Cena Malfoy

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Hermione estaba de pie frente al espejo de su habitación, ajustando el delicado vestido de color cremita claro que había elegido para la cena. Su corazón latía con fuerza y sus manos temblaban ligeramente mientras se alisaba la tela. Esta no era una simple cena. Era la primera vez que visitaría la Mansión Malfoy como la novia de Draco, y el temor la consumía.

La Mansión no solo era imponente, sino que estaba llena de recuerdos oscuros, especialmente para ella. No podía olvidar la tortura a manos de Bellatrix Lestrange, una marca emocional que aún no había sanado por completo. Y, además, estaba el hecho de que, a pesar de que Draco había cambiado, sus padres seguían siendo una gran incógnita. ¿Cómo la recibirían, sabiendo que era hija de muggles? El peso de su estatus de "sangre sucia" se sentía más fuerte que nunca.

Mientras ajustaba su cabello, Draco apareció en la puerta. Llevaba un elegante traje negro, su cabello rubio perfectamente peinado, y sus ojos grises la observaban con una mezcla de amor y comprensión. Él sabía lo que ella estaba sintiendo sin necesidad de que dijera una palabra.

—Estás preciosa —le susurró al oído, haciendo que Hermione se estremeciera un poco—. Pero falta algo.

Hermione frunció el ceño y lo miró a través del espejo, curiosa.

—¿Qué falta? —preguntó, ligeramente confundida.

Con una sonrisa juguetona, Draco sacó de su bolsillo un pequeño estuche de terciopelo. Al abrirlo, Hermione se quedó sin palabras. Dentro había un delicado collar de plata con una esmeralda verde, que brillaba como si tuviera vida propia. Era impresionante, pero no ostentoso, exactamente el tipo de joya que Hermione apreciaría.

—Quiero que lo lleves esta noche —dijo Draco, mientras tomaba el collar y lo colocaba alrededor de su cuello, sus dedos rozando suavemente su piel—. Quiero que recuerdes, cada vez que lo veas, que siempre voy a estar aquí para ti. Para protegerte, para apoyarte... para amarte.

Hermione sintió una mezcla de emociones al sentir el frío metal asentarse en su cuello. Se miró en el espejo, el brillo de la esmeralda destacando contra su piel. Era un gesto hermoso, y la forma en que Draco lo había hecho la llenaba de una calidez reconfortante.

—Draco... es precioso —murmuró, tocando suavemente la joya—. No tenías que...

—Lo sé, pero quise hacerlo —la interrumpió Draco, girándola para mirarla directamente a los ojos—. Y quiero que sepas algo más, Hermione. Si en algún momento te sientes incómoda o si mis padres te hacen sentir mal, nos iremos de inmediato. No me importa lo que piensen. Tú eres lo más importante para mí, ¿de acuerdo?

Hermione lo miró, sintiendo un poco más de seguridad gracias a sus palabras. Aun así, la inseguridad y el miedo seguían ahí, a pesar de que sabía que Draco haría cualquier cosa por ella.

—Gracias, Draco. Sé que estarás a mi lado, pero no puedo evitar sentirme... aterrada. ¿Y si no les gusto? ¿Y si no me aceptan por lo que soy? —Hermione soltó un suspiro, mientras bajaba la mirada al suelo—. Y, sinceramente, regresar a esa casa... después de lo que pasó con tu tía...

Draco la tomó suavemente por la barbilla, levantándole el rostro para que lo mirara.

—Escucha, sé que tienes razones para estar asustada, y lo entiendo —dijo con seriedad—, pero mis padres han cambiado. Y aunque no lo hubieran hecho, te lo repito, nada ni nadie es más importante para mí que tú. Si en algún momento sientes que esto no es para ti, nos iremos. Y sobre Bellatrix... ella ya no está, y yo no voy a permitir que nada de ese pasado te atormente. Te protegeré siempre.

Hermione asintió, tratando de convencerse a sí misma de que todo estaría bien. Junto a Draco, las cosas siempre parecían posibles. Tomó una bocanada de aire profundo y le sonrió

—Está bien, iremos juntos —dijo finalmente, con una sonrisa débil—. Pero si algo va mal...

—Nos largamos de inmediato —completó Draco, sonriendo de vuelta.

Al llegar a la Mansión Malfoy, Hermione sintió un escalofrío recorrer su columna. El lugar, aunque majestuoso y elegante, aún desprendía una energía oscura. Los altos muros y los candelabros brillantes parecían aplastarla con su opulencia. Draco, notando su tensión, apretó su mano y la guió hacia la gran puerta de entrada.

Narcissa y Lucius los esperaban en el vestíbulo. Hermione apenas podía respirar, preguntándose cuál sería su reacción al verla.

—Draco, querida —dijo Narcissa con una sonrisa—. Y tú debes ser Hermione. Qué gusto tenerte con nosotros.

Para sorpresa de Hermione, Narcissa la recibió con un cálido abrazo, algo que no esperaba en absoluto. Lucius, aunque más reservado, también inclinó la cabeza en señal de respeto.

—Bienvenida, señorita Granger —dijo Lucius—. Espero que la velada sea de su agrado.

Hermione sonrió nerviosamente, asintiendo, pero sintió una gran oleada de alivio al notar que no había hostilidad en sus miradas. Draco, a su lado, le sonrió con una expresión de "Te lo dije".

Durante la cena, Narcissa fue atenta y educada. Le hacía preguntas a Hermione sobre su trabajo, sobre sus intereses, y no había ni una pizca del desprecio que Hermione había temido. Lucius, aunque más serio, escuchaba con interés.

Al final de la cena, cuando Draco y Lucius comenzaron a discutir sobre negocios familiares, Narcissa se volvió hacia Hermione con una sonrisa cómplice.

—Querida, creo que estos dos se pasarán el resto de la noche hablando de cosas que no nos interesan —dijo con una risa suave—. ¿Qué te parece si vamos a la sala de té? Siempre he querido tomar el té con alguien que lo disfrute, porque, créeme, ni mi esposo ni mi hijo son aficionados a las galletas y el té.

Hermione se quedó sorprendida, pero asintió con una sonrisa.

—Me encantaría, Cissy —dijo, usando el nombre con el que Narcissa la había invitado a llamarla.

Draco, que había escuchado la conversación, le guiñó un ojo a Hermione, dándole ánimo. Estaba claro que sus padres no solo habían aceptado a Hermione, sino que Narcissa parecía encantada de tener una compañera con quien compartir.

Horas después, mientras Draco y Hermione salían de la mansión, caminando bajo las estrellas, Hermione se apoyó en su brazo, suspirando aliviada.

—No fue tan malo, ¿verdad? —preguntó Draco, divertido.

Hermione lo miró, recordando el miedo que había sentido al principio, y cómo ese miedo se había desvanecido con cada momento que pasaba.

—No —respondió ella con una sonrisa—. No fue nada malo. De hecho, fue... agradable. Nunca pensé que diría eso, pero tu madre es encantadora.

Draco rió suavemente, inclinándose para besarla en la frente.

—Te lo dije, Hermione. No importa lo que pase, siempre estaré a tu lado. Y si alguna vez algo no va bien, saldremos de allí juntos.

Hermione lo miró a los ojos, sintiendo una profunda gratitud y amor. Sabía que, aunque el pasado fuera doloroso, el futuro era mucho más brillante de lo que había imaginado, especialmente con Draco a su lado.

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