La luna de miel es una decisión que su madre toma impulsivamente, emocionada por la idea de comenzar una nueva vida junto a Alejandro. Lucía se sorprende cuando su madre le sugiere que la acompañe, insistiendo en que será una oportunidad para que los tres se acerquen más como familia. Aunque la idea le resulta incómoda, Lucía no encuentra la forma de negarse sin levantar sospechas.
Llegan al lujoso hotel en una playa paradisíaca, donde las aguas cristalinas y las arenas blancas parecen un sueño. Sin embargo, para Lucía, el lugar tiene una atmósfera inquietante, como si supiera que algo está por suceder. Y no tarda en confirmarse su sospecha.
Poco después de llegar, su madre comienza a sentirse mal, un malestar que parece aparecer de la nada. Alejandro, siempre atento, insiste en que ella descanse mientras él y Lucía disfrutan de las instalaciones del hotel. Aunque la situación parece extraña, Lucía no puede evitar sentirse aliviada por la oportunidad de estar un poco alejada de su madre, sobre todo en medio de toda la tensión que ha estado acumulando.
Al día siguiente, su madre está aún peor, y Alejandro sugiere que Lucía explore el hotel por su cuenta mientras él cuida de su madre. Lucía acepta, aunque su instinto le dice que algo no está bien. Se dirige a la zona privada de la playa, un área exclusiva del hotel con camastros cómodos y una vista impresionante del océano. Aquí, el sonido de las olas y el calor del sol la envuelven, dándole una falsa sensación de paz.
Lucía se tumba en uno de los camastros, vestida con un diminuto traje de baño que había decidido ponerse a propósito, quizás como un acto de desafío silencioso hacia Alejandro, o tal vez simplemente porque sabía que él la vería. Cierra los ojos, dejándose llevar por el sonido rítmico del mar, tratando de alejar de su mente todo lo que ha sucedido en las últimas semanas.
Pero no puede relajarse del todo. Hay una inquietud latente en su pecho, una sensación de que algo está a punto de suceder.
Y entonces lo siente. Una mano cálida, firme, que se posa sobre su piel, rozando suavemente sus hombros y luego bajando por su espalda. Lucía se tensa, sus ojos abriéndose de golpe al sentir el contacto. Se gira lentamente, y ahí está Alejandro, inclinado sobre ella, su expresión calmada pero con una intensidad que ella conoce demasiado bien.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta Lucía, su voz baja, pero cargada de una mezcla de desafío y curiosidad.
Alejandro la mira, sus ojos oscuros y penetrantes, mientras su mano sigue el contorno de su cuerpo con una familiaridad que la hace estremecerse.
—No pude resistirme —responde él, su voz suave pero firme, como si esa fuera la única explicación que necesitara—. No es posible resistirse a semejante tentación.
Lucía siente cómo su corazón se acelera, pero mantiene la compostura, no permitiéndole ver el efecto que sus palabras tienen en ella. Se endereza un poco, apoyándose sobre los codos, mientras la mirada de Alejandro se detiene en su pecho, apenas cubierto por la delgada tela del traje de baño.
—Tienes unos pechos hermosos —murmura Alejandro, sus palabras más un susurro que una afirmación, sus dedos rozando ligeramente la piel expuesta.
Lucía lo mira, su expresión desafiante mientras esboza una sonrisa que no llega a sus ojos.
—Ya lo sé —responde, su tono lleno de una seguridad que no siente del todo, pero que está decidida a proyectar. Es su forma de recuperar el control, de mostrarle que no es una víctima en esta situación.
Alejandro no aparta la mirada, su mano permaneciendo en su lugar, pero sin moverse más. Es como si ambos estuvieran atrapados en un tira y afloja, un juego peligroso en el que ninguno de los dos está dispuesto a ceder.
—¿Y mi madre? —pregunta Lucía de repente, su voz cortante—. ¿No deberías estar cuidando de ella?
Alejandro la mira, una sombra de algo que podría ser culpa cruzando brevemente su rostro antes de desaparecer.
—Está descansando —responde él, su tono tranquilo—. No se dará cuenta de que he salido por un momento.
Lucía sabe que hay algo más detrás de esa respuesta, pero no presiona. En cambio, decide cambiar las tornas.
—Entonces, ¿qué vas a hacer ahora, Alejandro? —pregunta, su voz cargada de insinuación, sus ojos desafiándolo a cruzar la línea que él mismo ha trazado.
Alejandro se inclina un poco más cerca, su rostro a escasos centímetros del de Lucía, su aliento cálido contra su piel.
—Lo que tú quieras, Lucía —responde, su voz baja, casi un susurro, pero llena de una promesa que sabe que ambos están tentados de cumplir.
Lucía siente una mezcla de emociones conflictuadas dentro de ella, pero se niega a darle lo que él desea. No se lo hará tan fácil. En lugar de ceder, se levanta lentamente del camastro, sin dejar de mirarlo, y con un gesto calculado, se envuelve en la toalla que había dejado a un lado.
—Lástima que no sea el momento adecuado —dice, su voz llena de una calma fingida mientras se aleja lentamente, dejándolo ahí, solo, con la frustración palpable en el aire.
Alejandro no la sigue, pero Lucía puede sentir su mirada clavada en su espalda mientras se dirige hacia la salida de la zona privada. Sabe que ha ganado esta ronda, pero también que esto está lejos de terminar. La batalla entre ellos es cada vez más intensa, y Lucía tiene claro que no será ella quien ceda.
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MI PADRASTRO | RELATOS EROTICOS +21
De TodoNO DENUNCIAR "Sumérgete en una historia donde cada encuentro es una explosión de placer puro. Aquí, los cuerpos se buscan con una necesidad que quema, y cada página es una fantasía desbordante de deseo. No hay espacio para lo sutil, solo para la pas...