Capítulo 5:

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DÍAS DESPUÉS...

Abrazo con fuerza a Cinthya que me acompaño al aeropuerto. Nos separamos y noto sus ojos rojos y a punto de llorar.

—No llores, mariquita —me burlo— volveré. Espero no consigas a otra amiga.

Lo digo de broma, pero realmente si me da algo de miedo que cuando regrese ella se encuentre con otra amiga y me haga a un lado. Cinthya y yo nos conocemos de nuestro último año en el instituto. Ella no sabe muchas cosas de mi vida, pero el caso es que ambas salimos juntas del hoyo en el que nos encontrábamos. Quizá no de la forma más correcta y bonita, pero salimos.

—Ninguna persona seria tan entretenida como tú, puta. Si tú no me cambiaste mientras estuve perdiendo mi tiempo en Chicago, menos yo a ti —sonrió— pero en serio, cuídate. No dejes que este maldito te trate mal.

—No lo dejare —por supuesto que no— Dios, no quiero irme. Tengo muchos nervios.

—No pasa nada —me tranquiliza.

—Si llama Cass, dile que fui a un empleo que conseguí —digo recordando a mi amiga desde la infancia— no se dé cual se te pueda ocurrir. Hasta ahora me acorde de ella.

—Yo me encargo —asiente y cuando llaman a mi vuelo me vuelve a abrazar— cuídate, Arlette.

—Tú también.

Y camino hacia mi vuelo.

.

.

Once malditas horas después estoy caminando con mi equipaje arrastrando hacia la salida esperando que Christopher se encuentre esperándome. Arrastro mi mirada por las personas de allí hasta que encuentro con un hombre enorme... gigante más bien, con su mirada fija en mí y abro mis ojos al verlo acercarse.

—Buenas tardes, señorita Hammond. El señor Beckett me ha mandado a recibirla y llevarla a casa —extiende su mano hacia mi maleta, pero no se la doy quedándome viendo su rostro. Tiene una enorme cicatriz en ella. Da miedo— ¿señorita?

—P-pe-perdón —balbuceo estúpidamente y le doy las dos maletas quedándome solo con mi bolso— ¿Está seguro de...

—Sí, señorita —me interrumpe— sígame, por favor.

Lo sigo lentamente antes de apresurar el paso para alcanzarlo. Es demasiado alto por lo tanto camina muy de prisa y tengo que casi correr para llegar a él. Llegamos a una camioneta negra enorme, brillante y lujosa. Me encanta. Me pregunto si en esta camioneta Christopher me permitirá salir a pasear.

Una vez el auto se pone en marcha pego mi rostro a la ventana para ver el recorrido. Mierda, es increíble que este aquí. Cuando era niña me la vivía pensando en las ciudades de todo el mundo... y ahora estoy en una nueva. He salido de los jodidos Estados Unidos.

— ¿Cómo te llamas? —Le pregunto. Él eleva la mirada por el espejo retrovisor.

—Craig, señorita.

— ¿Cuánto tienes trabajando con Christopher?

Permanece en silencio y se aclara la garganta.

—Muchos años —es todo lo que dice.

—No luces tan mayor —comento. Digo, Craig luce como alrededor de los treinta y seis— ¿Es buen jefe?

—Por supuesto, señorita.

Me quejo y vuelvo mi vista a la carretera aburrida de sus pocas palabras. Probablemente Christopher pidió que no se me dijeran ciertas cosas. Dios, espero tener paciencia para esto y que Christopher me libere de este contrato en los siguientes seis meses.

Arlette HammondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora