Capítulo 20: QUE NO TE AFECTE

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Luana

—¿Fierecilla? —Alessandro queda atónito por mi visita sorpresa. —¿Cómo llegaste aquí?

—Le pedí al hombre que pusiste a que me vigilara que me trajera hasta donde trabajas.

Él queda mudo, si eso debe ser, ya que de seguro no se esperaba a que descubriera tan pronto que alguien pasaba siguiéndome veinticuatro siete. A principio me asusté, pero en una ocasión lo alcancé a ver hablando con él y todas mis dudas se disiparon. Pensaba que la rubia loca tendría algo que ver, pero cuando comprobé que era una especie de escolta ultra secreto y privado me calmé y pasé a sentirme toda una diva con su guarura personal.

—¿De verdad pensaste que no me daría cuenta de que alguien me seguía? —pregunto burlándome y él asiente. —Papito soy latina, está en mi configuración desconfiar de mi sombra y saber si alguien me sigue.

—Pues me atrapaste. —responde levantando las manos. —Me sorprendiste, eres más lista de lo que pensé. Tal vez tu deberías ser la escolta de alguien, sentirías la presencia del peligro incluso antes de que suceda. —se burla.

—Si como digas. —me pongo seria y él frunce el ceño ante mi repentino cambio. —Mira, en realidad vine porque necesitaba hablar contigo sobre algo.

—¿Sobre qué? —me invita a sentarme en uno de los grandes y cómodos sillones en su oficina.

—Hoy fui como de costumbre fui a esa cafetería. —empiezo, él sabe de esa rutina que empecé a tomar porque cuando lo descubrí fui toda emocionada a contárselo y él se emocionó por mí, ya que empezaba a tener una distracción. —Y esa mujer, la rubia exuberante que esta loca por ti, me interceptó. —cuando menciono a la susodicha el rostro de Alessandro se vuelve dura.

—¿Fue a molestarte? Luana por favor dime que esa mujer no te puso la mano encima. —dice levantándose desde donde esta sentado para sentarse a mi lado.

—Me dijo que me alejara de su Aless. —respondo rodando los ojos. —Ah, y que si no lo hago por cuenta propia ella se encargaría. —cuando le menciono esto último lo siento tensarse.

Se levanta de su lugar restregando su rostro con las manos. Me levanto y lo sigo para saber porque está tan nervioso de la nada.

¿Acaso esa mujer si es importante? Bueno, sus familias quieren casarlos, tendría sentido que no quisiera que vengan a por mí. Me imagino a un hombre mayor llegando y observándome con expresión de asco para luego ofrecerme un jugoso cheque con la condición de que me aleje de su hijo. Así acostumbran este tipo de personas hacer desaparecer a alguien indeseado de la vida de sus herederos.

¿verdad?

—Intenta que no te afecten sus amenazas, yo me encargaré de ella ¿okey? —me tranquiliza con un beso en la punta de mi nariz.

—No me afectaron. —respondo. —Le dije que estaba enferma, pero de igual manera quise contártelo, ya sabes, que no aparezca haciéndose la víctima.

—Jamás me tragaría el cuento de Chiara en papel de víctima. —me da una sonrisa débil. —Y ya que estas aquí, vamos a comer juntos.

—Solo si tu invitas. —me burlo.

—Mm... —finge estar pensando. —Okey, pero la próxima tu invitas.

—De acuerdo. Aún tengo tu tarjeta de crédito. —ambos nos echamos a reír.

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