Parte 2 y última

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Draco permaneció en el sillón, el calor del fuego acariciando su rostro mientras sus pensamientos continuaban orbitando alrededor de Hermione Granger. Su mente estaba dividida entre el deseo de acercarse a ella y el temor de lo que significaría hacerlo. Los ideales que había aprendido desde niño todavía pesaban sobre él, pero ya no tenían el mismo sentido. No cuando cada vez que la veía, algo dentro de él cambiaba.

Se levantó, impaciente, y comenzó a caminar de un lado a otro del salón común. "Debo decírselo", pensó. No podía seguir guardándose todo lo que sentía, pero tampoco podía olvidar la realidad de su situación. Ella era una Gryffindor, la persona que simbolizaba todo lo que él había aprendido a despreciar, o al menos, eso le habían enseñado.

La puerta del salón se abrió y Blaise Zabini entró, observando a su amigo con una ceja levantada.

— ¿Qué te pasa, Malfoy? —preguntó con una sonrisa burlona—. Pareces un hipogrifo enjaulado.

Draco se detuvo en seco, sintiendo la incomodidad de ser atrapado en sus propios pensamientos. — Nada. Solo… cosas.

Blaise se rió por lo bajo, sentándose en uno de los sillones. — ¿Cosas? No me digas que sigues pensando en Granger.

El nombre de Hermione en boca de Blaise hizo que el corazón de Draco se acelerara. ¿Acaso era tan evidente? Intentó parecer indiferente, pero la mirada de su amigo ya había captado la verdad.

— No te preocupes, amigo —continuó Blaise con tono relajado—. Nadie te juzgaría por fijarte en ella. Después de todo, es la bruja más brillante de nuestra generación. Aunque dudo que su amiguito Potter lo vea con buenos ojos.

Draco frunció el ceño. Potter. Sabía que acercarse a Hermione implicaba más que simplemente admitir sus sentimientos. Significaba enfrentar a los Gryffindor, significaba desafiar las expectativas de su propia casa. Pero por alguna razón, eso ya no le parecía tan aterrador.

— No es solo Potter —dijo finalmente, sentándose frente a Blaise—. Es todo. La guerra, las casas, las familias. Todo eso está en medio.

Blaise lo miró, su habitual actitud despreocupada se desvaneció por un momento.

— Tal vez lo esté —respondió—. Pero si realmente te importa… bueno, Malfoy, te has enfrentado a cosas más grandes antes, ¿no?

Draco lo miró, sorprendido por la seriedad en su voz. Blaise, que rara vez tomaba algo en serio, parecía entender más de lo que dejaba entrever. Y en ese momento, Draco se dio cuenta de que las barreras que los separaban a él y a Hermione eran construcciones que él mismo había permitido crecer. Tal vez era hora de derribarlas.

— Tienes razón —murmuró Draco, su voz apenas audible. Y con esa confirmación, algo en su interior se resolvió.

Draco se levantó y, sin decir una palabra más, se dirigió hacia la salida del salón común. Sabía que encontraría a Hermione en la biblioteca, como casi siempre a estas horas. Necesitaba verla, y más que eso, necesitaba que ella supiera lo que estaba ocurriendo en su mente y su corazón. Quizá no cambiaría nada. Quizá ella lo rechazaría. Pero al menos tendría la certeza de haber intentado.

Cuando llegó a la biblioteca, la vio, sentada en una mesa cerca de una ventana, completamente absorta en un libro de pociones avanzadas. Sus rizos castaños caían sobre su rostro, pero de alguna manera, eso solo la hacía ver más concentrada y fascinante. Draco respiró hondo y se acercó, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

— Granger —dijo suavemente, parándose al otro lado de la mesa.

Hermione levantó la mirada, sorprendida al verlo. Una sombra de duda cruzó sus ojos, pero rápidamente fue reemplazada por su habitual mirada inquisitiva.

— Malfoy —respondió, cerrando su libro con un gesto elegante—. ¿Qué haces aquí?

Draco tragó saliva, sabiendo que este era el momento. No había vuelta atrás.

— Necesito hablar contigo. Hay algo que debo decirte.

Hermione lo miró con curiosidad, inclinándose ligeramente hacia adelante, interesada en lo que él tuviera que decir. Pero antes de que pudiera responder, Draco continuó, las palabras fluyendo sin control.

— Todo este tiempo… te he estado observando. No de una manera rara, sino porque… no puedo evitarlo. Eres… diferente a cualquiera que haya conocido. Eres brillante, fuerte y… haces que cuestione todo lo que alguna vez creí.

Hermione lo miraba en silencio, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y algo más, algo que Draco no pudo identificar de inmediato.

— Lo que trato de decir —continuó, su voz más suave— es que te admiro, Granger. Más de lo que puedo poner en palabras. Y creo que… bueno, creo que me gustas.

Hubo un momento de silencio, tan intenso que Draco sintió que el tiempo se detenía. Hermione no apartó la vista de él, pero tampoco dijo nada. Finalmente, tras lo que parecieron siglos, ella habló.

— Malfoy… —su voz era suave, casi tímida—. No sé qué decir. Esto… esto es inesperado.

Draco asintió, sintiendo cómo el nudo en su estómago se hacía más apretado. Claro que era inesperado. ¿Cómo iba a esperar que una Gryffindor se sintiera atraída por un Slytherin?

— No tienes que decir nada —murmuró—. Solo quería que lo supieras.

Y con eso, se dio la vuelta, dispuesto a marcharse, cuando escuchó su voz una vez más.

— Espera.

Draco se detuvo, girando lentamente hacia ella.

— No es que no sienta nada por ti —dijo Hermione, su voz ahora más firme—. Pero esto es complicado.

Draco sonrió levemente, asintiendo.

— Lo sé. Pero si algo he aprendido de ti, Granger, es que las cosas complicadas son las más importantes.

Ella sonrió, y por primera vez, Draco sintió que había una posibilidad.

Dramione one-shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora