Era el otoño de 1976 cuando Claudia Sheinbaum pisó por primera vez los pasillos de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) tenía 18 años, llena de sueños y con una determinación inquebrantable por convertirse en física, una ciencia que desde niña la había fascinado. Venía de una familia intelectual, rodeada de libros, discusiones filosóficas y profundas conversaciones sobre el destino de México. Su mente estaba abierta, curiosa y llena de una pasión por el conocimiento que no todos compartían.
Aquel día, el sol filtraba su luz entre las hojas de los frondosos árboles del campus, y un viento suave mecía el ambiente, creando una atmósfera tranquila, casi perfecta para un nuevo comienzo. Claudia, con su mochila cargada de libros y cuadernos, entró a su primera clase de mecánica clásica. Tomó asiento en la tercera fila, siempre con una posición estratégica, lo suficientemente cerca como para no perder ningún detalle, pero también con cierta reserva. Mientras abría su libreta para tomar notas, no podía prever el giro que daría su vida en esas aulas.
En el otro extremo del salón, un joven de aspecto serio y concentrado, llamado Jesús María Tarriba, se inclinaba sobre su cuaderno. A primera vista, no parecía alguien que destacara entre la multitud. Su cabello oscuro caía ligeramente sobre su frente, y sus lentes rectangulares le daban un aire intelectual, acorde con el ambiente académico en el que se encontraba. También era un apasionado por la física, aunque, a diferencia de Claudia, su fascinación por los números venía de una búsqueda profunda por entender el orden matemático que regía el universo. Para él, las ecuaciones eran un lenguaje divino, una forma de desvelar los secretos más oscuros del cosmos.
A pesar de estar inmersos en el mismo entorno académico, Claudia y Jesús no se conocieron de inmediato. Pasaron varias semanas de clases compartidas sin apenas cruzarse una palabra. Ambos eran aplicados, destacaban en los exámenes y participaban activamente en las discusiones, pero sus caminos no se habían cruzado de una manera que despertara una conexión más allá de lo puramente académico.
Sin embargo, todo cambió una tarde después de una clase particularmente intensa de termodinámica. El profesor había dejado una tarea compleja que tenía a varios estudiantes inquietos, y Claudia, siempre dispuesta a resolver problemas, decidió quedarse un poco más en el aula, garabateando posibles soluciones en su libreta. La sala se fue vaciando poco a poco hasta que sólo quedaron ella y Jesús, que también estaba revisando sus notas en la última fila.
Claudia, frustrada por un cálculo que no salía como esperaba, dejó escapar un suspiro, lo suficientemente audible como para que Jesús la escuchara. Él, levantando la mirada, observó cómo ella repasaba una y otra vez la misma ecuación sin encontrar la respuesta correcta. Entonces, en un impulso, se levantó y caminó hacia donde ella estaba sentada.
-Perdón -dijo con una voz suave pero segura- ¿te puedo ayudar con algo?
Claudia lo miró con cierta sorpresa, aunque lo había visto en clases, nunca habían intercambiado palabras. Era reservado, casi misterioso, pero en ese momento, su oferta de ayuda le pareció oportuna.
-Es este maldito cálculo -respondió ella, señalando la ecuación en su cuaderno- no me cuadra
Jesús se inclinó, observó el problema por unos segundos y sonrió levemente
-Te saltaste un paso en la derivada -dijo señalando un pequeño error- ahí está el problema
Claudia parpadeó, sorprendida por lo obvio que resultaba el error ahora que alguien más lo había señalado. Sintió una mezcla de vergüenza y alivio.
-Tienes razón -dijo ella, sonriendo agradecida- ¡qué tonta!
-Para nada -respondió Jesús, devolviéndole la sonrisa- a todos nos pasa

ESTÁS LEYENDO
Caminos Paralelos: El Amor y la Búsqueda de Claudia y Jesús
De TodoClaudia Sheinbaum y Jesús María Tarriba, dos estudiantes de física que se conocen en la Facultad de Ciencias de la UNAM en la década de los 70. A lo largo de un año y medio, su relación florece mientras comparten su pasión por la ciencia y sus sueño...