Capítulo 2: Se suponía que sería un día normal para Draco Malfoy

282 43 12
                                    

Ese día, Draco se despertó con la energía renovada. Quería salir y disfrutar el día, aunque primero debía atender su higiene personal. Así que se levantó de un salto, pisando la alfombra verde y poniéndose sus zapatos, para ir directo al baño, que estaba dentro de su habitación. Al llegar, realizó todo un ritual de higiene para mantener su piel de porcelana. Luego de hacer todas sus necesidades, salió del baño y buscó un nuevo cambio de ropa. Finalmente, se decidió por un suéter gris de lana, pantalones de vestir negros y sus hermosas botas de piel de dragón, con un reloj de oro puro como accesorio. Para terminar, se arregló el cabello, peinándolo hacia atrás con un peine fino y dejando un ligero aplastamiento en la parte superior, echándose un poco de gel.

Draco, satisfecho con su trabajo, decidió bajar a desayunar con su familia. Seguramente Regulus también estaría ahí. Mientras continuaba su caminata, se encontró con su madre, con un hermoso vestido gris plateado y una coleta de caballo. Parecía pensativa.

"Madre," dijo Draco, con energía, buscando su atención. Al ver que estaba consumida por sus pensamientos, decidió insistir un poco más. "¡Madre!", dijo esta vez más fuerte.

Narcisa dio un ligero salto, pero se recompuso de inmediato. "Draco, mi cielo, ¿qué pasa?", preguntó, ahora sí, dándole atención a su hijo.

"Eso es lo que quiero saber, madre. ¿Qué pasa? ¿Te sientes bien?", dijo un poco preocupado. Su madre rara vez tenía ese semblante. La mayoría del tiempo, por no decir siempre, estaba con su digno porte aristocrático o actuando amorosa.

"No te preocupes, dragón, es solo que estoy algo pensativa". El rubio, algo inseguro, solo asintió, queriendo averiguar más, pero sería mejor preguntarlo en otro momento, ya que ya estaban llegando al comedor de la mansión. Draco pudo notar como su padre, con su habitual túnica aristocrática, ya se encontraba sentado en su habitual asiento, en la cabecera de la mesa, con "El Profeta" a la mano, pero este, al igual que su madre, estaba un poco pensativo. También pudo notar como Regulus, al parecer, no estaría desayunando con ellos.

Cuando el rubio y su madre estuvieron en sus respectivos lugares, dieron inicio al desayuno. Apareciendo así un montón de platillos sofisticados con sus bebidas. En medio del desayuno surgió una plática que tuvo a los presentes entretenidos y tranquilos. Aunque no tanto a Draco, ya que él seguía un poco intrigado con el reciente comportamiento de sus padres.

"Y, ¿qué te están pareciendo tus clases con Regulus, Draco?", preguntó Lucius, con un tono de voz que emanaba curiosidad.

"Las clases con Regulus son... interesantes," respondió Draco, con un tono alegre en su voz. "Me está enseñando cosas que nunca había visto antes. Es diferente."

"Diferente," dijo Lucius, con una sonrisa irónica. "Siempre me ha parecido que Regulus tiene una forma peculiar de enseñar."

Draco no respondió. Sabía que a su padre no le gustaba del todo Regulus, y no podía culparlo. Regulus era un enigma, un mago extravagante con un aura de misterio que incomodaba a su padre, acostumbrado a la tradición y al orden.

Narcisa, con un tono suave y maternal, dijo, "Draco, querido, no te preocupes por Regulus. Es un buen mago. Sé que te enseñará cosas valiosas."

"Lo sé, madre," dijo Draco, más relajado.

Pronto la tranquilidad que se vivía regresó nuevamente, haciendo de este, un desayuno agradable.

Sangre y trueno: La sombra del Olimpo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora