Charles y Carlos se conocen en un antro y los dos se sienten atraídos, lo que para ambos es una noche de sexo casual, no será así.
Dos líneas pintadas en aquel plástico hará que Carlos y Charles comiencen a frecuentarse, pero hay algo que fue pasado...
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Rebecca miraba extrañada al español pues en toda la comida no dejaba de ver el celular como si dependiera de aquello.
—¿Hay algo malo, Carlos? —preguntó al ver cómo de nuevo revisaba su teléfono—, no has comido nada.
—Charles no me responde —contestó sin pensar— iré hacer una llamada y ya vuelvo.
La chica no tuvo tiempo de responder debido a que el madrileño se levantó de la mesa yéndose hacia su oficina.
Ninguna de las llamadas fue respondida por parte del monegasco y eso le estaba empezando a preocupar por lo que decidió irse a su casa para ver cómo se encontraba Charles.
—Lo siento mucho Rebecca, pero me tengo que retirar ¿está bien si pasamos la revisión de las facturas para la siguiente semana?
—Claro, nada más confírmame la hora y el día.
—Muchas gracias.
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Con mucho sigilo el madrileño se adentró a la vivienda buscando a Charles, pero en la casa no se escuchaba ningún tipo de ruido por lo que su precaución aumentó.
—¿Ángel? —llamó al oír unos sollozos en la habitación principal—. ¿Bonito?
El monegasco se lanzó a los brazos del español tomándolo por sorpresa, pero aun así él madrileño correspondió el abrazo.
—¡Me mentiste, Carlos!
—¿Yo?
—Si, dijiste que se me miraban bonitos los cárdigan y no es así.
—Pero se te ven hermosos.
Y Charles lloró más fuerte desde los brazos del español.
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—Calos —llamó Charles en voz baja atrayendo la atención del español—. Tenemos hambre.
—¿Se te antoja algo en específico? —preguntó sin dejar de hacerle piojito al monegasco—. ¿O solo quieres algo ligero?
—Mmh... se nos antoja la pasta.
—Entonces pasta será.
Ambos se levantaron de la cama yendo hacia la cocina. Charles tomó asiento en la isla mientras que Carlos caminaba de un lado a otro tomando los ingredientes necesarios.
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