Secretos Entre Libros

84 5 0
                                    


La biblioteca de Hogwarts era su refugio. Entre estanterías polvorientas y libros antiguos, Draco y Hermione encontraban un espacio para ellos, lejos de las miradas curiosas y las expectativas de sus respectivos mundos. Nadie sospechaba de su relación, un romance prohibido y escondido entre las sombras del castillo.

Era el final del año escolar y los exámenes se acercaban, lo que hacía que la biblioteca estuviera más llena que nunca. Los estudiantes llenaban cada mesa, hojeando libros frenéticamente y repasando a toda prisa. Para Draco y Hermione, esto representaba un problema. Habían acordado encontrarse allí, como siempre, pero los últimos días habían sido imposibles debido al constante flujo de estudiantes.

Hermione estaba sentada en su lugar habitual, con varios libros apilados frente a ella. De vez en cuando levantaba la vista para buscar a Draco entre los estudiantes, pero no lo veía. Sabía que él también debía estar agobiado, no solo por los exámenes, sino por todo lo que implicaba llevar su relación en secreto.

Finalmente, la puerta de la biblioteca se abrió y lo vio entrar. Draco caminaba con su característico aire altivo, aunque esta vez había una ligera tensión en su postura. Sus ojos plateados se encontraron con los de Hermione por un breve segundo, lo suficiente para que ella sintiera una oleada de calor en el estómago. No podía evitarlo; a pesar de lo difícil que era mantener su relación en secreto, lo amaba profundamente.

Draco se acercó a la estantería más cercana, sacando un libro al azar mientras sus ojos recorrían la sala. La biblioteca seguía llena de estudiantes, pero su mirada no se despegaba de Hermione. El joven Malfoy no podía esperar más. Habían pasado demasiados días sin estar juntos, y aunque solían ser discretos, hoy la necesidad de verla de cerca era más fuerte que su autocontrol.

Con el libro en la mano, Draco caminó hacia la mesa de Hermione. Ella lo miró con ojos interrogantes, preguntándose qué estaba haciendo. Sin decir una palabra, se sentó frente a ella, usando el libro como escudo. Los estudiantes a su alrededor estaban demasiado concentrados en sus propios asuntos como para notar nada extraño.

Hermione frunció el ceño.

– ¿Qué haces? –murmuró en un susurro apenas audible.

Draco, sin responderle, extendió su mano bajo la mesa, rozando la suya suavemente. Hermione sintió su corazón acelerarse con ese pequeño gesto.

– No puedo esperar más –susurró él, sus ojos fijos en los de ella, llenos de una mezcla de urgencia y deseo.

Hermione se sonrojó ligeramente, pero mantuvo la compostura.

– Draco, no aquí... –susurró de nuevo, mirando de reojo a los estudiantes a su alrededor.

Draco ignoró su advertencia. Con una rápida mirada hacia los otros estudiantes para asegurarse de que nadie prestaba atención, se levantó de su asiento y se inclinó hacia ella, usando el libro como una barrera entre ellos y el resto de la biblioteca. En un movimiento inesperado, la tomó de la nuca y la besó.

El contacto fue rápido, pero intenso. Hermione quedó paralizada por un segundo, sorprendida por la audacia de Draco, pero pronto cerró los ojos y correspondió el beso. Su corazón latía frenéticamente, consciente de lo arriesgado que era este gesto, pero al mismo tiempo, incapaz de resistirse.

Cuando se separaron, ambos tenían las mejillas encendidas. Draco sonrió, esa sonrisa traviesa que Hermione había llegado a conocer muy bien.

– No puedo creer que hayas hecho eso –murmuró ella, luchando por mantener la voz firme.

– No podía esperar a que todos se fueran –respondió Draco con suavidad, su voz cargada de ternura–. Te necesitaba.

Hermione lo miró, sintiendo cómo su corazón se ablandaba ante sus palabras. Sabía que Draco estaba tan asustado como ella. No por él mismo, sino por ella. Su relación estaba en peligro constante. Si su padre, Lucius Malfoy, o peor aún, Voldemort, descubrieran que estaba enamorado de una Gryffindor, y encima de una sangre sucia, las consecuencias serían desastrosas.

– Draco, tenemos que ser más cuidadosos –dijo Hermione, acariciando su mano bajo la mesa–. No puedo arriesgarme a perderte, pero tampoco puedo permitir que te pongas en peligro por mí.

Draco suspiró y asintió, pero sus ojos seguían brillando con ese fuego que solo se encendía cuando la miraba.

– Lo sé, Hermione. Pero no puedo dejar de pensar en ti, incluso cuando debería estar estudiando para los exámenes. No quiero vivir en un mundo donde tenga que esconder esto siempre.

Hermione lo miró con comprensión. Ella también sentía el mismo conflicto. Amaba a Draco, pero sabía que contarle la verdad a Harry y Ron sería devastador. No podían entender cómo podía estar con alguien que siempre había sido su enemigo. Y aunque Draco había cambiado, sus amigos nunca lo verían de la misma manera que ella.

– ¿Algún día podremos hacerlo público? –preguntó ella en voz baja, con una mezcla de esperanza y miedo.

Draco apretó su mano un poco más fuerte.

– Lo haremos –respondió con determinación–. Pero por ahora... tenemos que ser inteligentes. No puedo arriesgarme a que te hagan daño.

Hermione asintió, aunque su corazón estaba dividido. No quería vivir ocultándose, pero tampoco quería perderlo.

– Te amo –dijo finalmente, con la voz suave pero firme.

Draco la miró, sus ojos suavizándose ante esas palabras.

– Y yo a ti –respondió, su voz casi en un susurro.

En ese momento, el sonido de sillas moviéndose a su alrededor los hizo separarse bruscamente. Los estudiantes comenzaban a levantarse y recoger sus cosas, lo que significaba que pronto tendrían la biblioteca para ellos solos. Pero ya no importaba. Draco y Hermione se miraron una última vez antes de que él se levantara y se dirigiera a la salida.

– Nos vemos más tarde –murmuró él, dándole una última mirada cargada de promesas.

Hermione lo observó irse, su corazón todavía latiendo con fuerza. Sabía que sus encuentros eran arriesgados, pero al final, siempre valía la pena. Porque en medio de la guerra y el caos, Draco era su refugio, y ella el suyo.

Dramione one-shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora