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Alejandro levanta la cabeza, los labios aún húmedos por el contacto con su piel, y la mirada con una intensidad oscura que hace que a Lucía le tiemblen las piernas, a pesar de estar sentada. Su respiración es pesada, y sus ojos arden con una mezcla de satisfacción y deseo. Él se pone de pie, inclinándose sobre ella, sus manos deslizándose por sus muslos hasta llegar a su cintura.

—Me encanta tenerte así... tan dispuesta para mí —susurra, su voz ronca, cargada de arrogancia y posesividad.

Lucía abre los ojos, sus labios entreabiertos, tratando de regular su respiración, pero no encuentra palabras. Todo lo que siente es el calor que brota de su cuerpo, el hormigueo que Alejandro ha dejado con cada roce, cada beso.

De repente, él se inclina sobre ella, sus manos aprietan con firmeza sus caderas, y su boca desciende hacia sus pechos. Su lengua se desliza por la piel sensible, trazando un rastro ardiente que envía escalofríos por la columna de Lucía. Ella arquea la espalda, el contacto de sus labios en sus pezones provoca una oleada de placer que la hace aferrarse al borde del lavamanos, sus uñas rascando el mármol.

Los dientes de Alejandro se cierran ligeramente alrededor de uno de sus pezones, y Lucía no puede evitar soltar un gemido, un sonido bajo y ahogado que apenas puede controlar. Su cuerpo tiembla bajo él, cada mordisco, cada lamida la lleva más lejos de cualquier pensamiento coherente.

Sin aviso, Alejandro se aparta apenas lo necesario para bajar una de sus manos a su pantalón, desabrochándolo con una rapidez y un propósito claros. Lucía lo mira a través de sus pestañas, aún recuperándose de la sensación que ha dejado en su pecho. Su mirada cae sobre él cuando se deshace de la última barrera entre ellos, y su respiración se detiene por un segundo.

Él no le da tiempo para procesar. En un solo movimiento, con una precisión brutal, Alejandro la penetra, su miembro entra en ella de un solo golpe. Lucía lanza la cabeza hacia atrás, un jadeo mezclado con un grito se le escapa antes de que pueda contenerlo, el cuerpo entero se tensa ante la invasión. Sus dedos se clavan en los hombros de Alejandro, buscando algún punto de anclaje mientras él se hunde más profundo en ella.

—Alejandro... —su nombre sale de sus labios como un susurro, apenas audible entre sus jadeos.

La sensación es abrumadora, el tamaño de él llenándola completamente, hasta el punto de que todo lo demás desaparece. El cansancio, la resistencia, incluso el odio que suele sentir hacia él, todo se desvanece en el calor sofocante que se extiende desde su vientre.

Él no se detiene, sus embestidas son fuertes, constantes, como si estuviera decidido a reclamar cada parte de ella, a recordarle de quién es su cuerpo. Lucía se aferra a él, incapaz de detener las sacudidas de placer que recorren su cuerpo con cada movimiento.

MI PADRASTRO | RELATOS EROTICOS +21Where stories live. Discover now