Luana
Mis manos agarran las sábanas en un puño.
Dios, se siente tan bien.
El placer me inunda y todo lo que quiero es perderme en mi misma y olvidarme de todo.
—Más... —suplico y dejo que se lleve todo de mí.
Mi cuerpo ya no me pertenece, mi mente esta lleno de un placer descomunal que se acumulaba en mi centro.
Despierto para ver a un Alessandro sediento entre mis piernas. Me recuesto sobre mis codos y lo observo lasciva mientras estoy a punto de correrme en su boca.
Mi respiración era un completo desastre, mis pensamientos se desvanecieron dejando espacio solo para las placenteras sensaciones que me embriagaban.
Él continuaba mientras no me quita la mirada de encima, Dios ese par de pozos azules que deja mi alma desnuda y provoca mi lado más obsceno que ni sabía que tenía.
Sigue trabajando con esa lengua experta por todo mi húmedo y palpitante centro y es cuando siento que estoy a punto de explotar. Mi cuerpo comienza a tensarse, pero lo quiero a él.
—Te necesito... —suelto tomándolo del brazo.
Se aparta y coloca la punta de su miembro en mi entrada palpitante, introduciéndolo lento hasta la empuñadura. Una vez dentro vuelve a salir del mismo modo lento y tortuoso.
—Más duro. —suplico, pero el no me hace caso y mantiene el ritmo. Baja su rostro y se lleva uno de mis pezones a la boca sacándome un fuerte gemido.
—Esta vez no te follaré. —suelta y lo miro confundida. —Te haré el amor. —remata y yo ya pasé al otro plano astral.
¿Es así? Siempre creí que Christian me lo hacía hasta que, sin darme cuenta, se volvió algo normal, se había perdido la chispa y la emoción de la primera vez.
Espera, entonces, ¿era costumbre? ¿O amor?
Lo único que se en este preciso momento es que Alessandro hace que me deshaga por completo. Como la piel se me eriza con solo pensar en él, como mi cuerpo lo reconoce y lo acepta.
Este montón de sentimientos sin nombrar arremolinándose en mi pecho.
Si, creo que esto es hacer el amor.
Suelta mis senos para apoderarse de mis labios mientras me folla lento, profundo, con un movimiento tan sensual de sus caderas. ¡Qué hombre!
Este acto es demasiado, me hace sentir tan plena, nadie me había hecho sentir tan especial como este hombre lo hace y sin darme cuenta lágrimas brotan de mis ojos. Alessandro se da cuenta y me observa asustado, no tardo en calmarlo con la más grande de las sonrisas.
—Es de felicidad. —lo tranquilizo y retomo el beso para que continúe. Nuestras lenguas bailando juntas mientras me embiste. No tardamos en alcanzar el orgasmo.
Alessandro suelta un gemido que suena a gruñido, y como cada que lo hace algo picotea en mis nervios. Me encanta escucharlo gemir, no existe nada más sexy que un hombre gemir de placer, y escucharlo a él definitivamente es música para mis oídos.
Ambos intentamos recuperar el aliento, cuando con sus manos acuna mi cara para dejarme un tierno y suave beso. Se separa y tardo en abrir los ojos para perderme en los suyos.
—Quédate conmigo. —suelta y sé a lo que se refiere.
Estoy como turista en este país y ya llevo un mes desde que llegué y no he contemplado la idea de volver. Dado el caso que decidiera quedarme debo cambiar mi visa, pero ¿quiero quedarme?
Mientras me debato mentalmente Alessandro me pellizca la mejilla atrayendo mi atención de nuevo.
—Eh, estoy con visa de turismo. —vacilo.
—Esa no era la respuesta que esperaba. Lo que tenga que ver tus papeles es el menor de los problemas, puedo hacer unas llamadas y estarás lista, pero necesito que me digas que quieres quedarte conmigo.
¿De verdad quiero quedarme?
En Chile ya no tengo nada, ni prometido, ni empleo, el contrato de arriendo del departamento esta por terminar y no tengo a nadie, estoy sola. Tengo a Lucía, pero ni modo que sea una carga para ella, por lo que...
—Me quedo. —respondo ganándome una sonrisa de parte de Alessandro.
Aún estando dentro mío me acorrala entre sus brazos haciéndome rodar en la cama dejándome encima suyo.
—Prometo que no te arrepentirás de haberme dado esta oportunidad mi fierecilla. —y puedo empezar a ver un nuevo futuro, con Aless.
—Pero tengo condiciones. —advierto.
—Soy todo oídos.
—Quiero trabajar, mira, entenderás que yo siempre fui una mujer independiente. —digo mientras me cruzo de brazos apretando mis senos desnudos, cuyo gesto hace que Alessandro desvíe su mirada de mi cara a mi pecho. —Oye, aquí... —llamo su atención con un chasquido y el ríe.
—Pero conmigo no necesitarás hacer nada de eso. Yo puedo darte la vida de reina que mereces. —suelta presumido.
—Lo sé, pero espera a que termine. —suspiro y continúo. —Quiero hacer lo que siempre me apasionó, la fotografía. —lo dije.
Aless me observa fijo por unos segundos para luego sonreírme orgulloso, Dios, como amo su sonrisa.
—Solo dime lo que necesitas y yo me encargo.
—Y otra cosa más, y esto es necesario. —me levanta las cejas esperando a que continue.
—Debo volver a Chile. —me frunce el ceño con preocupación, pero esto debo hacerlo. —Tengo cosas que poner en orden, tengo mi auto, mis muebles, necesito volver para organizar todo y así poder mudarme definitivamente. —trato de hacer que entienda.
—Entiendo. —responde. —Por eso iré contigo.
¿Qué? Alessandro conmigo, en mi país, en mi departamento...
En mi habitación...
Sacudo mis pensamientos para volver al asunto.
—Y no está en discusión. —sentencia.
—Okeey, puedes ir conmigo. —finjo resignación.
—¿Puedo? No te pedía permiso. —se burla y me pongo mi rostro de indignación y le estiro de los cachetes.
Por ser sábado nos quedamos toda la mañana jugando como niños pequeños en la cama hasta que mi estomago interrumpió con un vergonzoso rugido.
—Vamos, hay que alimentarte, pero primero un baño. —me toma de las manos para arrastrarme al cuarto de baño donde la ducha quedó para el final.
Nos la pasamos el día en su penthouse viendo películas y comiendo pasta. Hoy en vez de pedir comida a domicilio me digné a cocinar con lo que había en la despensa de la cocina. No es por presumir, pero soy buena cocinando, el que sea floja y prefiera pedir un delivery es otro asunto.
Fue uno de esos días que voy a recordar siempre. Todos los cambios por los que atravesé, nadie jamás me creería que estoy con un guapísimo italiano que me secuestro y encerró porque quedó flechado desde el momento en que lo enfrenté en un restaurante.
Es para novela de dark romance, me enamoré de mi secuestrador.
Espera.
¿Me enamoré?
A estas alturas y como vamos no debería de asustarme el enamorarme de Alessandro, es más, lo quiero. Es un sentimiento tan intenso el que tengo en mi corazón que todo el dolor que atravesé en el pasado fue opacado.
Solo espero de corazón que esta vez mi felicidad no se acabe, no soportaría otra decepción. Que me rompan el corazón dos veces en un año, no podría superarlo.
Pero esta vez todo saldrá bien.
¿verdad?
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INOLVIDABLE
Roman d'amourLuana siempre pensó que estaba con el hombre perfecto, seis perfectos años con el amor de su vida y prometido. Hasta que una noche todo su mundo se viene abajo cuando lo encuentra siéndole infiel, herida decide dejar todo atrás y escapar al otro con...