Capítulo 20.

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WEDNESDAY

Mientras lijaba la curva final de la
mano, y después lavaba el mármol
de Carrara con agua, di un paso
atrás en la orilla del río y suspiré.

Esta ya era mi pieza favorita.

Había trabajado todo el día durante
la semana pasada para conseguir
terminar esto, nunca había
conseguido completar una escultura tan rápidamente, pero no tenía elección. Tenía que sacar la imagen de mi cabeza y colocarla en el mármol... necesitaba esta pieza para poder verla siempre. La necesitaba para completar mi primera exhibición. Era el final perfecto para el viaje que Enid había creado.

A medida que el viento de la tarde
soplaba a mí alrededor, cubrí la
escultura con su lona, asegurándola
al zócalo y envié un mensaje a Vin
de que la había terminado. Sólo
él sabía que la iba a añadir a la
exposición a última hora. Tenía las
tablas de texto hechas en privado, la tabla del título, el telón de color del fondo y todo lo que necesitaba para hacer esto perfecto.

Un pitido llegó desde de mi celular,
era Vin diciéndome que estaba en
camino con sus hombres. Le dije
dónde estaba y que estaría fuera.
Más que eso, confiaba en él para
lograr colocarla en la galería.

Vin me aseguró que todo estaría
bien y que Enid nunca sabría
de la escultura hasta la noche del
estreno. Era mi sorpresa para ella.

El regalo de mi alma para la
suya. Entrando en mi estudio,
sonreí a la ropa de cama todavía
echa un desastre. Cada mañana
habitualmente despertaba y hacía
mi cama antes de cualquier cosa.
Años de estar en prisión me dieron
hábitos demasiado difíciles de
quitar. Pero después de anoche,
después de hacer el amor con
Enid anoche, ella me decía que me
amaba una y otra vez en mi oído
mientras nos veníamos juntas... yo
no me atreví a cambiar nada.

Viendo las llaves del auto en el
puesto de trabajo, me acerqué, las
recogí, así como mis cigarrillos y me dirigí a mi auto. Los nervios estaban destrozando mi estómago. La idea de contarle a Yoko y a Taylor todo sobre mis esculturas; más que eso, acerca de mi apertura mañana por la noche me hacía casi vomitar.

¿Qué diablos pensarían? Yo. Una
escultora con su propia muestra en
un verdadero museo.

Una ola de algo nuevo me golpeó
mientras me imaginaba sus
reacciones. Felicidad... alivio,
emoción... orgullo, eso era; quería
que estuvieran orgullosas de mí.
Quería que ellas finalmente me
vieran como algo más que su
hermana mayor, quien sólo había
mostrado habilidad para vender
cocaína.

Mientras pasaba a través de las
calles de Seattle, pensé en cuando
Enid me dijo que estaría fuera
para hacer su próxima comisión
después de mi presentación. La idea de no tenerla a mi lado todos
los días hacía que cada parte de mí
doliera. Quería que se quedara. Quería que se quedara aquí en Seattle conmigo. Tenia que encontrar una manera de hacer que ocurriera. No podía dejarla irse. Habíamos llegado
condenadamente demasiado lejos.

Mientras me acercaba a la casa de
Yoko, los nervios volvieron a hacer
que mis manos temblaran. Me reí
por estar tan nerviosa. Era una
cobarde.

En cuestión de minutos había
estacionado el Camino y entré por
la puerta delantera... entonces
me detuve inmnediatamente al ver
a Taylor y Yoko sentadas en las
escaleras, con mi bolsa llena de
ropa colocada a sus pies.

Mis dos hermanas tenían sus cabezas gachas, pero cuando oyeron la puerta abrirse, Yoko levantó la mirada, con una expresión neutra en el rostro.

-¿Qué es todo esto? -pregunté,
sintiendo la temperatura en la sala
caer unos diez grados.

Dulce Esperanza (Wenclair Gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora