Celos

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Draco estaba sentado en el banco de piedra del patio interior de Hogwarts, con los ojos fijos en la figura de Cedric Diggory y Hermione Granger, que charlaban y reían cerca del invernadero. Cedric parecía estar haciendo un esfuerzo extra para impresionarla, lo que solo alimentaba los celos de Draco. ¿Cómo no iba a estar molesto? Diggory tenía ese encanto natural y, además, compartía con Hermione intereses que Draco nunca podría igualar: animales fantásticos y, para su desgracia, esa maldita bondad innata. Mientras veía cómo Cedric inclinaba la cabeza más cerca de ella, sintió que la rabia le subía por la garganta.

De repente, Blaise Zabini y Theo Nott se sentaron a su lado. Ambos ya habían notado la expresión de frustración en el rostro de su amigo.

—Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? —dijo Blaise con una sonrisa traviesa—. ¿Celos de Diggory, Malfoy? No lo culpo, siempre ha sido bueno con las chicas.

Theo le dio un pequeño codazo a Draco, divertido.

—Vamos, Draco, admítelo. No puedes competir con ese encanto de Hufflepuff. ¡Es casi insoportable! Mira cómo le sonríe a Granger. ¿No te duele un poco el orgullo?

Draco apretó la mandíbula, lanzando una mirada fulminante a sus dos amigos.

—No es gracioso, Zabini. Ese tipo es un imbécil, coqueteando con Hermione a plena vista.

Blaise soltó una carcajada.

—Vamos, no me digas que estás celoso. Eres Draco Malfoy, por Merlín, ¿de verdad te preocupa que Cedric Diggory le quite a Granger?

Theo se inclinó hacia Blaise, fingiendo un tono conspirativo.

—¿Qué decís, Blaise? ¿Lo matamos para que Draco deje de preocuparse? —dijo con una sonrisa burlona—. O podríamos hacer que se pierda misteriosamente en el Bosque Prohibido.

Draco suspiró, irritado, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa se asomara a sus labios ante las bromas de sus amigos.

—No estoy celoso, solo... —dudó, mirando nuevamente hacia Hermione y Cedric, que ahora estaban demasiado cerca para su gusto—. Ella es mi novia, aunque en secreto, y no soporto ver al idiota ese, hacerle ojitos.

Blaise asintió, con una expresión de falsa seriedad.

—Lo entiendo, lo entiendo. Debe ser difícil ver a un tipo tan perfecto como Diggory lanzándole sonrisas. Es casi como si no tuviera defectos, excepto que es un Hufflepuff, claro.

Theo puso una mano en el hombro de Draco.

—Escucha, si te molesta tanto, ¿por qué no simplemente... intervienes? Dale una razón para que ella recuerde por qué está contigo. Aunque debo decir que, desde aquí, Diggory parece tener la ventaja.

Draco frunció el ceño, se levantó de golpe y empezó a caminar hacia Hermione y Cedric. No iba a quedarse de brazos cruzados mientras ese arrogante intentaba impresionar a su novia. Blaise y Theo intercambiaron miradas cómplices antes de seguirlo, manteniéndose a una distancia prudente pero listos para apoyarlo.

Al acercarse, fingió una sonrisa burlona. -Bueno, bueno, qué tenemos aquí -dijo en voz alta, lo suficiente para que ambos lo escucharan.

Hermione levantó la vista, y sus ojos se cruzaron con los de Draco por un instante. Cedric, por su parte, se giró con su sonrisa confiada.

-Oh, hola, Malfoy -saludó Cedric, como si no hubiese notado la incomodidad que estaba causando-. Estaba hablando con Hermione sobre criaturas mágicas. Parece que tenemos mucho en común.

-Sí, claro -respondió Draco, sin dejar de mirar a Hermione-. Pero no creí que también estuvieras dando clases de coqueteo.

Hermione soltó una risa nerviosa, sabiendo que Draco estaba molesto, pero sin poder decir nada directamente. Después de todo, su relación debía mantenerse en secreto. Cedric, por otro lado, no pareció percatarse del tono en las palabras de Draco.

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