francisco, Jesús lo vio claramente. Aunque había envejecido un poco y tenía más canas de las que recordaba, lo reconoció al instante. Era Kanjuro, el padre de Ellen.
-"Francisco, espera," -dijo Jesús, tocándole el hombro a su amigo para que se calmara-. "Creo que conozco a este señor."
Francisco lo miró, confundido.
-"¿Qué? ¿Lo conoces? ¿Cómo quién es?"
Jesús, ignorando las preguntas por un momento, se acercó más al hombre.
-"Disculpe, señor... ¿Kanjuro?"
El anciano, al escuchar su nombre, se detuvo y miró fijamente a Jesús. Al principio, no lo reconoció, pero luego entrecerró los ojos, tratando de recordar.
-"¿Jesús...?" -dijo lentamente, como si tratara de asegurarse-. "¡Vaya, cuánto has crecido, muchacho!"
Jesús sonrió, aunque con cierta incomodidad. Habían pasado tantos años desde que se mudó, y no había vuelto a ver a Kanjuro ni a Ellen hasta ahora. En su mente, Kanjuro no era tan viejo como ahora lo veía, pero el tiempo no perdona a nadie.
-"Sí, soy yo. No puedo creerlo, ¿qué hace aquí, señor Kanjuro?"
Kanjuro sonrió ampliamente mientras terminaba de pegar su último volante.
-"Nos hemos mudado hace poco. He decidido abrir una cafetería cerca del mar, y Ellen está estudiando en una escuela cercana. Quería darle a ella un nuevo comienzo y qué mejor lugar que aquí, en la costa."
Jesús sintió un nudo en el estómago al escuchar el nombre de Ellen. Aún tenía muy frescos los eventos de esa misma tarde, cuando ella lo había confrontado con lágrimas y furia. No sabía si contarle a Kanjuro lo que había pasado, pero antes de que pudiera decidir, Francisco intervino.
-"Oiga, don, qué bueno que abra su cafetería y todo, pero este es mi territorio de boñais. Yo vendo aquí y no quiero competencia, ¿me entiende?"
Kanjuro soltó una carcajada.
-"Tranquilo, chico, no te voy a robar tus clientes. Mi café es para la gente que quiere relajarse con un buen café, no para los que quieren un 'boñais'. Cada quien tiene su lugar."
Francisco se cruzó de brazos, no del todo convencido, pero al menos bajó un poco la guardia.
-"Está bien, pero ojo con cruzarse a mi lado, ¿eh?"
Jesús solo pudo reír ante la situación, pero su mente seguía en Ellen. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarla de nuevo y arreglar las cosas. Y con su padre ahora en la ciudad, tal vez ese momento llegaría antes de lo que esperaba.
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ELLEN JOE AMOR IMPOSIBLE ¿O NO? (historia no fiel al juego(
JugendliteraturATENCION aquí no tomo en cuenta los acontecimientos del juego así que no se molesten