Capítulo 11: DECLARACIÓN

90 9 2
                                    

Luana

El sol calienta mi rostro y eso es señal de que es otro día, otro día donde sigo encerrada en esta lujosa prisión. Me siento en la cama y me friego los ojos cuando los recuerdos vienen a torturarme de nuevo, si, fue muy real, anoche correspondí a ese beso y si no ponía un alto, ahora mismo estaríamos despertando enredados en esta cama y no estoy emocionalmente preparada para asimilar algo así. Díganme tonta, que sufro por gusto, pero solo yo sé lo que siento, no es fácil olvidar a quien amaste por tanto tiempo y con tanta fuerza, fueron muchos años donde no solo hubo sentimientos de por medio, también la costumbre juega un papel muy delicado ya que teníamos rutinas y actividades juntos, seis años no son poco, fue por eso que tomé la tan drástica decisión de viajar lejos para no estar encerrada en mi departamento sufriendo porque cada rincón tiene una historia que contar. Cuando hacíamos maratón de películas abrazados, cuando cocinábamos juntos, cuando se quedaba a dormir los fines de semana, cuando nos metíamos a bañar juntos después de haber hecho el amor una y otra vez. No soy masoquista para someterme a esa tortura.

Y ahora esto, un hombre al que apenas le sé el nombre está obsesionado conmigo.

Me levanto para dirigirme al baño, una vez dentro observo mi rostro en el espejo y procedo a lavarlo con agua fría para disminuir la hinchazón con la que amanecí producto de todas las lágrimas derramadas. Una vez terminado de lavar y cepillarme los dientes, porque si, mi secuestrador equipó el baño para mi con cepillo de dientes, shampoo, jabón corporal, una toalla y todo lo necesario tanto para mi aseo como para el cuidado personal, abandono la habitación para dirigirme a la cocina y buscar que comer, cierta persona dijo que podía recorrer a gusto el lugar y si a eso le agrego el hambre, tengo motivos de sobra para salir.

Para nada esperaba encontrarme con Alessandro en la cocina tomándose un café, respiro profundo y actúo como si nada hubiera pasado entre nosotros, como si ese beso nunca sucedió.

—¿Te sirvo un café? —toma la iniciativa y yo solo asiento con la cabeza sentándome en una de las sillas frente a él.

Se levanta y saca una taza de la alacena para luego dirigirse a la cafetera. Observo detenidamente cada uno de sus movimientos y una extraña sensación de calma me inunda. Supongo que tiene un cargo importante pienso, porque lleva un traje de tres piezas que puedo apostar mi libertad a que vale lo que yo ganaba en un año en esa empresa donde trabajé. Rompo concentración cuando se acerca y coloca delante de mí la taza humeante de café.

—¿Y la mujer mayor que me dio el desayuno ayer? —pregunto porque se me hiso extraño ver a este hombre y no a ella.

—La mandé de vacaciones. —responde.

—Ah —respondo y procedo a probar mi café. —Mm... yico—suelto al aspirar el aroma y abro los ojos de golpe para ver a un Alessandro arrugar las cejas para luego reír a carcajadas y dios que sonrisa.

—Debo suponer que el café fue de tu agrado—dice mientras ríe.

—Bueno, sí, cualquier tipo de café en realidad—confieso y no miento porque si hay una adicta a la cafeína esa soy yo.

—Entonces eres a lo que llaman una adicta—suelta levantando una ceja y ese gesto hace que involuntariamente me muerda el borde del labio inferior. Obviamente él nota ese gesto por lo que vuelve a rematar—¿me pregunto a que más podrías ser adicta? —a tus besos pienso.

¡¿Eh?! Sacudo levemente la cabeza para responder, pero antes de que pudiera decir palabra alguna se levanta para rodear la mesa y colocarse justo al lado mío, se inclina acercándose lo más posible a mi cara violando mi espacio personal para confesarme sus intenciones.

—¿Sabes? Dejaste de interesarme...

—¿Vas a dejarme ir? —me adelanto y lo corto, él me mira fijamente algo confundido y sonríe, dios que tortura, ojalá pronto me deje ir o acabaré usándolo para desahogar mi despecho.

INOLVIDABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora