9. Una Dura Verdad

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Max despertó a la mañana siguiente, se dio una vuelta en la cama y notó que estaba solo, junto a él una nota.

**Bebé estaré fuera durante el día, siéntete cómodo, nos vemos en la noche, besos**

Sergio y su afán de dejar notas, pensó, porque simplemente no me despertó.

Entendió su celular para percatarse que ya era muy tarde, eran las 11 de mañana, había dormido mucho, sin duda cansado de las actividades de anoche, Sergio hizo con él lo que quiso casi toda la noche, era normal sentirse tan cansado y hambriento.

Bajo a la cocina para buscar algo de comer, no sin antes perderse en esa enorme villa italiana, cuando por fin la encontró, esta estaba llena de servidumbre preparando el almuerzo, una mujer de edad y estatura baja lo miró de arriba abajo, juzgándole, las demás cocineras murmuraban en italiano mientras reían.

-Señor Max? ¿le podemos ayudar en algo? Quizá un poco de ropa- dijo Vittoria en forma burlona haciendo que las cocineras rieran y taparan su rostro.

Pero Vittoria no estaba bromeando, Max había bajado a la cocina tan solo en briefs, una falta total de respeto al hogar en el que estaba.

-El Señor Sergio dejó claras instrucciones de servirle en lo que necesite, no es necesario que usted baje a la cocina, el almuerzo se servirá en la veranda en una hora, ¿quizá sea suficiente tiempo para que se asee y vista algo más... decente?

A pesar de que la instrucción era servirle, la servidumbre no parecía muy amable. Pero aceptó.

Subió de nuevo a la habitación que compartía con Sergio, tomó una ducha rápida y escogió un ensamble de los muchos que Sergio había elegido para él, se veía impecable, en el baño había también el skincare que a él le gustaba usar, - ¿cómo lo supo? - por último, uso un poco del perfume que estaba ahí a la vista, era una botellita azul, simple pero elegante, olía delicioso, a limones y flor de naranjo, le recordó a un viaje que había hecho con amigos hace unos años, en especial a los árboles de limones amarillos a la orilla del mar, ese viaje a Portofino había sido un escape a su dura realidad.

En la inmensidad de la casa y los jardines, se perdió de nuevo, ¿donde estaba esa maldita veranda? había como cinco, escondido en los inmensos jardines, escucho risas y voces, entonces decidió seguir el ruido, quizá el resto del grupo estaba ahí

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En la inmensidad de la casa y los jardines, se perdió de nuevo, ¿donde estaba esa maldita veranda? había como cinco, escondido en los inmensos jardines, escucho risas y voces, entonces decidió seguir el ruido, quizá el resto del grupo estaba ahí.

-Max, buenas tardes que bueno verte- Gritó George al verlo.

-Ven siéntate junto a mi- continuó Lando.

Y así lo hizo, todos estaban vestidos de manera deportiva, habían ido a jugar tenis, pero por alguna razón no se veían desalineados o sudados, como si no hubieran jugado en absoluto. Los ricos no sudan, pensó.

Se sentó junto a Lando, el único asiento disponible. Notó como Lando lo veía detenidamente.

-No has cambiado mucho desde la última vez que nos vimos, creo que ahora te ves más guapo- Lando dijo mientras se acomodaba en su silla y lo comía con la mirada.

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