Lucía está recostada en la cama, la tenue luz de la lámpara proyecta sombras suaves sobre la habitación. Alejandro está junto a ella, su presencia tan cercana que puede sentir el calor de su cuerpo irradiando hacia ella. La respiración de Lucía es lenta, pero profunda, mientras sus ojos siguen el movimiento de las manos de Alejandro, que acarician suavemente su brazo, trazando líneas invisibles sobre su piel.
—Eres hermosa —murmura Alejandro, su voz es baja, casi un susurro que se mezcla con la oscuridad. Sus dedos se mueven con delicadeza, explorando el contorno de su rostro, su cuello, bajando por su clavícula. Lucía cierra los ojos, dejándose llevar por la sensación, por el peso de su mano que parece quemar donde la toca.
Lucía no responde, solo respira profundamente, sintiendo cómo la tensión se acumula en su estómago, una mezcla de ansiedad y anticipación. Alejandro parece notarlo, porque sus manos empiezan a moverse más lentamente, cada caricia más intencionada que la anterior.
—No pienses, solo siente —le susurra, su aliento cálido rozando su oído. Lucía tiembla ligeramente, su mente atrapada en un torbellino de sensaciones. Su cuerpo se vuelve hipersensible, cada roce de la mano de Alejandro enviando ondas de calor por su piel.
Sus manos se deslizan por su cuerpo, explorando con cuidado, como si estuviera descubriendo un mapa secreto. Cada movimiento es calculado, pero al mismo tiempo, espontáneo, como si sus dedos supieran exactamente dónde detenerse, dónde aplicar presión, dónde simplemente rozar. Lucía deja escapar un suspiro, entrelazando sus dedos con los de él, como si necesitara algo en lo que aferrarse.
El silencio en la habitación es casi abrumador, roto solo por el sonido de sus respiraciones, que se sincronizan en un ritmo lento y constante. Lucía siente su cuerpo relajarse bajo el toque de Alejandro, pero al mismo tiempo, una tensión interna que crece, como si un resorte estuviera a punto de soltarse en cualquier momento.
—No me dejes sola en esto —susurra Lucía, apenas consciente de las palabras que salen de su boca. Es una súplica, pero también un reconocimiento de lo que ambos están compartiendo en ese momento. Alejandro la mira, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de deseo y algo más profundo, algo que ella no logra identificar.
—Nunca —responde él, su voz ronca y cargada de promesas. Sus manos continúan explorando, moviéndose más abajo, trazando un camino de fuego en su piel. Lucía siente cómo su cuerpo responde, cada músculo tensándose, cada nervio encendiéndose con la promesa de lo que está por venir.
Lucía abre los ojos y lo mira, su respiración acelerada, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. En sus ojos ve algo que va más allá de la simple atracción, algo que la hace sentir vulnerable, pero al mismo tiempo, más viva que nunca.
El tiempo parece detenerse, el mundo reducido a este pequeño espacio en el que solo existen ellos dos. Lucía siente que podría quedarse en este momento para siempre, atrapada entre el deseo y la conexión que crece entre ellos, cada vez más profunda, cada vez más inevitable.
Alejandro se inclina hacia ella, sus labios rozando los de Lucía en un gesto que es tanto una promesa como una despedida. Y en ese momento, todo lo que ha estado conteniendo, todo lo que ha intentado negar, se desborda, envolviéndolos a ambos en un torbellino de sensaciones que los consume por completo.
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MI PADRASTRO | RELATOS EROTICOS +21
AléatoireNO DENUNCIAR "Sumérgete en una historia donde cada encuentro es una explosión de placer puro. Aquí, los cuerpos se buscan con una necesidad que quema, y cada página es una fantasía desbordante de deseo. No hay espacio para lo sutil, solo para la pas...