Capítulo 10.

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WEDNESDAY

Ella sabia a menta.

Olía a jazmín.

Había perforado a través de mi
alma... el alma contaminada que
nunca quise que nadie viera.

La lengua caliente de Enid luchaba contra la mía, sus manos se
arrastraban perezosamente arriba
y abajo por mi espalda. Pero no
la quería perezosa. Quería que se
retorciera debajo de mí. Quería que
gritara mi nombre, que me arañara
la espalda, que me devolviera a la vida después de cinco años de
estar sin nada más que mi propio
jodido corazón como compañía...
después de años de nada más que
entumecimiento.

Restregando mis caderas contra
su entrada húmeda, comí sus
gemidos que me llenaban la boca.
De repente, nos di vuelta hasta
que Enid estuvo a horcajadas
en mi cintura, sus ojos vidriosos
entrecerrados y su boca hinchada
abierta mientras me miraba.
Tomando una toalla limpia de al
lado de mi cama, se la paseé entre
sus piernas, eliminando cualquier
evidencia de mí de dentro de
ella, amando cómo su rostro se
sonrojaba ante la acción.

Nunca había visto algo tan sexy en
toda mi vida como ella a horcajadas
en mi cintura. Sus pechos eran del
tamaño perfecto para mis manos, y las levanté para sentirlas contra
mis duras palmas. Enid echó su
cabeza hacia atrás y gimió, mi pene
se endureció mientras lo presionaba contra su tentador trasero redondo.

Necesitaba saborearla. Necesitaba
sentir su hendidura húmeda
contra mi lengua. En menos de
un segundo, agarré los muslos
de Enid, y con un solo tirón,
usé la fuerza de mis brazos
para arrastrarla hacia arriba
hasta cubrir mi cara. Agarrando
fuertemente sus muslos, aplasté su
vulva contra mi boca. Mi lengua
inmediatamente se sumergió en
su agujero, retirándose solo para
encontrar su clítoris hinchado y lo
chupé en mi boca.

-¡Aah! ¡Wed! -gritó Enid. Miré
hacia arriba justo para ver sus
palmas golpear contra la pared
blanca detrás de la cama mientras sus caderas comenzaban a mecerse
contra mi lengua, sus muslos
apretándose con cada lamida y cada succión.

Sintiendo mi pene más duro
que antes, gruñí, necesitaba
desesperadamente que la tocara.
Mirando hacia atrás a mis caderas
moviéndose contra el vacío, la
cara enrojecida de Enid miró la
mía. Sacó sus manos de la pared y
susurró:

-Déjame dar la vuelta.

Estaba demasiado ocupada
comiéndome su intimidad, su sabor
era adictivo, que no me moví. Pero
mientras mis ojos se cerraban, sentí
un dedo acariciar suavemente mi
frente, haciéndome abrirlos de
golpe.

El hermoso rostro de Enid encontró los míos, pasando su lengua por sus labios rosas. Jadeando mientras succionaba largamente su clítoris. Enid soltó un gran gemido y sentí su clítoris palpitar contra mi lengua plana.

-Weds... por favor.. quiero
saborearte también... quiero que te
corras en mi garganta mientras yo
me corro en la tuya.

¡Dios! Oír esas palabras salir de
esa boca perfecta hacía que mi
pene se sacudiera, se moviera y se
tensara buscando sentir sus labios
alrededor de su punta.

Sin querer perder el ritmo, solté
el férreo agarre de sus muslos, y
levantando sus caderas, usé toda la
fuerza de mis brazos, girándola por
la cintura para que se sentara de
espaldas sobre mi rostro. Agarrando las suaves mejillas de su
trasero y encontrando su hendidura
hirviendo, estrellé mi boca contra
ella mientras le metía el pulgar.

Los pechos de Enid presionaban
contra mis abdomen y gemí fuerte
mientras sus suaves manos se
envolvían alrededor de la base de
mi pene. Con un gemido, Enid
tomó la punta de mi erección en
su boca caliente, tomándome tan
profundo como podía.

Dulce Esperanza (Wenclair Gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora